Nicolas Sarkozy. Maison de la Mutualité, 11 abril 2012. Foto JPQ.
Giscard, Chirac, Sarkozy, Fillon, Pécresse, Ciotti, qué de historias, qué decadencia…
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La derecha tradicional francesa, la familia que fundó la V República, entre 1958 y 1962, lleva quince años hundiéndose, víctima de sus divisiones, enfrentamientos cainitas y la corrupción de sus líderes, en la cúspide del Estado. Cambiando de dirección, Los Republicanos, su partido, oscilan entre el riesgo de hundimiento o la esperanza de una nueva identidad, entre la extrema derecha y Emmanuel Macron.
Un año antes de ser elegido presidente, el 2007, Nicolas Sarkozy dejó caer esta frase legendaria entre sus amigos políticos: «Algún día descubriré quién ha destruido mi matrimonio e intenta hundirme políticamente, y lo colgaré de un gancho de carnicero…».
Richard Durand, antiguo asistente del grupo parlamentario de la derecha, me recuerda de este modo el contexto y alcance de esa frase: «Ambos eran ministros de Jacques Chirac. Ambos deseaban sucederle en el Elíseo. Se odiaban a muerte. Sarkozy, ministro del Interior, sospechaba que Villepin, primer ministro, había filtrado a la prensa las infidelidades de su esposa, que se acostaba con un consejero publicitario de su marido. Sarkozy, por su parte, había intentado destruir a Villepin, filtrando a los sindicatos informaciones que podían hacerle daño. Ese duelo cainita venía de muy lejos, y anunciaba las catástrofes que vendrían los próximos años».
Elegido presidente, Sarkozy tenía una oposición parlamentaria (socialista) y una oposición interna: sus viejos enemigos, próximos a Chirac y Villepin, hicieron todo lo posible por convertir su presidencia en un campo de minas. Guillaume Tabard, gran especialista en la historia de las derechas francesas, comenta de este modo la actualidad, raíces y agravación de ese cáncer cainita: «La derecha francesa vive una suerte de maldición. La división cainita ataca a las personas sin debate de ideas. Es víctima de su incapacidad de definir un cuerpo ideológico estable y coherente. Ha tenido mala suerte las últimas décadas, pero también ha sido víctima de sus demonios…». Dicho de otro modo, el comportamiento «práctico» de los herederos del general de Gaulle, fundador del régimen, se confunde con un rosario de «asesinatos cainitas».
Chirac y Giscard se odiaban. El primero dio consigna para que sus amigos votaran a Mitterrand, para hundir a Giscard. Así ocurrió. Veinte años más tarde, el mismo Chirac anunció que votaría François Hollande contra Nicolas Sarkozy, hundiendo a su antiguo ministro del Interior. Esos duelos cainitas se terminaron transformando en catástrofe colectiva en las presidenciales del 2017, cuando el candidato de la derecha, François Fillon, fue eliminado en la primera vuelta.
Fillon es otro ejemplo canónico de los demonios de la derecha tradicional. Los amigos de Sarkozy lo abandonaron a su incierta suerte. A tres meses de la primera vuelta presidencial, se descubrieron escándalos de corrupción graves: millonarios trabajos ficticios de su esposa a hijos, regalos suntuosos de «amistades peligrosas». El hundimiento político y personal de Fillon era el prólogo de catástrofes más graves.
Cuatro años después de abandonar el palacio del Elíseo, culminó la instrucción proceso y sentencias de los escándalos protagonizados por Nicolas Sarkozy. El mes de enero del 2021, el presidente fue condenado a tres años de prisión (uno, firme; dos con remisión de pena). A juicio del Tribunal de París, el ex presidente era culpable de un negro rosario de corruptelas, del tráfico de influencias a la corrupción pasiva. Sarkoy pidió una revisión de la sentencia. Días pasados, el fiscal volvió a pedir tres años de cárcel, a la espera de la sentencia final, el mes de mayo que viene.
Diez, quince, veinte años de divisiones y guerras fratricidas culminaron en las elecciones de abril y junio pasado. En la primera vuelta presidencial, Valéry Pécresse, la candidata conservadora, consiguió el 4,78 % de los votos, el peor resultado de la historia de las derechas. Semanas más tarde, la derecha tradicional solo consiguió 62 de los 577 escaños de la Asamblea Nacional: el grupo parlamentario conservador más modesto de la historia de la V República.
Ante ese histórico fracaso, Los Republicanos (LR) decidieron cambiar de líder. Éric Ciotti (Niza, 1965) fue elegido presidente el día 11 de diciembre.
Ciotti se encuentra en una situación crítica al frente de la derecha. Personalmente, es partidario de una derecha más próxima de la extrema derecha que de Macron. Pero en el seno de LR cohabitan de mala manera varias familias enfrentadas a primera sangre política.
Una parte de la derecha tradicional (Édouard Philippe) ya trabaja con Macron. La mayoría de los centristas, dentro y fuera de LR, prefieren apoyar a Macron. Y los conservadores tradicionales no siempre apoyan la línea que ha defendido Ciotti, hasta ahora: «A la derecha de Macron, dialogante con la extrema derecha».
Laurent Blanquer, que trabajó con Ciotti en la alcaldía de Niza, analiza la situación política y personal del presidente de Los Republicanos, de este modo: «La ex mujer de Ciotti, lo dejó, porque estaba harta. La pareja tiene cacerolas pendientes. Ciotti está peleado a muerte con el alcance de Niza, que fue su gran amigo y protector, reconvertido en enemigo a cara de perro. A nivel nacional, Ciotti no existe, es un desconocido, sin estatura. Antes de aspirar a otra cosa, tiene que intentar unir a su partido en un proyecto común». Vaya usted a saber. ABC, Historia del hundimiento histórico de la derecha tradicional francesa. + PDF.
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