París, Mayo de 1968. Foto Serge Hambourg.
A última hora de la mañana del martes, su esposa, Anne Marie Miéville y sus productores, confirmaron la noticia con un breve comunicado: «El cineasta Jean-Luc Godard ha muerto, en paz, rodeado de los suyos. No habrá ceremonia oficial. Será incinerado». Horas más tarde, un «consejero» de la familia afirmó que su muerte fue un «suicidio asistido», legal en Suiza.
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Siguió una riada de homenajes.
Brigitte Bardot, el más legendario de los iconos nacionales, protagonista de una de sus películas más célebres, «El desprecio» (1963), declaraba: «El creador de «Sin aliento» ha alcanzado el firmamento de los grandes creadores de estrellas».
Emmanuel Macron, presidente de la República, agregaba: «Perdemos un tesoro nacional, la mirada de un genio. El más iconoclasta de los grandes maestros de la Nouvelle Vague inventó un arte definitivamente moderno, inmensamente libre».
Le Figaro escribía: «Nos guste o no, Godard es uno de los grandes creadores del siglo XX». Le Monde agregaba: «Es uno de los grandes creadores que descubrió nuevas fronteras estéticas y narrativas del séptimo arte».
Irónico, mordaz, provocador en las fronteras de lo «insoportable», Godard había «anticipado» su necrológica con quince palabras: «¿Cuál es la ambición de mi vida? Llegar a ser inmortal y morirme». Sobre los «honores», vivos y póstumos, el creador había sentenciado: «¿Condecorado en el Elíseo? Vamos, anda. Yo no soy nadie de honorable».
Como director, crítico, historiador, influyó de manera importante en la evolución de la historia del arte del siglo XX: introdujo nuevas técnicas de rodaje, creó nuevas formas de narrar, contribuyó a revisar el canon cinematográfico universal, hizo una revisión crítica de la historia del cine y la narrativa visual, estimando que el cine «pudo comenzar» con Manet, antes de descubrir a Goya, en el Prado madrileño.
Godard fue uno de los patriarcas de la Nouvelle Vague, la escuela de cine que renovó profundamente el arte cinematográfico nacional, influyendo de manera significativa en muchos directores norteamericanos y europeos. Escuela que tiene paralelos en Europa y los EE. UU., con particularidades propias.
Como Chabrol, Truffaut y Rhomer, entre el resto de los maestros de la Nouvelle Vague, Godard comenzó su carrera como crítico en Cahiers de Cinéma, referencia canónica. Las críticas y estudios publicados en esa revista contribuyeron a consolidar el puesto del cine en la historia del gran arte del siglo XX, estableciendo criterios que contribuyeron a revisar los conceptos del relato y la narración visual. Alfred Hitchcock comenzó a sustituir a Sergueï Eisenstein como referencia fundacional. Los trabajos de Godard sobre el cine negro norteamericano, las críticas de Truffaut, Rhomer y Chabrol sobre Alfred Hitchcock, transformaron en bastante medida las referencias clásicas, tradicionales, hasta entonces. Godard llegó a decir que Hitchcock era, con Pablo Picasso, el mayor creador de formas visuales del siglo XX.
Como director, Godard irrumpe en la historia del cine con una obra legendaria, «À bout de souffle» («Sin aliento», «Al final de la escapada», rodada el verano de 1959, difundida a primeros de 1960), una de las obras fundacionales de la Nouvelle Vague. Siguieron poco menos de un centenar de películas y ensayos cinematográficos, donde se suceden obras maestras, obras incomprensibles, tentaciones (fallidas) de agitación política radical, reflexiones fílmicas sobre la historia y metamorfosis del cine.
Las quince películas del primer Godard, de «Sin aliento» a «Week End» (1967), contribuyeron a transformar radicalmente el cine francés. Grandes directores norteamericanos (Tarantino) han recordado su influencia en los EE. UU. Durante esa etapa, tuvieron una importancia muy particular las relaciones entre el director y Raoul Coutard, uno de los grandes fotógrafos de la Nouvelle Vague, con el que llegó a reflexionar sobre la luz en algunas obra de Goya. En «Pasión» (1982), la crisis social, política y cultural de la Polonia que estaba rompiendo con el comunismo, «dialoga» con la luz de un monumento goyesco, «La familia de Carlos IV», que forma de la colección nacional del Museo del Prado. Godard descubre en las luces y sombras de esa obra una reflexión visual sobre las crisis de España y Europa.
Durante las jornadas del mes de mayo de 1968, Godard dio un rumbo «radical» a su vida y su obra, considerándose «maoísta», realizando obras muy sintomáticas de su tentativa fallida de «unir» la agitación política y el relato fílmico. Entre aquellos proyectos fallidos quizá destaque una tentativa sin mañana sobre la OLP y el pueblo palestino.
El Godard político del 68 tuvo, sin embargo, un gran éxito «social»: él, Truffaut y Claude Lelouch, consiguieron «dinamitar» el Festival de Cannes de aquel año. Polanski y Antonioni, entre otros, se sumaron a una revuelta excepcional, sin precedentes ni continuación. Algunas películas de esa época estuvieron muy marcadas por la herencia de Diga Vertov, el cineasta revolucionario ruso. El nihilista subversivo de «Pierrot El Loco» (1963), que había rendido homenaje a Fritz Lang, desemboca en un intento fallido de «cine realidad», pronto abandonado.
Tras aquel paréntesis, Godard tomó muchos otros rumbos, entre intimistas, testimoniales y reflexivos. Incluso volvió a rodar con celebridades, como Alain Delon y Johnny Halliday, sin el éxito esperado, muy lejano. Carmen, Sarajevo, Lear, la inmigración, la ascensión de la extrema derecha de Le Pen, el incierto futuro del socialismo, el futuro del cine y la narración visual, las crisis de la civilización europea, entre otros personajes, temas acontecimientos / encrucijadas históricas, fueron «utilizados» por el cineasta para prolongar una reflexión muy profunda sobre el cine, el relato visual, que culminó provisionalmente con su serie de ocho relatos, titulados «Historias del cine» (1998). Olvidando a Goya, el verdadero «padre» del cine, Godard pensaba que la pintura de Manet estaba en el origen del relato cinematográfico.
En su madurez definitiva, cumplidos los 70 años, Godard continuó siendo un personaje público provocador, sarcástico y «surbversivo», como bien recuerdan sus ironías y provocaciones sobre la familia Le Pen, las elecciones europeas de los últimos veinte años, el hundimiento del socialismo francés y el presidente Hollande. Su utilización de fragmentos del cine clásico para comentar la actualidad con ironía feroz, le permitió realizar numerosas «películas», «documentales» y relatos visuales, de una erudición visual única, entre el sarcasmo, la ironía y una desesperación contenida.. La presentación de su última obra, «El libro de las imágenes», en el Festival de Cannes, el 2018, tuvo mucho de «surrealista»: un desencuentro casi absoluto entre el creador y la industria.
La obra del primer Godard está íntimamente relacionada con sus relaciones amorosas con la escritora, realizadora y actriz Anne Wiazemsky, y la actriz Anna Karina, que fue algo parecido a su musa, durante algunos años. Desde los años 90 del siglo pasado, Godard compartió con la realizadora Anne-Marie Miéville su vida y parte de su creación, en paralelo. En su crítica de «Tiempo de amar, tiempo de morir», de Douglas Sirk, en 1959, Godard había comenzado a construir los cimientos de su propia concepción del arte de la narración visual. Solo se trata de amar o morir. Fotografiar y / o filmar las semillas de la emoción amorosa, espiritual y carnal. ABC, Muere por suicidio asistido Jean-Luc Godard, uno de los grandes del cine de nuestro tiempo + PDF.
Godard visita el Museo del Prado para estudiar a Goya y la historia del cine.
Goya, Godard y el nacimiento del cine.
Godard, À bout de souffle, Sin aliento.
Godard. 80 años, nuevos mundos…
Cine.
Fina says
Gracias, Quiño,
Siempre aprendiendo contigo…
JP Quiñonero says
Fina,
Cool …
Q.-