MP, ca. 1945. Foto ¿?
«El color blanco y negro no existe en la realidad. Por eso hace soñar», dijo en alguna ocasión.
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La decana del cine y el glamur francés, europeo y quizá universal, Micheline Presle (París, 22 agosto 1922), acaba de cumplir 100 años. Entró en la leyenda antes que naciese Catherine Deneuve cuando Alain Delon dejaba el biberón.
Desde su residencia en la Maison nationale des artistes, en Nogent-sur-Marne (Val-de-Marne, al sur este de París), la actriz vive feliz un interminable rosario de homenajes, íntimos, profesionales, nacionales, con humor y una brisa de ironía: «¿Cien años? Nada de especial. Y, este verano, con la canícula, qué horror. Lo estoy viviendo tranquila. Sigo descubriendo cine, películas, que he visto muchas veces y me siguen haciendo feliz».
François Truffaut, gran cineasta e historiador, dijo de ella: «Es una de las grandes actrices de la historia del cine. Solo comparable con personalidades como Ava Gardner».
Hija de madre pintora y padre corredor de bolsa, Presle tuvo una infancia agridulce. Dio sus primeros pasos en los parisinos jardines del Luxemburgo. Pero fue internada muy pronto en una institución religiosa muy conservadora, donde sus picardías causaban escándalo y «decidieron» su carrera. La madre superiora de la institución, tras castigarla severamente sentenció, creyendo ofenderla: «¡Si sigues así terminarás como actriz de cabaret».
«Pobre mujer, sin saberlo, ella me indicó el camino: decidí muy pronto que sería actriz», comentaría mucho más tarde la actriz. La gloria llegaría pocos años más tarde, en 1939, cuando interpretó «Jeunes filles en détresse» de Georg Wilhelm Pabst, un director legendario: su «Don Quijote» (1933) decidió la carrera de Luis García Berlinga. Micheline cambió su apellido familiar, Chassagne, por el de Presle, el apellido de la primera gran heroína de su carrera. Un año después, en 1940, la actriz interpretó «Paradis perdu», dirigida por Abel Gance, otro de los gigantes de la historia del cine francés y europeo.
La leyenda creciente de la actriz coincidía con la Ocupación alemana, que ella vivió en «autarquía»: «Mis amigos y yo nos sentíamos muy alejados de aquella atrocidad. Aislados, solos, intentando sobrevivir. Años atroces», comentaría más tarde.
La instalación en el podio de las leyendas llegaría tras la Liberación, cuando, siguiendo los consejos de Jean Cocteau, descubre «Le Diable au corps», la famosa novela de Raymond Radiguet, «subversiva» para la moral convencional de la época cuya versión cinematográfica, dirigida en 1947 por Claude Autant-Lara, fue interpretada por Micheline Presle y Gérard Philipe, otro mito francés.
Esa película consagró definitivamente a Micheline Presle como una de las grandes celebridades nacionales, con una fama muy sólida de mujer bella, libre, dispuesta a abandonar Francia para instalarse en Hollywood con su segundo marido, el actor y director William Marshall, apenas divorciado de otra mujer de gran trapío, Michèle Morgan.
En Hollywood rodó «Guerrillas», con Tyrone Power, una de las películas menos afortunadas de Fritz Lang. Jean Negulesco la dirigió en «La Belle de Paris». Pero la experiencia californiana no fue definitivamente feliz. Presle tardó menos de diez años en volver a Francia cansada, decepciónada y divorciada. Su hija, Tonie Marshall, nacería ya en París. La leyenda errante volvía a su patria. Siguieron varias decenas de películas para todos los gustos y sensibilidades. Trabajó con todos los maestros de su tiempo. Más allá del cine, el teatro, la televisión, Micheline Preste se había convertido en un icono nacional, que ella misma se divertía en «caricaturizar».
«Me encanta hacer reír. No para llamar la atención, ¡no..! para divertir y hacer feliz a quienes me rodean. Lo de tomarme en serio no es lo mío. Me siento amada, querida, qué maravilla», comentaría mirando hacia atrás sin nostalgia, agregando: «He amado y he sido amada. Pero no deseo vivir en la nostalgia. He tenido mucha suerte. Recuerdo cada día a mi hija. Me sigue faltando. Murió demasiado pronto. Me acompaña a diario».
Recuerda con cariño algunos de sus personajes, en «La Belle de Paris» y la Pompadour de «Si Vesailles m’était conté» de Sacha Guitry. Su personaje de prostituta en «Boule de suif», la versión cinematográfica del relato de Maupassant realizada por Christian-Jaque. Pero no vive en el paraíso de los recuerdos, cuando declara, entre risas, cumplidos los cien años: «¡Eso no es lo mío..! Me gusta vivir, descubrir cosas. El mundo es muy grande. Y el cine también. Cada día espero una película que me emocione, me haga reír, me ilusione. ¡Eso es el cine..!». ABC, Micheline Presle, 100 años de glamour universal + PDF.
Cine.
Fina says
Admirable, Quiño!!!⁷
Cien años de glamour y todavía ilusionada, capaz de emocionarse y con ganas de reír…
Todo un referente a seguir.
Gracias!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Alaaaaaa…
Me pareció que merecía la pena recordar a una Gran Señora, oye. Con un sentido del humor y una sonrisa picarona de lo más atractivo…
Por muchos años, claro,
Q.-