Rue Caulaincourt, 24 septiembre 2022. Foto JPQ.
Del carafon francés al garrafón español hay poca distancia fonética aparente; pero puede existir un abismo insondable, para mi sensibilidad …
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Carafon, «petite carafe».
Carafe, «récipient à base large et col étroit».
Carafe, «jarra, garrafa».
Garrafón, «damajuana o castaña», «bebida alcohólica adulterada o de mala calidad».
De garrafón, «dicho de una bebida alcohólica: Que se distribuye a granel y es de mala calidad».
«Los milicianos nos obsequiaban con café de malta, tabaco de mondas de patata y aguardientes de garrafón, destilados en casa, puro alcohol etílico que podía dejarnos ciegos en cualquier momento…», escribe Francisco Umbral en Las señoritas de Aviñón (1995).
«…quant aux œufs à la neige, ils rentraient dans le dessert, tant pis si le gargotier les avait ajoutés de son plein gré ; restait le carafon de rhum, une frime, une façon de grossir la note, en glissant sur la table des liqueurs dont on ne se méfiait pas…» escribe Zola en en L’Assommoir (1876).
Sin duda, hay muchos paralelismos profundos. Sin embargo, a mi modo de ver, el garrafón español tiene de la Picaresca un amoralismo esperpéntico, que me parece ausente en carafon francés, impensable en Proust, frecuente en la prosa naturalista.
¿Se trata de una «diferencia» en el «arte de beber» y consumir vinos y alcoholes entre España y Francia..?
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