Saint-Denis, 9 septiembre 2020. Foto JPQ.
La nueva Francia multicultural, semillero de violencias y tensiones.
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Gérald Darmanin, ministro del Interior, prepara una Ley que debiera combatir el “separatismo” (religioso y cultural) tras haber denunciando un crecimiento “alarmante” de la violencia y el salvajismo, en la periferia / la “banlieue” de París y otras grandes ciudades, convertidas en una selva multicultural cuyos frutos podridos son estallidos recurrentes de todo tipo de violencias.
Manuel Valls, ex ministro del Interior y jefe de Gobierno, comenta ese proyecto en estos términos: “No nos engañemos. Tras la palabra “separatismo” estamos hablando de islamismo, el islamismo integrista de los salafistas y el islamismo de los Hermanos Musulmanes, partidarios de infiltrar la administración pública…”. Dos variantes del islam francés que están en el origen de muchos estallidos de violencia.
Paul Godefrood, ensayista, analiza la emergencia de un “salvajismo a la francesa” de este modo: “Estamos asistiendo a un estallido de la violencia individual y en grupo, agravadas con la crisis sanitaria. Un adolescente puede ser apaleado a muerte por pedir a los usuarios de un autobús que usen la máscara. Un policía puede ser apuñalado por pedir a una banda que paguen el tique de metro. ¿Salvajismo? Tanto da el nombre, es evidente la agravación de la violencia suburbana”.
Alain Bauer, especialista en delincuencia suburbana, estima que Francia está asistiendo a una “explosión” de la violencia callejera, que él resume en una sola cifra: “Las agresiones físicas, callejeras, han crecido en un 200 % desde que Emmanuel Macron fue elegido presidente de la República. El jefe del Estado no es culpable de esa emergencia del salvajismo que denuncia el ministro del Interior. Quizá sea una “víctima” de un proceso que tiene raíces muy profundas. Pero la realidad no puede ser más alarmante”.
Tras la propagación del Covid-19, los estallidos de violencia salvaje se han agravado en un departamento y tres ciudades que quizá tengan una dimensión simbólica particular: Saint-Denis (departamento y ciudad, 1 millón 655.000 y 111.354 habitantes, el 2019), Bobigny (52.864 habitantes, el 2019), y La Courneuve (42.485 habitantes, el 2019).
París y Marsella son las dos grandes ciudades más peligrosas y con mayor delincuencia de Francia. Pero Saint-Denis (al norte de París) es el departamento con la criminalidad más alta. Y su capital, la ciudad de Saint-Denis, una de las matrices políticas de la nación, es una ciudad donde la población blanca disminuye, cuando crece de manera espectacular la población de origen africano y magrebí.
Notre Dame de París y la basílica de Saint-Denis son el corazón religioso y quizá cultural de la nación. Hoy, al salir de la estación Basílica de Saint-Denis del tren suburbano, a quinientos metros de las tumbas reales, bandas de jóvenes franceses de origen africano ofrecen a quien esté interesado tabaco de contrabando y “maría”, “chocolate” (hash), de origen marroquí. Caminando hacia la explanada de la basílica, se suceden puestos que venden correas con puntas de hierro, atendidas por señoras con perro y bozal, entre grupos de musulmanas con velo que comercian con productos orientales.
Saint-Denis, ciudad y departamento, tienen una criminalidad excepcional. Unos doscientos atracos a mano armada de tiendas, comercios, domicilios privados, empresas de transporte de fondos, el año pasado: unos dos atracos a mano armada, por semana, durante el 2019. Más de 3.500 atracos al arma blanca, el año pasado. Más de 4.500 robos de coches, en los últimos doce meses.
Bobigny, al noreste de París, tiene otras dos dimensiones altamente simbólicas. Es la ciudad “media” mas peligrosa de Francia. Es la ciudad que tiene el primer Hospital Franco-Musulmán de Francia, el Hospital Avicena, construido en 1938, en un intento de “integración” de la población magrebí que comenzaba a crecer. Fue en ese hospital y otros hospitales próximos donde la pandemia del Covid-19 comenzó a propagarse de manera inquietante a finales del mes de marzo pasado. Françoise Gigou, enfermera, me comenta: “Qué quiere que le diga. La inmensa mayoría de nuestra clientela son franceses o inmigrantes negros y / o musulmanes, africanos o magrebíes, de primera o segunda generación. Si toma usted al tranvía que comunica el hospital con París comprenderá como se puede disparar la propagación del virus. La higiene es muy modesta. Los hábitos culturales muy distintos. Y el hacinamiento evidente, palmario”.
El multiculturalismo de Bobigny tiene dos dimensiones: una criminalidad excepcional y una “experimentación política” de nuevo cuño.
Con 52.864 habitantes, Bobigny sufrió el 2019 más de 5.000 robos y degradaciones, 2.273 violencias físicas, más de 500 “delitos económicos”. Una situación de violencia diaria, con un equipo municipal muy multicultural. Abdel Sadi, abreviación de su nombre completo,
Abdel-Madjid Sadi (58 años), el alcalde de la ciudad, es un francés nacido en la periferia de París, en el seno de una familia de origen magrebí. Miembro del PCF, tiene en su equipo municipal a Lynda Benakouche, esposa de un personaje célebre, miembro de la Banda de los bárbaros, Jean-Christophe Soumbou, condenado a 18 años de cárcel por el secuestro, tortura y asesinato del miembro de una banda “enemiga”.
Abdel Sadi, el alcalde de Bobigny, nació entre Drancy (71.000 habitantes) y La Courneuve, otras dos ciudades altamente simbólicas en la geografía del nuevo salvajismo francés. Los nazis enviaban desde Drancy a judíos y gitanos a los campos de concentración y exterminio, alemanes. La Courneuve, por su parte, se ha convertido en uno de los feudos del salafismo francés, que los servicios de seguridad consideran como un semillero de vocaciones yihadistas.
Entre el 2014 y el 2019, La Courneuve ha sufrido una media de 10 / 12 homicidios o tentativas de homicidio por año, un centenar anual de violencias armadas contra fuerzas del orden, un centenar de estallidos de “peleas callejeras”.
Entre La Courneuve y Drancy estalló hace años una suerte de “guerra civil” entre musulmanes de distinta sensibilidad. En su día, las mafias salafistas amenazaron de muerte a algunos imanes partidarios del “dilálogo” entre musulmanes, cristianos y judíos. El imán Hassen Chalghoumi, presidente de una asociación partidaria del “diálogo” y la “integración”, debe vivir con escolta policial: sigue amenazado de muerte. La mezquita Al-Nour, donde Chalghoumi predica su versión del islam, está vigilada sistemáticamente por las fuerzas de seguridad del Estado.
El caso del imán Chalghoumi “solo” es uno entre una “nube” de enfrentamientos con muchos flecos violentos. Las bandas salafistas intentan imponer su “ley” en los barrios donde son “mayoritarias”. Pero deben afrontar una “competencia” de nuevo cuño. En las inmediaciones del centro comercial “L’Avenir”, en La Courneuve, son muy visibles y activos los centros, restaurantes y lugares de “recreo” donde comienzan a imponerse los musulmanes de origen turco, de una violencia temible.
Si Marsella es una de las “capitales” europeas del tráfico de armas, Saint-Denis, Bobigny y La Courneuve se han convertido en símbolos de un multiculturalismo indisociable de la inseguridad y la violencia suburbana. ABC, 21 septiembre 2020, Radiografía del aumento de la violencia en Francia.
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