Sin título. Saint-Tropez, 1975. Collection Helmut Newton Foundation, Berlin © Helmut Newton Foundation.
Con el pie en el estribo de otro viaje, por carretera, previsiblemente ausente de este cuaderno de notas, algunos días, retomo mis historias sobre Helmut Newton, mi fotógrafo y la Costa Azul:
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La gran exposición del verano, en la Costa Azul, «Helmut Newton, Riviera», (Nouveau Musée National de Monaco, NMNM), permite comparar las leyendas y los mitos más glamur cosmopolita con la realidad más cruda, inmediata y amenazante.
Grande entre los grandes de la fotografía de moda de la segunda mita del siglo XX, Helmut Newton fotografió la Costa Azul durante cuarenta años largos, entre finales de los 60 y primeros 70 del siglo pasado, hasta su muerte, el 2004. De Saint-Tropez a Menton, pasando por Antibes, Cannes, Niza y Mónaco, Newton fue un testigo de varias décadas de esplendor de una de las grandes leyendas del turismo cosmopolita mundial. A partir de 1980, abandonó París para instalarse definitivamente en Mónaco, donde fue acogido con los brazos abiertos por el príncipe Rainero y sus hijas, las princesas Carolina y Estefanía. Su carrera fotográfica culminó fotografiando ese diminuto principado convertido en escenario de la presentación de colecciones de alta costura, telón de fondo del Mediterráneo, estudio al aire libre donde realizar retratos y documentar la agitada vida pública de personajes como Karl Lagerfeld, Catherine Deneuve, Cindy Crawford, Claudia Schiffer, Mónica Bellucci, entre un interminable etcétera.
La gran exposición del MNMN permite recordar el esplendor excepcional de la Costa Azul, en tiempos de grandes transformaciones, muy alejada de la realidad actual, cuando el turismo de masas, la gran ampliación urbanística de Mónaco, hacia el mar, y la irrupción de nuevos públicos, nuevas clientelas, están dando a la Costa Azul del siglo XXI una fisonomía menos glamur, más cruda.
Algunas fotos de Newton, en Saint-Tropez, hacia 1975, todavía recuerdan vagamente el antiguo puerto de pescadores, con pequeños restaurantes, un público cosmopolita. Newton introduce en esos paisajes de tarjeta postal notas entre surrealistas y provocativas. Un ejemplo, entre otros: dos submarinistas recogen, en una playa desierta, a una suerte de «giganta» rubia, muy bella, un cuerpo artificial abandonado en la playa. Estaba comenzando el cambio radical del antiguo puerto mediterráneo. Sain-Tropez se estaba transformando en un hormiguero donde el incipiente turismo de masas se confundía con apariciones entre atractivas e inquietantes.
Entre Cannes, su festival de cine, y Monte Carlo, destino ideal de un cierto turismo de ultra lujo cosmopolita, Newton fotografió a muchas celebridades del cine, la moda, la alta costura, las finanzas. El fotógrafo impuso a las grandes marcas de la moda que llegaba el escenario de una Costa Azul que comenzaba a transformarse a paso de carga urbanística.
Newton también fotografió como nadie el Festival de Cannes, dejándose llevar por las provocaciones más intempestivas. Fotografiando a Eva Herzigova o Brigitte Nielsen, entre otras grandes modelos de la época, Newton monta escenas que oscilan entre el «voyeurismo», el sadomasoquismo «soft» y el trabajo, ficticio, en su caso, de paparazzis persiguiendo estrellas imaginarias. Newton rinde homenaje a alguno de los patriarcas de ese periodismo de rompe y rasga, como Ron Galella, el patriarca de los paparazzi norteamericanos de los años 60 del siglo pasado, para dar de los festivales de cine, comenzando por Cannes, una imagen crítica y sarcástica. ¿Qué queda de aquellos mundos de leyenda? Casi nada: Cannes vegeta en su tierra baldía persiguiendo una gloria difunda.
De Cannes a las piscinas de las grandes mansiones de Mónaco solo hay un paso: una hora corta de coche utilitario. En tiempos de sir Alfred Hitchcock, Cary Grant y Grace Kelly, futura princesa de Mónaco, todavía se paseaban en pequeños descapotables por carreteras vacías en los altos de una Costa Azul de leyenda. En tiempos de Helmut Newton, el fotógrafo prefería viajar en taxi, por temor a un accidente en su Bentley, atrapado en un atasco. Años más tarde, hoy, las autopistas de la Costa Azul, de Antibes a Menton, son hormigueros con interminables atascos.
En cierta medida, Newton documentó a su manera esa transformación. Vestidas, incluso desnudas, las modelos que trabajaban para Yves-Saint-Laurent, Karl Lagerfeld, Dior o Chanel, en Mónaco, lucían prendas y figura con una belleza provocativa, sexy andrógina, por momentos, al pie de grandes torres de pisos de ultra lujo. Newton daba a los mitos y leyendas un nuevo rostro, turbador. En la nueva Costa Azul de hoy, de Cannes a Monte Carlo, los rascacielos, las torres de hormigón armado, han quedado desnudas, mostrando un rostro menos glamur, más brutal y cínico.
Ciudadano de honor de Mónaco, convertido en una de las grandes estrellas internacionales de la fotografía de moda, adulado por millonarios, amigo de celebridades, desplazándose en un Bentley pagado con sus primeros triunfos, o en un Cadillac regalo del director de la General Motors (donde terminó muriendo, en Los Ángeles, en un accidente), Newton también documentó con ironía y crueldad, por momentos, una vida de «gran mundo» y hoteles históricos (el Hotel de París, en Mónaco, el Chateau Marmont de Los Angeles), imponiendo una fotografía de moda que rozaba con el «porno chic».
El Hotel de París o el Casino de Monte Carlo, vistos por Newton, son escenarios de una alta sociedad entre glamur y decadencia. Sin duda, las princesas Carolina y Estefanía daban a aquella Costa Azul una imagen juvenil muy atractiva. Andando el tiempo, las celebridades están más ausentes, hijos y nietos de Carolina y Estefanía no tienen siempre el mismo encanto. Y las escenas íntimas de los grandes hoteles tienen otras vistas y panorámicas: al fondo, el Mediterráneo, por donde van y vienen los gigantescos cruceros del turismo de masas.
El Mediterráneo de Hitchcock y Françoise Sagan, todavía era un mar idílico, en cuyas costas más privilegiadas se celebraban bodas majestuosas (Grace Kelly) y bailes legendarios. El Mediterráneo de Newton comenzó a estar «poblado» se inquietantes «seres» mecánicos: excavadoras, grúas, camiones. Años más tarde, el príncipe Alberto II de Mónaco lanzó los trabajos de ampliación de su principado en el mar. El penúltimo Mediterráneo de hoy es un mar «acosado» por nuevos y gigantescos edificios, desde cuyas ventanas se siguen las idas y venidas de los cruceros siempre más enormes del nuevo turismo de masas.
Newton también fotografió otro tipo de paisajes e intimidades: las figuras, trabajo e intimidades de los Ballets de Monte Carlo, herederos, en cierta medida, de los Ballets rusos de Serge de Diaghilev, con decorados de Picasso, en algunas ocasiones. Newton se sentía muy alejado del «gran arte». En la primera gran exposición consagrada a su obra, en Mónaco, hace años, el fotógrafo se presentaba como «a gun for hire», «una pistola, un pistolón, una pipa a sueldo». Su visión de los Ballets de Monte Carlo de su época era algo mucho más íntimo, humano, dando a figurantes y personalidades el mismo trato. Sin duda, las princesas Carolina y Estefanía siguen presentando sus ballets nacionales, que ahora tienen, en las imágenes oficiales, la calidad del cartón piedra más convencional.
Siguiendo la magna tradición de la que también forman parte Pablo Picasso y Jacques Henri Lartigue, entre una multitud de grandes creadores, Newton también se sirvió de la Costa Azul como «teatro» para la puesta escena de retratos, provocativas imágenes de vida libérrima, glorificación de las artes y artesanías mediterráneas.
En el Museo Picasso de Antibes perduran las maravillosas estelas de un arte de vivir entre faunos y divinidades de la tierra. Lartigue inmortalizó un arte de vivir en el lujo cosmopolita. Newton se dejó arrastrar por el voyeurismo y los «demonios» íntimos: fotografiado por su esposa June «disfrazado» de chica o chico gay / trans, desnudando sin pudor a sus modelos a la orilla de una piscina nocturna, montando escenas de atracos o persecuciones ficticias…
¿Qué queda del arte clásico y el arte de vivir mediterráneo en la Costa Azul? Pues vaya usted a saber.
Llegar al Museo Picasso de Antibes plantea temibles problemas de aparcamiento. Mónaco tiene una vida cultural y artística muy importante, pero «oficial». Falta, quizá, la sorpresa y la gracia de las provocaciones de los artistas genuinos. Las avenidas de Mónaco, bordeando al mar, están «amuebladas» y «decoradas» con innumerables obras de arte, arquitecturas «móviles», paisajes artificiales, jardines con césped de plástico.
Cuando cae la tarde y llega la noche, con sus propias promesas y murmullos, la vida nocturna de la Costa Azul, de ayer y de hoy, quizá tengan muchas cosas en común. Pero han cambiado cosas esenciales. Onassis y Maria Callas, entre otras celebridades de otro tiempo, fueron suplantados, por los millonarios rusos y árabes, que no tenían ni tienen el mismo glamur. Las crisis económicas y sanitarias han continuado degradando una vida nocturna que toma nuevos rumbos. Newton fotografió la noche, las piscinas, los clubs y los grandes hoteles con un brío excepcional, muy seductor. En la nueva vida nocturna, de Menton a Saint-Tropez, pasando por Niza, Cannes y Monte Carlo, los turistas, italianos, en particular, son los «reyes del mambo». El copazo de whisky, ginebra o champagne sigue pagándose al precio fuerte. Pero las máquinas tragaperras del Casino de Mónaco han perdido el glamur que no consiguen restaurar los coches de lujo de alquiler aparcados publicitariamente a la puerta del Hotel de París para intentar preservar la imagen de la legendaria vida nocturna de otro tiempo, para siempre ido. ABC, LA COSTA AZUL: DE LAS LEYENDAS DE HELMUT NEWTON AL INFIERNO DEL TURISMO DE MASAS + PDF.
Helmut Newton, cien años … Dark Lady, Elodie, Marc Turiel, desterrados celestes.
José says
El mundo se llena de turistas son vacaciones. Nuestro Mar ha sufrido y sufre metamorfosis tras metamorfosis. Grecia tiene que compartir sus islas sus playas con campos de refugiados llegados de las costas turcas. La Yugoslavia descuartizada tiene playas para ortodoxos musulmanes católicos judíos…todos pueden veranear en sus playas . Sicilia la isla convertida en la perla de Nuestro Mar se llena de visitantes algunos llegados en cayucos pateras trasatlánticos barcos aviones una isla con la historia del sur de Europa y del norte de África. Italia ni hablar Roma Venecia Florencia y más. Por fin Francia con Marsella puerto donde llegan los miles de turistas para ver o quedarse en la Costa Azul donde se encontraban aquellos que en el diecinueve buscaban el lujo la calma y la voluptuosidad en París Londres Roma ahora buscan refugio en pequeños pueblos de pescadores cerca de casinos palacios puertos donde poder aislarse de las masas turísticas . Y por fin España convertida en el Miami europeo donde sus islas y playas reúnen lo más granado de los
buscados y no buscados de la justicia internacional y sobre todo los turistas que llenan toda la piel de toro. El glamour de las masas que cubren plazas playas catedrales es como cuando el artista envolvía monumentos catedrales montañas ahora lo mismo pero envuelto de carne humana. Es el nuevo glamour de las masas turísticas.
JP Quiñonero says
José,
Lo de las playas tomadas por asalto por nubes de turistas quizá no sea lo mío, ay.
Dicho eso, supongo que hay muchos otros mediterráneos, donde la vida sigue siendo muy atractiva, claro.
A ver…
Q.-
Fina says
Sí, Josep,
Y este año, después de tanto encierro, todos anhelamos unas merecidas vacaciones.
Es comprensible y hasta justificable la locura que vivimos con las masas turísticas por doquier. Hay que desahogarse de alguna manera.
Con suerte podremos encontrar algún lugar en donde el aislarse y relajarse sea posible.
Felices vacaciones!!!
Fina says
¡Ay, Quiño!
Qué hermosos recuerdos acuden a mi memoria al leerte…!!!
En vida de mi esposo, cuando trabajaba en barcos de cruceros, hacíamos escala en la Costa Azul cada semana en ruta por el Mediterráneo occidental. Eran otros tiempos como bien dices y tuve la fortuna de conocerlos un poco…
Recientemente fui con mi hijo y pude ver los cambios que mencionas, pero a pesar de los pesares, sigo prendada de la belleza de la Costa Azul…
Encantada con tus historias y leyendas…
Muchas gracias y palanteee…!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Ah… sí, a pesar de los pesares y toda la pesca,, la Costa sigue teniendo gran encanto, claro … con frecuencia se tienen tendencia a idealizar el pasado…
Respetando el pasado, pues, pues, a maravillarse con la suerte de seguir descubriendo cosas, claro…
Vamos…
Q.-
Fina says
Vamos, Quiño!!! 😀
Así me gusta, tú siempre dándo ánimos; tan positivo y optimista!!!
Palanteee…!!! A disfrutar del presente y del verano!!!
Buen día a todos/as.
JP Quiñonero says
Fina,
Gracias, graciasssssss.
A seguir dando guerra…
Q.-