Cour d’honneur / Patio entrada del Elíseo, 9 marzo 2022. Foto JPQ.
La guerra de Vladimir Putin contra Ucrania ha convertido a Emmanuel Macron, presidente en funciones de la Unión Europea (UE) y candidato a su propia reelección como presidente francés, en las elecciones del 10 y el 24 de abril, en federador de todas las sensibilidades trasatlánticas, «jefe de guerra» y «padre de la patria» amenazada por inquietantes extremismos.
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Históricamente, desde el general de Gaulle, todos los presidentes franceses de la V República han defendido un «diálogo privilegiado» con Moscú, compatible con una solidaridad sin falla con Washington y la OTAN. De la crisis de los misiles de Cuba (1962) a la crisis de los euromisiles (1977 – 1987) Francia siempre fue un aliado sólido, con criterio propio.
Durante las intervenciones rusas en el Cáucaso / Georgia (de 1994 a 2009) y Crimea (2014), Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy oficiaron de «intermediarios» con distinta fortuna.
Tras el estallido de la guerra de Donbass, al este de Ucrania, el 2014, François Hollande, presidente francés, y Angela Merkel, canciller de Alemania, fundaron las negociaciones del Formato Normandía, con la participación de Moscú, Kiev, Berlín y París.
Iniciada la nueva guerra «putiniana» contra Ucrania, a finales de febrero, Emmanuel Macron y Olaf Scholz, canciller alemán, se apresuraron a proponer el relanzamiento del Formato Normandía. Sin éxito. Scholz decidió eclipsarse, parcialmente. Presidente en funciones de la UE y presidente / candidato a su propia reelección, Macron decidió jugar a fondo la carta tradicional francesa: oficiar de «intermediario». Por razones personales, nacionales, y europeas.
La sucesión de conversaciones telefónicas aparentemente fallidas entre Macron y Putin, desde finales de febrero, ha permitido conocer con relativa precisión directa la realidad más cruda: «Le peor está por venir», comenzó advirtiendo el presidente francés, muy pronto. El antiguo diálogo entre Macron y Putin, comenzado hace años en el palacio Versalles, en la Sala de las Batallas donde se celebró la última cumbre europea, terminó agriándose de mala manera. Y Macron envió un mensaje claro: «Putin ha cambiado». Le Drian, su ministro de asuntos exteriores, dio una «lectura» más cruda de los diálogos en la cumbre presidencial: «Putin no debiera olvidar que Francia también es una potencia nuclear».
El diálogo directo con Putin también tiene un precio. Cuando Joe Biden califica de «carnicero» a Putin, Macron matiza su visión personal: «Yo intento proteger mi país de una escalada de guerra. Insultando o calificando creo que no sería muy eficaz. Nosotros, franceses, europeos, no debemos ceder a ningún tipo de escalada. En tanto que europeos, no debemos olvidar nuestra geografía y nuestra historia. Nosotros no estamos en guerra contra el pueblo ruso».
El matiz franco-macroniano comienza por tener una dimensión europea. Tras la gran retórica de la «unidad», en la UE cohabitan tres, cuatro o cinco sensibilidades, que no siempre son compatibles, como ha recordado el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski: Ucrania … y el arte de la guerra de Putin, Biden y Macron ¿Europa? ¿EE. UU.?
En tanto que presidente en funciones de la UE, Macron debe «representar» y no enfrentar posiciones veladamente próximas a Putin y posiciones «duras» contra el imperialismo ruso. De ese modo, el presidente francés también intenta avanzar una vieja ambición francesa: construir algo parecido a un «pilar europeo» de la OTAN, un tímido proyecto de «soberanía militar», aceptable por europeos de distinta sensibilidad.
Los equilibrios europeos de Macron también tienen una palmaria dimensión nacional, política, electoral.
Antes del inicio del intento de invasión rusa de Ucrania, Macron se cotizaba como ganador seguro de las dos vueltas de la inminente elección presidencial. La guerra en curso confirma esa cotización de manera espectacular, cuando Francia asiste a una descomposición histórica de su modelo político tradicional, acelerado por la crisis ucraniana.
Según los últimos sondeos, estas son las intenciones de voto en la primera vuelta del 10 de abril: a la cabeza, siempre, Macron, con un 28 % de intenciones de voto, seguido de Marine Le Pen (extrema derecha) con un 17,5, Jean-Luc Mélenchon (extrema izquierda) con un 14 %, Éric Zemmour (ultra derecha) con 11,5, Valérie Pécresse (derecha tradicional) con 10, Yannick Jadot (ecologista) con un 7, Fabien Roussel (comunista) con 3,5 y Anne Hidalgo (socialista) con un 2 %… Con muy pocos matices, esos son los pronósticos que se suceden desde primeros de enero, «agravados» por la guerra en Ucrania.
Hace meses se hablaba de una «recomposición» del paisaje político francés. Hoy, nadie duda que Francia está viviendo el hundimiento fáustico de las familias políticas tradicionales, el socialismo y la derecha de los padres fundadores de la V República.
Entre François Mitterrand, presidente entre 1981 y 1995, y François Hollande, presidente entre 2012 y 2017, el PS, el socialismo francés, fue la fuerza política dominante durante varias décadas. El PS conquistó el poder prometiendo la «ruptura con el capitalismo» y la construcción del «socialismo a la francesa». Hoy, Anne Hidalgo, hija de emigrantes y alcaldesa de París, tiene entre 1,5 y 2 % de intenciones. Trágico hundimiento histórico del socialismo francés.
La derecha tradicional, la que encarnaron Charles de Gaulle, Valery Giscard d’Estaing, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, comenzó construyendo el régimen de la V República y encarnó distintas modalidades de conservadurismo autoritario, conservadurismo nacionalista, conservadurismo liberal, conservadurismo reformista… Hoy, apenas cuenta con un 9 o un 10 % de intenciones de voto. Hundimiento histórico, igualmente, cuando las fuerzas políticas emergentes y ascendentes son los populismos de extrema izquierda, extrema y ultra derecha, que nunca ocultaron sus simpatías expresas o «difuminadas» hacia Vladimir Putin.
Le Pen (extrema derecha), Mélenchon (extrema izquierda) y Zemmour (ultra derecha) son los principales rivales de Macron en la escena política electoral. La familia le Pen estuvo financiada por Putin durante varias décadas. Marine Le Pen lucía con orgullo sus fotos personales con Putin, en el Kremlin. Mélenchon comenzó admirando la «autoridad» putiniana. Y Zemmour llegó a escribir que deseaba un Vladimir Putin para Francia…
El intento de invasión de Ucrania ha forzado a sus admiradores a moderar su lenguaje, intentando «olvidar» sus posiciones bien conocidas.
El hundimiento del conservadurismo tradicional y el socialismo francés instala a Macron en el corazón político de Francia: en la «casa común» de la «macronía» caben ex ministros conservadores de Sarkozy y ex ministros socialistas de Hollande. La gran mayoría de los antiguos líderes socialistas han anunciado que votarán Macron. La elite conservadora de las últimas décadas se ha decantado mayoritariamente por el presidente candidato a su propia reelección. Sarkozy guarda silencio, evitando «comprometerse».
Esa posición central, contra los extremismos de izquierda y derecha, también obliga a Macron a la más extrema prudencia verbal.
Como «jefe de guerra», debe intentar equilibrar su lenguaje, por razones diplomáticas (tener línea abierta con Putin) y por razones electorales: un lenguaje «duro» le haría perder electores moderados de izquierda y derecha. La firmeza de fondo aspira a ser compatible con la moderación verbal.
Como «padre de la patria» debe defender los intereses nacionales, en Francia, Europa y la escena internacional. Y, desde la óptica macroniana, los calificativos de «asesino» y «carnicero» tiene una eficacia nula, potencialmente peligrosa.
El calendario electoral francés y el calendario institucional europeo iluminan la «cúpula» de esos equilibrios personales y presidenciales.
Macron puede aspirar a ser reelegido presidente el próximo mes de abril. Y su reelección le permitirá hacer avanzar los grandes proyectos nacionales en el seno de la UE: intentar reformar la financiación de la Unión, intentar hacer avanzar el proyecto de «autonomía» o «soberanía estratégica» (industrial, militar, etcétera), intentar negociar nuevas formas de control de las fronteras y solidaridad humanitaria.
Durante su intermitente campaña electoral, Macron ha prometido reformas de carácter liberal (a la francesa), como contener o bajar los impuestos, con evidencias menos entusiasmantes: «Será necesario trabajar más». Liberal reformista, Macron promete gestos a su izquierda y a su derecha, presentándose como una fuerza de equilibrio contra los excesos y extremismos, no solo verbales
Reelegido presidente, si no ocurre una catástrofe imprevisible, Macron deberá afrontar problemas menos «heroicos»: poder adquisitivo, precio de los combustibles, inflación, reforma del sistema nacional de pensiones, precariedad social y laboral … son temas siempre pendientes, que corren el riesgo de recobrara su visibilidad semanas o meses después de la elección presidencial.
Macron tiene un inglés muy fluido y un español muy potable, que le permite comprender y esperar el muy taurino: «Que Dios reparta suerte». ABC, Macron fuerza de equilibrio entre las divisiones europeas la retórica de Biden y los extremismos populistas que están fragmentado Francia y Europa. PDF.
Ucrania … y el arte de la guerra de Putin, Biden y Macron ¿Europa? ¿EE. UU.?
José says
Si Europa se ha vuelto irrelevante para EEUU el mundo occidental está en peligro cómo pensaba de Gaulle. El imperio anglo es el superviviente en el siglo XXI . Ha hecho todo lo posible y continúa haciéndolo para evitar que europa sea una potencia deshaciendo los estado nación y dejando solo una Alemania como cabeza desarmada que dirija lo que queda de Europa. Francia continúa mirando a Rusia y no quiere otro encontronazo como el de Napoleón que aún sirvió de tema para el gran Arte europeo incluyendo el ruso. Las grandes novelas del diecinueve son rusas y francesas. Después las guerras sirvieron para acabar con el Arte. En esta postmodernidad solo los chicos de Eton con sus distopías acertaron con las dos selvas una artificial del gran hermano y el corta pega genético y otra natural como distracción de turistas. La política ha quedado en manos de oligarcas rusos y americanos intentando controlar el mercado pero mientras tanto aparecen nuevas potencias con gran capacidad de destrucción es el principio de un nuevo desorden mundial. Macron Putin Biden y otros nos distraen llenando las pantallas y distrayendo nos en nuestros sofás como buenos europeos y mirando hacia arriba buscando soluciones donde no las hay. Esperando que dure aunque sea con más protagonistas y que tarde en llegar el final de el sin embargo el sistema ya no funciona. Las luces de la sala se encenderán y todos saldremos.
JP Quiñonero says
José,
Bueno … en realidad, la seguridad de Europa la siguen pagando los contribuyentes americanos, con sus impuestos.
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Europa, encantada: unos pidiendo fondos europeos para pagar facturas pendientes… otros, dejando que sean los americanos quienes aseguren la integridad de sus fronteras…
Q.-
Fina says
Josep,
Me pregunto con qué caras saldremos cuando se enciendan las luces de la sala y termine la función…
Veremos, con suerte, dónde nos conduce este desorden mundial…