“… algo inédito en la historia del arte…”.
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La conexión entre Francisco de Goya y el cine
Fernando R. Lafuente
En el origen del cine, ese arte total del siglo XX, está Goya. Juan Pedro Quiñonero plantea cómo el arranque del arte cinematográfico encuentra su viaje a la semilla en la creación a través de imágenes con la voluntad de fundar un idioma universal, no otra es la intención de los Caprichos, 1799, para lo que «se sirve de distintos planos, distintas perspectivas e iluminaciones editando y montando sus imágenes en secuencias visuales». Todo el ensayo es la búsqueda de ese origen, que se consumará con los Desastres de la Guerra (1810-1815) y los Disparates (1815-1824). La sensación del primer plano, el cúmulo caprichoso de perspectivas, la feliz conjunción de luces y sombras hacen que posean una identidad visual y artística propia, pero, como bien señala el autor, es la secuencia final, la sucesión de imágenes la que da sentido al conjunto.
Esto era algo inédito en la historia del arte. El uso de nuevas tecnologías permitía la creación de nuevos modelos estéticos. Realista y alegórico, grotesco, onírico, saturnal, carnavalesco: « Murnau, Lang, Dreyer, Hitchcock quizá fueron los primeros en hacer suyas las lecciones básicas de la narrativa visual goyesca». Plasmar el “instante decisivo” (Cartier-Bresson), el presente como eternidad (Borges), porque cuando uno contempla un cuadro o una película no contempla el pasado sino el propio presente de tal obra.
Formidable nómina
Punto esencial de este luminoso y documentadísimo ensayo es la traslación de la pintura a la pantalla a través de las tomas y colores a cargo de directores de fotografía como Almendros (Rohmer), John Alcott (Kubrick), Gregg Toland (Orson Welles), Burks (Hitchcock), Rotuno (Visconti) o Storaro (Bertolucci, Ford Coppola, Saura) que logran una luz propia a partir de la tradición pictórica y la presencia de Goya. El recorrido de Quiñonero es fascinante. En cualquiera de las obras citadas desde los Caprichos surgen las huellas cinematográficas que aquí se siguen, se trazan, se contrastan y se cuentan. De Méliès a Griffith, de Einsentein (ángulos y perspectivas) a Murnau o al Lang de Metrópolis; el Dreyer de Juana de Arco y el Buñuel de Tierra sin pan y La edad de oro; el Kubrick -«el más potente sucesor de Goya», según Theodore K. Rabb- de Barry Lyndon (sin olvidar la presencia de los Desastres en Senderos de gloria y La chaqueta metálica) al Wilder de El crepúsculo de los dioses (el cine como resurrección de los muertos al decir de Jünger), la fantasmagoría deslumbrante de Mr. Arkadín de Welles, los Sueños de Kurosawa y las Pinturas Negras, y el cromatismo deslumbrante de Vértigo del citado Hitchcock.
Quiñonero sigue un muy inteligente paralelismo, en tramas, enfoques y planos del aragonés y una formidable nómina de grandes directores cinematográficos. Con un sólido estilo ensayístico, Quiñonero desmenuza los secretos de la creación goyesca en cada capítulo, para, tras una memorable documentación pictórica y cinematográfica, fijar la relación entre Goya y el cine. Una obra de empaque histórico y larga proyección crítica. Un idioma universal que marcaría de manera indeleble, sí, el comienzo del cine. Nada menos. ABC Cultural, 26 septiembre 2020, La conexión entre Francisco de Goya y el cine, PDF.
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Goya.
Cine.
Carole says
Que se sale de la autopista, vamos.
JP Quiñonero says
Carole… ayayay… digamos que estoy contento con estas cosas, claro,
Q.-