Place de la République, 5 marzo 2022. Foto JPQ.
Cosas de Anne Applebaum, Luc Ferry, Claudio Magris, Peter Sloterdijk, Timothy Snyder, Jacques Julliard… y mías:
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La guerra imperial de Vladimir Putin, su intento de ocupación militar de un Estado libre e independiente, Ucrania, también es una guerra cultural donde está hipotecada la matriz de la civilización europea.
Volodymyr Yermolenko, filósofo, ensayista, historiador y periodista ucraniano, describe de este modo el origen y alcance de esa guerra cultural: «La cultura ucraniana, la cultura política italiana, en particular, se forjó, a lo largo de los siglos, como una resistencia contra la tiranía. La nación ucraniana se forjó en la defensa y cohabitación de distintas lenguas, distintas identidades étnicas, religiosas culturales. Se puede ser ucraniano hablando ruso, hablando alemán, hablando ucraniano. Se puede ser ucraniano siendo católico, protestante, ortodoxo, musulmán. Esa manera de ser, esa diversidad de la misma cultura ucraniana es lo que está en juego y Vladimir Putin desea destruir».
Yermolenko es autor de media docena de ensayos, traducidos al francés y el inglés, «Walter Benjamin and his time» (2011), «The Distant, The Close. Essays on Philosophy and Literature» (2015), «The Ocean Catcher: A Story of Odysseus» (2017), «Volatile Ideologies: Ideas and Politics in Europe in ХІХ-ХХ» (2018). A su modo de ver, la campaña militar en curso, en su patria, será esencial para el futuro de las culturas europeas: «La lucha del pueblo ucraniano es un fruto espléndido de la civilización europea: y sus orígenes griegos, romanos, cristianos, contribuyeron a formar un increíble espíritu de libertad e independencia. Ese espíritu se forjó durante siglos. Y esa identidad se ha reforzado con los años, gracias a la herencia de la Ilustración, el humanismo europeo. Defendiendo su patria, los ucranianos defienden la matriz cultural de Europa».
Anne Applebaum, ensayista, periodista, conocedora emérita de las sociedades y crisis en Europa del Este, autora, entre otras obras, de un ensayo célebre sobre los riesgos del «ocaso» de las democracias, comparte con Yermolenko, esa esperanza esencial en la matriz cultural de la resistencia ucraniana: «La identidad ucraniana se construyó como resistencia cultural contra el Estado: una institución que estuvo, durante mucho tiempo, al servicio del ocupante, la nobleza o las elites. Cuando Ucrania estuvo bajo control polaco, durante los siglos XVI y XVII, los ucranianos ya estaban poseídos de una orgullosa voluntad de preservar su cultura contra la asimilación practicada contra la aristocracia. La misma resistencia cultural estuvo muy presente contra la potencia imperial rusa, zarista o soviética. A pesar de la independencia, los ucranianos han seguido desconfiando del Estado, afirmándose en su cultura, que es la matriz que tanto nos emociona en su lucha contra Putin».
Luc Ferry, filósofo, ensayista y hombre político francés (liberal reformista), comparte en bastante medida esa percepción del alcance cultural de la guerra en curso: «Debemos comprender que Putin piensa que Occidente está moribundo. A su modo de ver, el futuro del planeta se está inclinando hacia China, hacia la India, el mundo islámico y África. Cultural, científica, demográfica, económica y militarmente, puede que el futuro sea chino. Desde esa óptica, nuestra civilización está muerta o moribunda: nadie parece dispuesto a morir por ella. Desde esa óptica, la lucha del pueblo ucraniano es una batalla esencial para evitar la decadencia de Occidente».
Ferry se dio a conocer con un célebre ensayo sobre los sucesos de Mayo de 1968, en París. Siguieron una treintena de obras, de una relectura de Kant a una reflexión sobre el catastrofismo ecologista. A su modo de ver, la guerra en curso también tiene un rostro filosófico, cuya matriz es la teoría de las pasiones de Spinosa, enfrentando las «pasiones tristes» de Putin (odio, venganza, humillación) contra «pasiones alegres» (fe, esperanza, coraje, etcétera) que animan al pueblo ucraniano.
Claudio Magris, el gran escritor, universitario, ensayista italiano, uno de los mejores conocedores de la Europa del Danuvio, en próxima a Ucrania, teme las dudas, equívocos y ambigüedades culturales de Europa, cuando llega a afirmar: «En cierta medida, la Mitteleuropa es mi patria. Y siento muy profundamente el conflicto, en Ucrania. Por momentos temo que Europa y su civilización sufran de una suerte de Covid espiritual».
Magris ganó celebridad internacional tras la publicación de «Danubio» (1986). Es autor de otra docena larga de ensayos de primera importancia. Y una decena de novelas traducidas a varios idiomas. Ante la dimensión cultural de la guerra, oscila entre la fe, la prudencia y la esperanza: «En ocasiones, me han definido como patriota europeo. Pero, no lo olvidemos, las identidades culturales son muy importantes. Y están siempre presentes, en toda Europa. Identidad cultural que cuenta tanto como la identidad nacional o la identidad religiosa. Ante esa evidencia, la construcción política de Europa avanzó demasiado rápidamente. Me hubiese gustado que pudiéramos sentirnos ciudadanos europeos. Siempre he sido un europeo convencido. Pero no puedo elegir entre Jean Valejan, el héroe de «Los miserables», la gran novela de Victor Hugo, y Joseph K, el héroe del «Proceso» de Kafka. Ambos son héroes europeos. El primero un gran héroe positivo. El segundo, el anti héroe de una fábula negra. A mi modo de ver, no hay unidad cultural en Europa Central. Los valores comunes debieran contribuir a construir la casa común europea».
A juicio Peter Sloterdijk, el más grande, quizá, de los filósofos alemanes de nuestro tiempo, la guerra imperial putiniana tiene un puesto importante en la historia cultural, la historia de las ideas de nuestra civilización, que él percibe de este modo:
«En 1936, tras una conferencia de Élie Halévy, consagrada al advenimiento de la «era de las tiranías», en el parisino Collège de France, Marcel Mauss dijo que la Unión Soviética se había fundado echando sus fundamentos en la teoría policial del «complot permanente». El mismo diagnóstico era válido para la China de Mao y para la China de Xi. El verdadero nombre de la «dictadura del proletariado» es el «complot permanente» de un comité central de los servicios secretos contra la totalidad de la población. Rusia vivió un momento de respiro hacia 1990. Aquel momento pasó y ha vuelto a imponerse la teoría del complot. Ante esa evidencia, nuestra mediocridad parece eficaz. Los ucranianos están dispuestos a morir por Kiev. Me pregunto si los parisinos están dispuestos a morir por París. Pero estoy seguro que los mismos parisinos no están dispuestos a morir por Ucrania, como en 1939, ante las reivindicaciones alemanas tampoco estaban dispuestos a morir por Dantzig».
Timothy Snyder, el historiador y ensayista norteamericano, se hizo célebre, hace cuatro años, insistiendo en esa ambigüedad esencial de los pueblos y Estados europeos. Su libro «The road to unfreedom» (2018) insistía en el riesgo de una tragedia histórica: el comportamiento de Europa y los EE. UU. hacia la Rusia de Putin corría el riesgo de convertirse en una amenaza histórica contra las sociedades libres.
Ante la guerra imperial de Putin, Snyder ha insistido en otra dimensión filosófica del conflicto: «El filósofo Frantz Fanon, uno de los patriarcas del pensamiento anti colonialista, dijo que los colonizadores se perciben ellos mismos como colonizadores, cuya misión universal es colonizar para imponer su visión imperial. Hace diez años, Putin hizo suya esa visión cultural, describiendo Rusia como un «Estado civilizador», cuya misión y naturaleza lo «obligaba» a «absorber» pequeños Estados, como Ucrania. Un año más tarde, el mismo Putin afirmó la «deseable» unión de los pueblos ruso y ucranianos, para consumar su histórica «unidad espiritual». Esa visión filosófica del mundo choca con la visión cultural del pueblo ucraniano, que defiende su libertad y, en el fondo, la libertad de Europa».
Jacques Julliard, ensayista francés, comparte en bastante medida esa visión filosófica del conflicto en curso, cuando escribe: «En los Evangelios, Satán encarna la voluntad de potencia. Y no conozco un episodio más sublime y más abierto a la historia de la humanidad que la tentación de Cristo, descrita en el Evangelio de Mateo, cuando Jesús, tras su ayuno de cuarenta días, rechaza siempre la tentación satánica por excelencia, la tentación del poder».
Hal Brands, el gran historiador norteamericano, evoca en su último ensayo, «The Twilight Struggle» (2022), el riesgo trágico de esa tentación imperial: «Los ucranianos están defendiendo su cultura, su libertad, las libertades y culturas europeas. Si Putin se siente más desesperado, son de temer aterradoras». ABC, Ucrania, la guerra cultural donde se juega el destino de Occidente + PDF.
José says
Occidente se juega su presente el fin de las democracias apartheid imperiales . No hay culturas para defender la libertad de los pueblos hay una cultura industrial que se ha impuesto a nivel mundial. Hubo un intento después de la guerra mundial de mejorar las relaciones entre los pueblos pero fue flor de un día y se volvió a la guerra y continúa. Las identidades nacionales y no digamos de las individuales se difuminan cada vez más. Se podría reducir desde el Renacimiento la cultura religiosa sustituida por la del poder y la riqueza. Europa salió al exterior y se impuso con sus palos que escupían fuego y cruces asiáticas con las que consiguieron imponer su voluntad. Una guerra permanente para demostrar quien era el más fuerte con el desarrollo del mecanicismo militar. España Holanda Inglaterra Francia…Alemania intento en el siglo XX como el Japón ser potencias pero fueron derrotadas con los veinte millones de muertos rusos y con los de los otros paises acabo como la primera de la guerra nuclear química biológica. Hoy hay lista para ser potencias Rusia China India Brasil Sudáfrica…y más pero todos por inercia pues no creo que sean tan incultos de pensar que con palos que escupen fuego puedan conquistar territorios con sus nativos. Hoy en el mundo gruyer cualquiera incluso el más pequeño puede acabar con todo y eso que el complejo militar industrial neo tecnológico continúa aumentado. La metafísica actual consiste en pensar que detrás del Audi no hay nada no digamos lo que hay detrás del complejo militar industrial actual. El arte la cultura la ciencia ..no compensa ningún desequilibrio cuando se está en horizontal o bajo tierra temiendo lo peor. Ni el miedo ni el dolor ni la pobreza vivencial ayudan a pensar o entender lo que piensan los otros en está orgia global. Solo los intelectuales específicos tienen trabajos en sus laboratorios empresas los generales sin macrorrelatos creíbles les queda la industria del espectáculo . La atención la monopolizan las pantallas cada vez más en manos de la IA. Mejor así como piezas de la Maquina y no pecar de soberbia por querer saber más que Dios el creador ex nihilo de este mundo.
JP Quiñonero says
José,
«el fin de las democracias apartheid imperiales …»
…
Hombre… a mi modo de ver…
Quizá lo esencial, al día de hoy, es que un autócrata imperialista lanzó una guerra de ocupación contra un Estado independiente, con un comportamiento que ha sido comparado con el de Hitler en 1937 / 38 …
A partir de ahí, la guerra estrictamente militar también tiene una dimensión de guerra cultural, contra las lenguas y culturas y democracias que no desean someterse al imperialismo de una gran potencia que utiliza su parque de artillería nuclear para hacer chantaje e intentar conseguir la sumisión de pueblos, democracias y culturas europeas…
Q.-
Fina says
Quiño,
Muchas gracias por todas las «cosas» y opiniones que expones de los que saben…
¡Qué trágica, destuctora y aterradora es «la tentación del poder»!
Me pregunto si logrará sobrevivir ese «espíritu de libertad e independencia» ante tanta presión, horror y guerras…
Veremos, o no…
Buenas noches a todos/as.
Hasta mañana, si Dios o el Poder lo permiten…
JP Quiñonero says
Fina,
Sí … la tragedia está ahí, diaria, recurrente … pero de nada sirve abandonarse al nihilismo pesimista: constatada la evidencia … alguna forma de piedad, simpatía, respeto… creo que ayudan a ir tirando, poniendo las velas de la palabra a quien corresponda y quiera leerlas… creo que la palabra queda, sí, y ayuda a resistir…
Q.-
Fina says
¡Ay, Josep!
¡Cómo nos tenemos que ver…!
Temerosos, sometidos como «piezas de la Máquina», sin libertad de pensamiento y obra, sin identidad, sin cultura propia…obedientes y atentos a lo que nos quieren mostrar en las pantallas, castigados si pretendemos alejarnos del rebaño…
Anhelo un Dios benévolo, un Poder justo…anhelo la Paz entre los hombres…