Marie Denise Villers – Madame Soustras.
Más de trescientas mujeres, artistas, creadoras, pintoras, escultoras, vivas y muertas, han “tomado” varios museos parisinos proponiéndonos revisar, a través de sus obras y “tutores”, el puesto de la mujer en los nuevos rumbos del arte moderno, durante dos siglos.
[ .. ]
Comisariada por Martine Lacas, el Musée du Luxembourg propone un viaje al “nacimiento de un combate”, el reconocimiento del estatuto de la mujer artista, pintora, “Mujeres pintoras, 1780 – 1830. Nacimiento de un combate”.
A través de la obra de una veintena de mujeres de armas y pinceles tomar, comenzando por figuras emblemáticas, como Constance Mayer, Elisabeth Vigée-Lebrun, Adélaïde Labille-Guiard, Marie-Guillemine Benoît, Angélique Mongez, o Marie-Denise Villers, entre otras, el visitante descubre a grandes rasgos un paisaje mal explorado en las historias de arte “tradicionales”.
La exposición no solo presenta las obras de grandes creadoras: pone en su contexto la aparición de un “fenómeno” indisociable de las metamorfosis que estaban sufriendo el arte, la cultura, las sociedades francesas y europeas.
Esas pintoras, francesas, esencialmente, en esta exposición, no eran “feministas” a la manera del feminismo de nuestro tiempo: pura y sencillamente, “imponían” su trabajo y sus creaciones con una libertad que pudiera sorprender, sin olvidar prejuicios profundamente arraigados: prohibición de tratar el desnudo, dificultad de acceso al mercado artístico. Sin embargo, a juzgar por las revelaciones de esta exposición, las pintoras francesas de finales del XVIII y principios del XIX transgredían “alegremente” muchos de esos convencionalismos, con mucho “trapío” femenino. Marie-Denise Villers no duda en pintar una bacante dormida. Constance Mayer es una creadora libérrima.
El Centro Pompidou, por su parte, propone una revisión impresionante del puesto de las pintoras, esculturas y creadoras en el advenimiento de la abstracción artística. “El arte abstracto, en femenino”, reúne más de 500 obras de 106 artistas, europeas, asiáticas, hispanoamericanas, orientales, estadounidenses, entre 1860 y 1980. Una revisión excepcional, con poco antecedentes.
A lo largo de cuarenta salas bien diferenciadas, Christine Macel, conservadora en jefe y comisaria general, propone poco menos que una revisión global de los orígenes (femeninos) de la abstracción artística, no solo pictórica.
“El arte abstracto, en femenino” se abre con la obra de Georgiana Houghton, en el Londres de los años 60 y 70 del siglo XIX … una colección impresionante de dibujos abstractos, “inspirados por guías espirituales”, trabajando un “simbolismo sagrado”. Houghton fue redescubierta hace apenas seis años. Y esta exposición la sitúa en un umbral que hacer “retroceder” bastantes décadas la historia de la abstracción triunfante un siglo más tarde.
En la Suecia de 1906 a 1915, continúa la exposición, Hilma af Klint, inspirada por las teorías “teológicas” de Rudolf Steiner, realiza abstracciones geométricas que escapaban a todos los cañones de su tiempo. Al final de su vida, Klint exigió que toda su producción se “guardase”, oculta, hasta después de su muerte. Habría que esperar a los años 80 para conocer, en su totalidad, un legado abstracto, simbolista, con un puesto propio y desconocido en la historia del arte del siglo XX.
En el Moscú de 1911, Olga Rozanova, presenta obras futuristas, diferenciándose significativamente de sus colegas masculinos (Kasimir Malevitch). Fallecida prematuramente, fue víctima por partida doble: por mujer y por apartarse de los dogmas “estéticos” del comunismo soviético.
En el Londres de 1930, Barbara Hepworth comenzó a trabajar en el mismo estudio que su marido, Ben Nicholson. Durante los diez, quince, veinte años siguientes, Hepworth ganó cierta gloria, entre la escultura abstracta de su época. Comparada con frecuencia con Henry Moore, ella nunca aspiró a ser considerada como “artista de género”. Andando el tiempo, su obra se inscribe por partida doble en la historia del arte: como creadora original y como mujer más allá de las polémicas “feministas”.
En el Líbano, Beyrut, de la inmediata posguerra mundial, Saloua Raouda Choucair consiguió imponer un género y obra con raros precedentes: una “síntesis” entre la abstracción occidental y la “abstracción islámica”. A caballo entre las creaciones occidentales que descubre desde la atalaya parisina y las tradiciones orientales de un Líbano cosmopolita, por aquellos años, Choucair crea una obra misteriosa, enigmática, roturando tierras vírgenes.
Fahrelnissa Zeid en Estambul, Maria Helena Vieira da Silva entre Lisboa y París, Sonia Delaunay en París, Louise Bourgeois, entre París y Nueva York… entre un interminable etcétera de artistas, europeas, asiáticas, norteamericanas, descubren insospechados horizontes.
Quizá están poco o nada representadas las grandes creadoras españolas, de María Blanchard a Maruja Mallo. Por el contrario, las salas consagradas a las creadoras norteamericanas ponen de manifiesto historias mal conocidas, comenzando por el “machismo” no siempre velado de muchos de los grandes patriarcas de la abstracción y el expresionismo abstracto norteamericano, de Mark Rothko a Jackson Pollock y Willem de Kooning. Ser mujer y artista, en el Nueva York de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, cuando la gran metrópoli estaba sustituyendo a París y Berlín como capital mundial del arte, no era nada fácil. Y los señores podían llegar a enfurecerse si una colega se obstinaba posar con ellos en una fotografía de grupo…
Sin duda, muchas de las grandes creadoras, como Joan Mitchell y Louise Bourgeois, fueron reconocidas relativamente pronto. Pero, finalmente, su obra también se comprende mejor desde una perspectiva global.
En el París de principios y mediados del XIX, las pintoras y artistas debían sufrir los problemas “tradicionales” de la condición femenina. Pero su trabajo era aceptado sin polémicas excesivas. En el Nueva York de 1951, Lee Krasner, Elaine de Kooning o Helen Frankenthaler, por el contrario, tuvieron muchos problemas para poder ser “aceptadas” entre los grandes del expresionismo abstracto, la gran escuela “dominada” por señores “subversivos” que se fotografiaban con traje y corbata, para dar “bien” en revistas como Life. Más tarde, grandes creadoras como Lynda Benglis, han tenido que batallar lo suyo para terminar imponiéndose en sus diversas vertientes de pintora, escultora, fotógrafa, “performer”.
En el Museo de Arte Moderno de París (MAMP), Odile Burluraux y Suzana Sousana proponen una revelación: “El poder de mis manos: Áfricas: artistas mujeres”… Obras de Stacey Gillian Abe, Njideka Akunyili Crosby, Gabrielle Goliath, Kudzanai -Violet Hwami, Keyezua, Lebohang Kganye, Kapwani Kiwanga, Senzeni Marasela, Grace Ndiritu, Wura-Natasha Ogunji, Reinata Sadimba, Lerato Shadi, Ana Silva, Buhlebezwe Siwani, Billie Zangewa, Portia Zvavahera, entre otras, mujeres africanas en vanguardia, a su manera, en terrenos tan diversos como la “performance”, la fotografía, los textiles, la abstracción y la figuración… un continente de mujeres, por descubrir.
Más de trescientas mujeres, creadoras, vivas y muertas, europeas, americanas, asiáticas, africanas, han “tomado” varios museos parisinos. Todavía quedan muchas mujeres por descubrir en la historia del arte. ABC, Más de trescientas mujeres de cinco continentes ‘toman’ varios museos de París.
[ .. ]
Wura Natasha Ogunji – Ema Edosio.
[ .. ]
La mujer y el arte en el siglo XX.
“¿Quién tiene miedo a las mujeres fotógrafas?”.
Las mujeres y el arte: una Crucifixión rosa.
Arte.
Fina says
Quiño,
Me dejas anonadada, con tus conocimientos de arte contemporáneo…
Gracias!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Anda, anda … me limito a describir lo que veo … sin entrar en mucho más allá y evitando las opiniones, que serían improcedentes, las más de las veces, me temo,
Q.-