Quai de Montebello, 11 abril 2022. Foto JPQ
A las pocas horas del estallido del gigantesco e histórico incendio que pudo destruir la catedral de Notre-Dame de Paris, entre el 15 y el 16 de abril de 2019, Emmanuel Macron declaraba: «Reconstruiremos juntos nuestra catedral: es una parte esencial de nuestro destino francés».
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El incendio estalló a última hora de la tarde del 15. Un equipo de bomberos tardó más de 15 horas en extinguir completamente el fuego. Las llamas destruyeron partes esenciales de uno de los grandes monumentos de la civilización europea, amenazado de derrumbe si no se tomaban medidas excepcionales con rapidez.
Antes siquiera que el incendio fuese definitivamente controlado, el presidente Macron se presentó en Notre-Dame para lanzar un mensaje a la Nación: reconstruir la catedral era una tarea colectiva del pueblo francés, sin duda; y de los pueblos europeos, quizás, tratándose, con otras catedrales y monumentos, de Escocia a Grecia, de Hamburgo o Kiev a Sevila, de una pieza esencial de la construcción espiritual, cultural, social y política de Europa.
Veinticuatro horas después del estallido del incendio, Macron nombró a un militar, el general Jean-Louis Georgelin, como representante especial del jefe del Estado, responsable directo de vigilar del avance de los procedimientos y trabajos consagrados a la salvación y restauración de Notre-Dame, con una ambición intacta: la catedral debía estar completamente restaurada, abierta al público, consagrada a su doble misión religiosa y secular, cinco años después del incendio, el 15 de abril del 2024. Jubilado desde el 2010, antiguo Jefe de Estado Mayor de los Ejércitos (JEME), la máxima autoridad militar del Estado, después del presidente de la República, Georgelin tenía fama de «enérgico», sin miedo a usar un lenguaje «crudo» con mucha «franqueza». Asumió su tarea con un rigor marcial.
Presidente del Ente público responsable de la reconstrucción de Notre Dame, Georgelin inició una tarea única en su género, por su complejidad: dialogar y tranquilizar a las familias y comerciantes del barrio, hacer de «puente» entre el ministerio de Cultura y muy diversas instituciones, canalizar la gestión de los fondos financieros que comenzaron a recolectarse a través de una gran suscripción nacional e internacional.
Grandes grupos multinacionales, particulares afortunados y menos afortunados, grandes, pequeñas y medianas empresas, se apresuraron a donar u ofrecer dinero, a fondo perdido. En muchos comercios y grandes superficies, cualquier particular podía hacer una pequeña donación. En menos de un semestre se consiguieron más de 800 millones de euros. Un año después, las donaciones y promesas oscilaban entre los 900 y los mil y millones de euros.
En pocas semanas, la presidencia de la República, el ministerio de Cultura y el Ente público dirigido por el general Georgelin, consiguieron articular los trabajos de más de 200 empresas, más de 10.000 obreros especializados en quince oficios distintos, más de 1.200 restauradores… Todo parecía funcionar a paso de carga, con una dirección muy «marcial» al frente de las brigadas de obreros tomando por asalto el corazón de Notre Dame. A los ocho meses del estallido del incendio, el general Georgelin podía declarar a ABC: «Estoy convencido que cumpliremos la promesa del jefe del Estado. Los trabajos siguen su curso. Avanzan bien. Es un gran proyecto nacional. El Te Deum que se celebrará dentro de cinco años está llamado a celebrar la resurrección de Notre Dame».
Antes siquiera que comenzaran los primeros trabajos fue necesario responder a una pregunta, esencial: «¿Cuál fue el origen de un incendio devastador e inquietante..?».
La fiscalía del Tribunal de París abrió una investigación el mismo día del incendio. La Prefectura de la capital nombró un equipo consagrado a esa tarea. Se fijó un primer perímetro de seguridad, más allá de los muros de la catedral. Los especialistas de varios laboratorios especializados se sumaron a los trabajos. A las cuarenta y ocho horas del incendio, un portavoz de la fiscalía del Estado podía declarar: «Nada parece apoyar la hipótesis de un acto voluntario». Quedaba privilegiada la pista del accidente. ¿Qué tipo de accidente?
Dos meses después del incendio, el fiscal Rémy Heitz presentaba las primeras conclusiones de la investigación, que seguía su curso: más de mil páginas, redactadas por un equipo de veinte policías, llegando a una primera conclusión. La catástrofe había sido provocada por un «disfuncionamiento del sistema eléctrico, o un cigarrillo mal apagado». La investigación terminaría meses más tarde. Parecía definitivamente claro que el incendio de Notre Dame pudo ser la consecuencia del mal funcionamiento del sistema eléctrico de parte de las campanas de la catedral. La electrificación del funcionamiento de las campanas había sido modernizado el 2011, pero el sistema de seguridad había quedado mal instalado provisionalmente, precipitando la inmensa catástrofe de la primavera del 2019.
Las dudas sobre el origen del incendio se habían prolongado durante muchos meses, coincidiendo con otros problemas de gran calado.
El incendio había propagado nubes de polución tóxica. Los servicios de la meteorología nacional decretaron un rosario de evacuaciones. Estallaron un rosario de tensiones y conflictos entre asociaciones ecologistas, asociaciones de vecinos y el Estado. Curtido en misiones militares internacionales, el general Georgelin tuvo que convertirse en comandante en jefe de negociaciones «diplomáticas» multilaterales, para intentar acotar y evitar la propagación de nuevos conflictos.
Resueltas esas tensiones, mal que bien, la propagación mundial de la crisis sanitaria del Covid-19, a finales de enero y principios de febrero del 2020, se convirtió en fuente de nuevos problemas. La pandemia obligó a paralizar los trabajos durante varias semanas, antes de poder relanzar los trabajos a un ritmo mucho más lento de lo previsto, durante varios meses. A finales del 2020, año y medio después del incendio, la salvación de Notre Dame no estaba definitivamente asegurada. Continuaban, a un ritmo aleatorio los trabajos de consolidación, previos a la reconstrucción propiamente dicha, hasta que, a mediados del mes de septiembre del 2021, el general Georgelin podía declarar: «La catedral está definitivamente a salvo. Su reconstrucción podrá comenzar este invierno». Hace apenas siete meses.
Año tras año, entre los escombros, grúas y andamios, el arzobispo de París continuó celebrando misas y oficios religiosos, en Navidad, fin de año y Semana Santa. Entre escombros, grúas, andamios, cubiertos con cascos de trabajo usadosen las obras públicas, los máximos representantes de la Iglesia de Francia continuaron las grandes celebraciones religiosas. Las misas diarias o semanas oficiadas en la catedral, durante siglos, fueron trasladadas a otras iglesias parisinas, comenzando por Saint-Sulpice, a dos pasos de la abadía de Saint-Germain-des-Prés, donde, según Menéndez Pidal, comenzaron las relaciones hispano-francesas, hacia el año 1.000.
En su día, el presidente Macron había declarado: «La catedral de Notre-Dame de París expresa e ilumina la continuidad de la Nación francesa, inscrita en la historia universal. Florón del gran arte de la civilización europea, espacio sagrado y literario, lugar de la memoria histórica y liberación de nuestra capital, nuestra catedral, su restauración, debe ser un motivo de encuentro y celebración de nuestras artes, oficios y cultural». Manos a la obra.
Las maderas, los materiales básicos, las obras de arte, las artesanías de la restauración de la catedral, son siempre de origen francés. Notre Dame está siendo reconstruida siguiendo su último «modelo» clásico, el de la catedral reconstruida por Eugène Viollet-le-Duc, a mediados del siglo XIX. Emmanuel Macron sugirió «algunos detalles modernos». Sin excesos.
El inicio del intento de invasión rusa de Ucrania, el mes de febrero pasado, no debiera influir en la marcha, a paso de carga, al fin, de la reconstrucción de Notre Dame. Pero ha introducido nuevos factores de imprevisible incertidumbre confiriéndole nuevas dimensiones «proféticas» al incendio de la catedral.
DESDE UNA ÓPTICA APOCALÍPTICA …
En su día, monseñor Michel Aupetit, antiguo arzobispo de París, la máxima autoridad religiosa de Francia, comentó el incendio de Notre Dame de este modo: «Debiéramos preguntarnos que nos dice Dios con este incendio… entre mis oraciones, cada día me hago esa pregunta, que me atormenta».
Desde una óptica apocalíptica, las llamaradas del incendio de Notre Dame «anticiparon» acontecimientos milenaristas nacionales e internacionales. El movimiento de los chalecos amarillos propagó una suerte de «incendio social» que perduró muchos meses del 2019, el año del incendio, con muchos incendios callejeros y un costo social grave: 11 muertos, más de 4.000 heridos, 400 condenas a prisión firme. Apagado mal que bien ese incendio social, comenzó a propagarse la pandemia del Coronavirus-19. Inconclusa la crisis sanitaria mundial, estalla en el corazón de Europa una guerra con mucho derramamiento de sangre…
Siempre optimistas, Emmanuel Macron y el general Georgelin confían en que podrá celebrarse un nuevo Te Deum en una catedral definitivamente restaurada la primavera del 2024, cumpliendo el calendario previsto. Amén. ABC, La lenta resurrección de Notre Dame. + PDF.
OJosé says
Qué ocurría si las catedrales sinagogas mezquitas y demás templos bibliotecas museos…. se incendiasen se destruyesen y nuestra civilización continuase. Sin trascendencia sin espiritualidad con un pasado borrado sin símbolos todo diluido sin posibilidades de recuperarlo. El mundo continuaría funcionando. Qué mundo sería. Un mundo con nuevos dioses más destructivos o menos que los anteriores sin dioses con un nuevo animismo de nuestras propias mercancías una nueva religiosidad una nueva espiritualidad ni abstracta ni natural solo en el presente inmediato con la destrucción de las pasadas de moda y solo con las modas recién llegadas. Alrededor de los últimos rascacielos las últimas máquinas civiles o de guerra al niño se le enseñaría los planos desde pequeño para de mayor perfeccionar y cambiar esos nuevos objetos de adoración. Solo una visión del mundo para todos en un presente permanente de nuevos materiales y nuevos diseños. Todo presente sin pasado que interese. Desde Buenos Aires a Ciudad del Cabo a Lisboa a Vladivostock a Sídney todo el planeta Tierra inundado de mercancías de todo tipo que sustituyen a todos los dioses culturales pasados presentes y futuros. Un mundo fabricado para todos igual sin posibilidades de cambio a no ser que se destruya. Norte Dame lleva años vacía puede que no se vuelva a llenar a no ser que se convierta en una nueva mercancía de moda.Una nueva barbarie sin naturaleza ni cultura. La primavera muere en nuestro abril bárbaro donde las flores nacen secas. La destrucción creativa puede acabar en destrucción apocalíptica. La individual está asegurada la colectiva no sabemos.
JP Quiñonero says
José.
Anda, anda …
Veo la cosa muuuuuuucho menos apocalítica, claro,
Q.-