Rue Caulaintcourt, 2 abril 2022. Foto JPQ.
En una Francia conservadora, muy conservadora y ultraconservadora, el partido de los patriarcas conservadores que fundaron el régimen de la V República, de Gaulle, Pompidou, Giscard, Chirac, está al borde de un precipicio sin fondo conocido.
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A dos / tres días de la primera vuelta, el domingo que viene, Valérie Pécresse, la candidata a presidenta de Los Republicanos (el partido de Nicolas Sarkozy), tiene un 9 % de intenciones de voto. A su derecha, extrema y ultra, Marine Le Pen (extrema derecha), tiene un 24 % de intenciones de voto, y Éric Zemmour (ultra derecha) un 8,5 %. Es decir, la candidata conservadora tiene 15 puntos menos que la extrema derecha, apenas un punto muy corto por delante de la derecha ultra.
La derecha tradicional ya perdió las presidenciales de 2017, iniciándose un proceso de hundimiento relativo que puede culminar este fin de semana.
Entre 1958 y 1981, veintitrés años, de Gaulle, Pompidou y Giscard echaron los cimientos de la modernización institucional, económica, social y cultural de Francia. Entre 1995 y 2012, diecisiete años, Chirac y Sarkozy continuaron intentando articular una Francia conservadora que comenzaba a agrietarse. Esa doble herencia de cuarenta años de conservadurismo nacional es la que está hundiéndose sin remedio aparente en la primera vuelta de las presidenciales del domingo, cuando la candidata conservadora será previsiblemente eliminada, privando a la derecha tradicional de su presencia en la segunda vuelta de la elección reina del modelo político francés.
Catástrofe histórica: el partido heredero de los patriarcas fundadores camina sin rumbo conocido hacia un destino imprevisible.
Valérie Pécresse ha presentado un programa reformista conservador: controlar el déficit y la deuda pública, bajar los impuestos, favorecer las inversiones productivas, combatir la inmigración ilegal, reforzar la lucha contra el islamismo, reforzar el puesto de Francia en la UE y la Alianza Atlántica … problema más o menos parecido al de Emmanuel Macron, más voluntarista, menos liberal. En vano.
La crisis de Los Republicanos comenzó mucho antes de la elección de Pécresse como candidata a la presidencia, con un «éxodo» de personalidades conservadoras, que decidieron integrarse en el proyecto político de Macron.
Édouard Philippe, antigua consejero de Alain Juppé, primer ministro de Jacques Chirac, fue primer ministro de Macron. Bruno Le Maire, ministro de finanzas de Macron, ya fue candidato conservador (católico) a las presidenciales del 2017. Gérald Darmanin, ministro del Interior de Macron, fue portavoz oficial de Nicolas Sarkozy. Renaud Muselier, presidente de la región PACA (Provenza, Alpes, Costa Azul), anunció hace semanas que votaría Macron. Éric Woerth, ex ministro de los presupuestos del Estado de Sarkozy, anunció de manera espectacular su «apoyo» a Macron, en detrimento de su propio partido, Los Republicanos …
El «éxodo» de ex ministros, dirigentes, líderes regionales de la derecha tradicional, abandonando su partido, para intentar integrarse en la nueva familia política que Macron aspira a crear, ha coincidido con un vacío de ideas y las «cacerolas» de los escándalos y procesos perdidos por Nicolas Sarkozy, condenado el mes de marzo del 2021 a un año de prisión firme y dos con remisión de pena, culpable de delitos de corrupción y tráfico de influencias.
Sarkozy denunció, en su día, hace un año, un «proceso político», presentando un recurso suspensivo. El ex presidente volverá a ser juzgado, en segunda instancia, en una fecha todavía desconocida. Quedan unas «cacerolas» devastadoras: un exjefe de Estado, abogado en ejercicio, miembro de varios consejos de administración de grandísimas empresas, conferenciante internacional, confidente político de Emmanuel Macron, presidente en ejercicio, condenado a una pena de cárcel sin precedentes en la historia política contemporánea.
Oficialmente, Los Republicanos hicieron «piña» con Sarkozy, confirmándole de puertas a afuera su apoyo y confianza «absolutas». Quedaba, en suspenso, en la sombra, un perfume de incertidumbre profunda: el líder histórico de la derecha, el presidente que refundó el partido, envuelto en una imprevisible tela de araña judicial.
Condenado por delitos de corrupción y tráfico de influencias, a la espera de un nuevo proceso, Sarkozy no podía ser un referente electoral. Los Republicanos tenían otro problema de fondo: buena parte de la elite conservadora había desaparecido, se había eclipsado o se había pasado al bando de Macron.
No sin cierta temeridad, Valéry Pécresse decidió afrontar el desafío, en tanto que presidenta en funciones de la región Isla de Francia, la más rica, poderosa e influyente, donde ha dejado una herencia de sólida competencia.
Acompañada de un equipo de modestas «eminencias»: Michel Barnier, ex comisario europeo, un conservador moderado muy alejado de la Francia profunda; Xavier Bertrand, presidente de la región Altos de Francia, eterno segundón nada carismático; y Eric Ciotti próximo a Éric Zemmour, el candidato de ultra derecha. Ese equipo ha contribuido a acelerar el eclipse final y la catástrofe anunciada de la candidata conservadora. ABC, Hundimiendo histórico de la derecha y la izquierda tradicionales en Francia + PDF.
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