
Estampa (1830) de Léon Cogniet (1794-1880), alegoría de las metamorfosis de la bandera de Francia.
Emmanuel Macron ha cambiado el color azul de la bandera de Francia, para darle un tono más «vigoroso» y «marcial», aspirando a «reanudar» con la tradición «revolucionaria» de 1789, que ya estuvo muy presente en su triunfante elección presidencial del 2017, con un libro y programa político que se llamó «¡Revolución!».
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Los colores de la bandera nacional, azul, blanco y rojo, permanecen intactos desde 1794. Con dos matices quizá significativos.
En 1976, Valery Giscard d’Estaing decidió modificar ligeramente el azul tradicional de la bandera francesa, dándole una tonalidad «cobalto», más «amable» y menos «brutal», «más próxima al azul de la bandera europea». El retrato oficial de Giscard, en su día, fue realizado por Jacques Henri Lartigue, y quizá sea el mejor de los retratos de un presidente francés: un presidente joven con una bandera nacional ondeando, ligeramente retocada, con el fin de «armonizar» los tonos.
Cuarenta y cuatro años más tarde, el mes de julio del 2020, el presidente Macron, decidió dar otro cambio de matiz, tras una larga reflexión y conversaciones con el escenógrafo oficial del Elíseo, Arnaud Jolens: volver a dar al azul de la bandera nacional el tono azul marino, original y más «viril» de la bandera nacional de 1794.
En un país que tiene incontables críticos de arte, críticos de fotografía, infinitos exégetas de la vida pública, nadie había advertido ese sutil cambio del color azul de la bandera nacional. Hasta que dos periodistas, autores de un libro titulado «Elíseo confidencial», recién publicado, han descubierto el «pastel», que solo afecta, por ahora, a un número relativamente reducido de banderas nacionales: las que ondean en el Elíseo, varios ministerios e instituciones. La lenta sustitución de la bandera nacional, en toda Francia, se irá realizando «sin prisa pero sin pausa».
El Elíseo no ha deseado comentar por extenso una decisión «puramente estética», según las fuentes oficiosas, insistiendo en que «no se trata de modificar en profundidad los símbolos de la República».
A seis meses de la próxima elección presidencial, la decisión parece cargada de una poderosa dimensión simbólica.
Macron fue elegido presidente prometiendo una «revolución», liberal – reformista: «reformar Francia para refundar Europa». En marcha, inconfesable, la nueva campaña presidencial, se descubre, con retraso, que el mismo Macron desea devolver a la bandera nacional sus colores «más viriles y marciales», fiel a la tradición de la primera de las revoluciones francesas, la de 1789 – 93.
Bueno. Sin duda, la elección de un color azul «más vigoroso» quizá no cambie el voto de muchos millares de franceses. Pero la insistencia en los «valores» y «principios» de la revolución que fundó la Francia moderna confirma la ambición presidencial más profunda: presentar un proyecto político «gaullista», una «casa común», donde pudieran tener cabida políticos y electores de centro, derecha, centro izquierda y centro derecha, enarbolando la bandera y el sable en ristre, a caballo y paso de carga, en la magna tradición bonapartista, enarbolando una bandera «muy viril». ABC, Macron impone un azul «más viril» para la bandera nacional.
Todo se explica:
Macron, absolutismo posmoderno.
Las cuatro derechas de Macron.
Macron, de Luis XIV a Giscard, pasando por Napoleón y de Gaulle.
Símbolos de realidades. Realidades de símbolos. Ficciones de realidades. Realidades de ficciones. Ni el mapa es el territorio. Ni la bandera es un país. Ni el caso particular es el general . Ni el general es el particular. Cambiando palabras algunos han creído cambiar la realidad. Los cuentos que nos cuentan de pequeños serán nuestras realidades de mayor enseñaba Platón. Cuando más irracionales son las ideologías más durán y cuando más esfuerzo requieren entenderlas menos durán. Ni cambiando colores de una bandera solucionará ciertos problemas pero si no construyendo un submarino nuclear o un portaaviones pues muchos países no tienen y no pasa nada. Tendrá razón K. Lorenz premio nobel de medicina que el pensamiento lenguaje conceptual es una de las principales causas de la violencia civilizadora. Un mundo movido por símbolos y conceptos es nuestro mundo. Una patria con su bandera y sus colores es lo que queda de la revolución para Macron y alguna cosa más esperemos. Los humanos construyen sus casas pero no sabemos porqué las destruyen.
Jose,
Oséase, un lío, vamos.
Me quedo en la más primaria «sociología» de la cuestión macroniana: una operación cosmética con muchos flecos políticos…
Q.-
Josep,
El trato con filósofos es una gozada, ayuda a pensar y reflexionar sobre la esencia de las cosas, los hombres, el universo…
¿Qué son la realidad, los símbolos, los conceptos…?
¡Cómo me gustaría poder «filosofar» frente a un aromático café con una magdalena a lo Proust, o frente a un chocolate con churros…!