Cergy-Pontoise, agosto 2016. Foto ¿? RTL / Le Parisien.
Annie Ernaux (Lillebonne, Seine-Maritime, 1940), decana y gran dama de la literatura francesa de nuestro tiempo, es una mujer de una juventud desarmaste y arrolladora cuando habla de la vida de cada día, íntima y colectiva, alejadísima del narcisismo a la moda parisina.
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Mira las luces, amor mío (Cabaret Voltaire) es uno de sus libros más famosos, sencillos y luminosos: el diario de su frecuentación de una gran superficie de la periferia parisina, en el pueblo de Cergy-Pontoise(66.000 habitantes), donde vive … A través de sus anotaciones sobre la publicidad, el comercio, los jóvenes, las mujeres, el público, Annie Ernaux ilumina un paisaje íntimo y coral de la nueva Francia, no solo multicultural.
Paisaje que tiene mucho de crónica feliz e implacable de una nueva Francia y sus “nuevos franceses” de nuevo cuño, de muy distinta piel, cultura, sensibilidades, ilusiones, no siempre incompatibles y antagónicas.
–¿Qué tal su confinamiento?
-Bien. Vivo un poco aislada, lejos de la gran ciudad, en Cergy. Y tenía los servicios básicos a la mano. Bien. A mi edad, vivir tranquila y aislada es más llevadero que a otras edades.
–¡Pero su palabra y su escritura son muy jóvenes!
-Ah, qué cosas dice. Pero ya no tengo las necesidades de salir por las noches de una mujer de veinte años.
–Sospecho que su cólera jupiterina contra Emmanuel Macron sigue intacta.
-Sospecha usted bien. Pero, oiga, es una cólera respetuosa, tranquila, no voy a ninguna manifestación callejera para abofetearlo, como ocurrió días pasados.
–¿Le pareció sintomático que un francés en el paro y sin perspectivas de empleo diese unas bofetadas al presidente de la República?
-Sí y no. De entrada, era un señor de extrema derecha. Las bofetadas no son un comportamiento democrático. Por otra parte, Macron se comporta como un “príncipe” altivo, que todo lo puede. Y ese comportamiento suscita muchas reacciones negativas.
–Algunos “chalecos amarillos” se paseaban con imágenes de Macron conducido a la guillotina. Si hubiese que creer a los sociólogos, buena parte de la Francia profunda y humilde es muy hostil al presidente.
-Hay algo de “restos” del Antiguo Régimen. En la V República, el presidente tiene algo de “monarca absoluto”. De ahí esas reacciones populares.
–En otro tiempo, la imagen canónica de un pueblo francés podía “resumirse” en una iglesia, una alcaldía y un “bistrot” en la plaza del pueblo … ¿Terminarán los centros comerciales “sustituyendo” esa realidad de otra época?
-Si y no. El pequeño pueblo tradicional quizá siga existiendo, en algún lugar. Y los grandes centros comerciales se han impuesto como realidades… con una diferencia, esencial. En el pequeño pueblo, cada cual era y es libre de entrar y salir de la iglesia, la alcaldía, el bar, el “bistrot”. En el centro comercial, esa libertad está muy condicionada, por razones empresariales, económicas, incluso políticas de fondo. Al mismo tiempo, los grandes centros comerciales se han convertido en lugar de encuentro, lugar de citas, lugar de dar un paseo, en soledad, entre amigos, en familia, entre bandas de jóvenes.
–Al mismo tiempo, también tienen algo de “totalitario”: todo el mundo está fichado, fichado, fotografiado, a cada instante.
-Ah … un día, sentí la tentación de hacer algunas fotografías. Me “disuadieron” expeditivamente. Luego me dije que fotografiar niños negros en un híper quizá era una forma de violar su identidad y derecho a la imagen.
–Usted es una de las raras escritoras francesas, si no la única, que ha escrito sobre los centros comerciales, desde hace mucho. Hija de pequeños comerciantes de pueblo, víctimas de la aparición de los supermercados, ha visto la evolución de las grandes superficies, en Francia, en Londres y otros países europeos. ¿Cómo ha percibido esa evolución?
-Fue algo muy rápido. Mis padres perdieron su pequeña tienda: toda su clientela comenzó a hacer sus compras en el super. Quizá se trata de una metamorfosis mundial. En el caso francés, las grandes superficies están siguiendo el modelo norteamericano: grandes superficies donde está todo, del cine al papel higiénico. Quizá haya una constante, de la pequeña tienda de mis padres a las grandes superficies de nuestro tiempo: son las mujeres las que hacen las compras esenciales; son las mujeres las que hacen las “listas de la compra”. La mujer estaba en el corazón de la clientela de la tienda tradicional y está en el corazón de la compra en el super, el híper y las nuevas grandes superficies.
–Sin embargo, los movimientos feministas oficiales se interesan poco a esa realidad.
-No sé nada de los movimientos feministas oficiales. Por otra parte, la mayoría de las militantes que salen por la radio y la tele viven en París o en grandes ciudades, muy alejadas del fenómeno social de las grandes superficies, que es cosa de la periferia. Lo que se ve cuando se vive en la periferia es esa realidad de la mujer, con su carrito, haciendo ella sola las compras esenciales que aseguran el funcionamiento de la vida. Mujeres francesas libres, mujeres musulmanas con velo, mujeres africanas, mujeres asiáticas, van solas a la gran superficie. Solas o con sus hijos. Se trata de una realidad que va mucho más allá de la mera sociología, comienza por ser una constatación.
-Esa realidad también habla de la nueva Francia multicultural.
-Efectivamente. Se trata de una realidad más visible en las grandes superficies que en los barrios bien de París. En Cergy, donde yo vivo, viven hombres y mujeres de más de un centenar de nacionalidades. Y en nuestro centro comercial nos cruzamos mujeres musulmanas con velo, mujeres africanas con muchos hijos, mujeres asiáticas que viven a su manera. Nos cruzamos a distancias muy cortas. Y el híper se cuida muy mucho de atender las necesidades básicas de esa diversidad.
–¿Hay “convivialidad multicultural”? ¿Se pasa bien esa diversidad?
-Algunos amigos parisinos, cuando vienen a verme, me dicen que han visto muchos negros o muchos musulmanes. Cuando vuelvo a París, una vez al año, a mi me ocurre lo contrario. Veo “demasiados” blancos y menos negros y musulmanes de los que cruzo en el centro comercial de Cergy. Usted me dirá que en París también hay barrios multiculturales, como el Mercado de Aligre. Pero es otra cosa. Personalmente, cuando vuelvo a la capital, temo que haya mucha segregación inconfesable. En el híper, alguna vecina puede comentar que no soporta a las musulmanas con velo. Pero otras vecinas han terminado acostumbrándose.
–De alguna manera, la gran superficie es algo parecido a la nueva Francia multicultural, un “archipiélago de comunidades” que no siempre llegan a entenderse, como dice Jérôme Fourquet.
-Bueno … en la gran superficie, los responsables se ocupan de ofrecer a esa diversidad de clientelas los productos que convienen a cada cual. En el híper también se “celebra”, comercialmente, el ramadán o el año nuevo chino. Y a nadie le sorprende.
–A finales del siglo XIX, Baudelaire y el Zola de Le Bonheur des Dames… estimaban que los grandes almacenes de la época eran algo así como “catedrales” de la nueva vida moderna. ¿Calificaría de ese modo los centros comerciales de nuestro tiempo?
-Hummmm … el futuro de los grandes centros comerciales está ligado a la alta política, el futuro del capitalismo, el futuro del liberalismo comercial… se compran productos de otros continentes, para conseguir precios más baratos … las catedrales no tenían esa función.
–Profesora de literatura, escritora, gran dama de la literatura francesa… la presumo alejadísima de la “vida literaria” parisina. Su pasión por las realidades más crudas está muy lejos del “narcisismo” y el “mirarse al obligo” de la inmensa mayoría de la literatura francesa de nuestro tiempo.
-Lo que usted llama “vida literaria” quizá nunca ha sido mi fuerte, no. Siempre he sido una mujer de compromisos.
–Su libro se llama Mira las luces, amor mío. ¿Es un mensaje de esperanza.
-Deambulando por un híper, contemplando las idas y venidas de las madres, acompañadas de sus niños, mirando, descubriendo juguetes, regalos, guirnaldas, decoraciones con lucecitas de colores, cuando llega la Navidad … me dije que, bueno, la luz, las luces, también iluminan nuestro amor, nuestros deseos, nuestras ilusiones. Y, desde esa óptica, efectivamente, mirar la luz, maravillarse ante el espectáculo de la luz, tocándolo todo con su resplandor, es una manera de compartir la ilusión, la esperanza, el amor. ABC, Annie Ernaux: “Cuando vuelvo a París, una vez al año, veo demasiados blancos”. PDF.
Fina says
Quiño,
Admiro a las grandes damas…
JP Quiñonero says
Fina,
También hablas como una gran señora, oye…
Q.-
Fina says
Muchas gracias, Quiño,
…por tus palabras siempre animosas, por tu tiempo, por todo. 🙂
JP Quiñonero says
Fina,
Graciasssss
Palanteeeeeeee
Q.-