Arcadas del ala Richelieu, 22 junio 2020. Foto JPQ.
“Entre la Gioconda y el champagne, el champagne…”.
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El Museo del Louvre, el más visitado del mundo, con 10 millones de entradas, anuales, reabre sus puertas al gran público este lunes día 6, en una situación y condiciones de distanciamiento forzoso, no solo físico, que comienzan por no suscitar un entusiasmo frenético.
“Qué quiere que le diga, entre seguir una fila de señoras y señores enmascarados, para contemplar, durante unos instantes, algunas obras legendarias, o contemplar los reverberos una puesta de sol en el vidrio de la pirámide del Louvre, ante una compa de champagne, me quedo admirando los rojos y rosas del atardecer, en una terraza próxima…” me comenta Christophe Langlois, profesor de historia del arte, en Aix-en-Provence, que ha renunciado a visitar el Louvre el lunes día 6, ya hecha su reserva, desde hace diez días.
El Louvre abrió su taquilla electrónica el 15 de junio pasado. A partir de este lunes, solo podrán entrar en el museo, por la puerta de la pirámide, en vidrio, los visitantes que hayan hecho sus reservas, dentro de unos horarios muy estrictos. Niños y beneficiarios de entradas gratuitas solo podrán entrar si tienen sus propias reservas.
Las grandes obras maestras, celebérrimas, la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, la Gioconda, etcétera, podrán verse, pero siguiendo un trayecto previo, fijado con flechas, respetando distancias, con un tiempo limitado de contemplación individual.
Casi todo el Louvre será accesible a los visitantes, pero seguirán cerradas grandes salas y espacios monumentales consagrados a la escultura medieval y renacentista, las artes de África, Asia y Oceanía, las artes del islam.
Solo se abrirán las taquillas de entrada directa, si el número de reservas (limitadas) así lo permite. La dirección del museo ha estudiado un modelo de visita en sentido único, marcado con flechas, sin posibilidad de retroceso o detenimiento excesivo. El respeto estricto del distanciamiento físico entre visitantes hará imposible el “vagabundeo” personal, al ritmo de la sensibilidad personal de cada visitante. El seguimiento de las flechas, al ritmo de la marcha colectiva, será la norma de rigor.
El museo abrirá de 9 de la mañana a 6 de la tarde, salvo los martes, día de cierre. Quedan excluidas las visitas nocturnas. No habrá exposiciones especiales, hasta el mes de octubre que viene, cuando comience una nueva temporada.
El Louvre ha perdido 40 millones de euros de ingresos, durante el confinamiento. No será fácil “recuperar” esa pérdida, irreparable, que pudiera agravarse, si no se restablece con relativa rapidez (¿?) el tráfico y la libertad de circulación entre Europa, Francia, París, los EE. UU., China y otros países de varios continentes.
“El 75 % de los visitantes del Louvre son de origen extranjero, y muchos vienen de los EE. UU., China, Corea y Brasil”, comenta Jean-Luc Martínez, director del Louvre, agregando: “Esos visitantes, extra europeos, no podrán acompañarnos, claro está. Quizá sea una oportunidad para franceses y europeos, que tendrán el Louvre para “ellos solos”, digámoslo así”.
El distanciamiento físico y la crisis de visitantes, para el Louvre, se ha transformado, en cierta medida, en una “oportunidad” para restaurantes, bares y terrazas próximas al gran museo nacional, antigua residencia real.
El restaurante, bar y terrazas que funcionan en el mismo del Louvre, con vistas, excepcionales, a la pirámide y el gran edifico, monumento nacional, se confirma como un espacio ultra privilegiado, donde se puede admirar el gran arte arquitectónico, clásico y contemporáneo, degustando vinos, aperitivos y comida muy “haut de gamme”, a un precio consecuente.
Christine Le Fockmohan, que recibe a una clientela muy acomodada en la terraza del restaurante que se encuentra en una galería noble del Louvre, me comenta: “Para nosotros, la crisis ha sido menos dura. Tenemos una clientela tradicional. Y estamos descubriendo una nueva clientela de turistas nacionales, que venían dispuestos a descubrir el Louvre y descubren que la degustación de vinos y buenos aperitivos puede ser un ocio muy cultural, a su manera”.
El precio de una sola entrada, al Louvre, es de 17 euros, pagados con tarjeta a través de la taquilla electrónica, el mismo precio del cocktel “Blue Velvet” (ginebra, tónica, frambuesa y mora), un euro más caro que otro cóctel clásico de la casa, la “Palomita” (tequila, jugo de pomelo, limón y agua mineral con gas).
Si el visitante se limita a mirar sin consumir, siguiendo las flechas del museo, el descubrimiento artístico quizá salga más barato que si decide abandonar sus ilusiones culturales, instalándose en una mesa, en la gran galería desde donde tiene la pirámide a sus pies, para hacer una comida ligera: las hamburguesas se cotizan por los 30 euros, las ensaladas por los 25, los sandwich tradicionales por los 25 / 30. Los vinos franceses, entre 50 y 100 euros la botella. Los grandes champagnes, de 200 a 390 euros la botella. Pero eso es ya gran gran arte muy clásico.
El Louvre en tiempos del coronavirus … Pata negra, sardinas y vieiras gallegas.
París en tiempos del coronavirus … el desconfinamiento, chic franco – marroquí en el Louvre.
París en tiempos del coronavirus.
Jose says
Y si los museos se convierten en verdaderas fabricas que ocupan a las multitudes con sus mercancias o reales o virtuales. Con una buena publicidad y una atmosfera agradable llena de nuevas experiencias donde poder vivir y comprar lo propio del museo. El espectador consumidor busca no solo ver sino experimentar lo que ve. Un buen bocadillo con una cerveza servido por una camarera giocondesa o por una reina salida de un cuadro o poder comprar un perro como los que tenia el rey o comerse una manzana como las que pintaba Cezanne producida con biotecnologia vegetal. Igual es una salida para los parados desocupados en las nuevas fabricas del arte.
JP Quiñonero says
Jose,
Pues si, una cerveza o una copa de fino con una tapa rica pueden saber a gloria… y los museos convertidos en factorías… pues eso, que los zurzan, vaya,
Q.-
Fina says
Josep,
Me parece bien disfrutar y experimentar todas las actividades que nos ofrecen los museos para que la visita sea más agradable…y claro, es inevitable pasar por la tienda y la cafetería o restaurante (si nos lo podemos permitir). Vivimos en una sociedad de consumo…hasta parece que el arte se puede consumir…
Bona nit, que me estoy durmiendo…
Fina says
Quiño,
Gracias por tu «reapertura del Louvre». Los museos son una de mis debilidades, de mis amores…también las pastelerías… 🙂
Con o sin champán, que me den museos con bellos contenidos que admirar. Es para mí un gran gozo, casi como el contemplar un cielo estrellado y limpio…
JP Quiñonero says
Fina,
Por tiempos que corren, ay … hacer cola, con máscara, entre otras máscaras, confieso que me inspira una tristeza considerable, ay…
Palanteeeee …
Q.-
Fina says
Quiño,
Visto así y pensándolo mejor, si hay que hacer largas colas con mascarilla para acceder al museo, me inclino por el champagne…o cualquier otra cosa más sencillita, aunque no tenga tanto glamour…
JP Quiñonero says
Fina,
Evidente… donde se ponga un buena agua mineral, con una miqueta de burbujas y una rodaja de limón…
Q.-