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Rue Saint-Honoré, a la altura del Conseil d’État y el Conseil constitutionnel, pilares institucionales del régimen. 15 abril 2023. Foto JPQ.
El Gobierno de Macron, solo ante el peligro y con la extrema derecha de Le Pen a la alza.
Los sindicatos y la opinión república rechazan las propuestas de Emmanuel Macron para intentar salir de la gran crisis nacional de la reforma del sistema nacional de pensiones, con tres grandes proyectos de trabajo y unidad nacional. «Un nuevo pacto de diálogo económico y social». «Refundar el orden democrático, con más libertades y justicia». «Mejorar la vida nacional, afirmando nuestra soberanía internacional».
Las primeras reacciones, sindicales y callejeras, fueron muy hostiles a Macron. En París y varias ciudades se sucedieron un rosario de ruidosas caceroladas contra el presidente, seguidas de actos de vandalismo e incendios. Se trataba de manifestaciones minoritarias pero muy simbólicas por su rechazo absoluto. Según un sondeo publicado por el diario conservador Le Figaro, Macron no convenció al 60 % de los franceses.
Tras la decisión del Tribunal Constitucional, aprobando la Ley que reforma el sistema nacional de pensiones, Macron promulgó la Ley, que debiera entrar en vigor el otoño que viene. Sin embargo, ese triunfo institucional ha sido contestado por los sindicatos y la gran mayoría de las fuerzas políticas, abriendo un enfrentamiento de inmenso calado entre el jefe del Estado y la sociedad civil.
Para responder a esa crisis nacional, grave, Macron decidió pronunciar un discurso solemne a la Nación, a las 20 horas del lunes, retransmitido por todas las cadenas de radio y tv.
De entrada, el jefe del Estado planteó la cuestión central, respondiéndose así mismo: «¿Ha sido aceptada la reforma? Evidentemente, no. ¿Era necesaria? Creo que sí. Era urgente reformar nuestro sistema nacional de pensiones, para preservarlo, para adaptarlo a lo que hacen nuestros vecinos, para reforzar la calidad de nuestro sistema de seguridad, sanidad y pensiones». «El consenso no ha sido posible. Negociemos un nuevo pacto de trabajo y vida en común», afirmó el presidente francés.
Flexible en la forma, firme en el fondo, Macron reafirmó su proyecto reformista tradicional. En un tono directo, durante trece minutos, el presidente de la República avanzó una respuesta con muchos matices, sin avanzar medidas concretas, pero anunciando un proceso de posibles reformas, por negociar, con tres proyectos paralelos.
Primer proyecto. «Un nuevo pacto de diálogo social». Macron propone unas negociaciones directas entre la patronal y los sindicatos, para «trabajar juntos» en terrenos concretos: salarios, poder adquisitivo, inflación… Se trata de «pasar página» y lanzar un proyecto de diálogo económico y social. El presidente afirmó que «las puertas del Elíseo están abiertas desde mañana mismo». Fórmula brillante y elíptica. La convocatoria de grandes negociaciones de ese tipo reclama tiempo, concertación y proyectos comunes, aceptados por todas las partes.
De entrada, en ese punto, capital, las primeras reacciones sindicales confirmaron una desconfianza muy profunda hacia el presidente de la República.
A los pocos minutos del discurso presidencial, Laurent Berger, secretario general de la CFDT, primer sindicato francés, se expresaba de este modo: «Bueno… nosotros hemos estado dispuestos a negociar, siempre. Pero esas negociaciones no dieron resultados, durante el último año, durante el último trimestre. El gobierno rechazó nuestras propuestas. ¿Volver a negociar, mañana? Resulta un poco duro, para nosotros, que nos hemos sentido despreciados. De entrada, vamos a ver qué propone el gobierno, en concreto, luego vendrán las grandes manifestaciones del 1º de mayo. Veremos».
Sophie Binet, secretaria general de la CGT, segundo sindicato nacional, era mucho más violenta: «El «profesor» Macron no ha entendido nada de los problemas de los franceses. Habla como un personaje creado por la inteligencia artificial. Por nuestra parte, el combate continúa. No pararemos hasta que se retire una Ley dañina y perniciosa».
Segundo proyecto. «Refundar el orden democrático, con más libertades y justicia». Macron enumeró un rosario de reformas llamadas a «reforzar» la seguridad y el orden público: más policías, más gendarmes, más anti disturbios.
Se trata de un capítulo muy sensible. Seguridad e inmigración están íntimamente ligadas en la opinión pública. El presidente propone crear más puestos de magistrados, más brigadas de Compañías republicanas de seguridad (CRS), más funcionarios para controlar las nuevas formas de delincuencia y el fraude fiscal. Sin olvidar el eterno problema del control de la inmigración ilegal.
Tras la sucesión de noches de vandalismo y violencia, durante el último trimestre, al final de casi todas las jornadas de huelga y manifestaciones, el 90 % de los franceses temen que la crisis y el país hayan entrado en una fase de «enfrentamientos permanentes, con riesgos de violencia», según un sondeo publicado por el matutino «Le Figaro».
Un 62 % de los franceses estiman que el gobierno de Emmanuel Macron «no está a la altura ni es capaz de contener ni disuadir el vandalismo y la violencia, que pueden prolongarse si no se encuentra una salida a la crisis». El presidente desea responder a esa inquietud proponiendo una respuesta de «Más seguridad. Ley y Orden».
Tercer proyecto. «Mejorar la calidad de vida nacional, afirmando nuestra soberanía internacional». Macron une, en un solo capítulo, problemas nacionales e internacionales, como el cambio climático, la educación y el puesto de Francia en Europa. «Nuestra ambición nacional para mejorar nuestra vida en común pasa por la escuela», comenzó afirmando el presidente, agregando: «Debemos rescatar nuestra ambición. Debemos tener el mejor sistema educativo de Europa. La escuela, la educación, son la matriz de nuestro futuro. Debemos reformar y relanzar».
Desde la óptica macroniana, esos tres grandes proyectos deben culminar con la «afirmación» del puesto de Francia en Europa y la escena internacional. El presidente francés insistió en un punto sensible de la mitología nacional: «Nuestra libertad y progreso pasan por la afirmación de nuestra soberanía en la escena internacional».
Desde el general de Gaulle, fundador de la V República, entre 1958 y 1962, todo presidente francés que se precie debe afirmar «el puesto de Francia en el mundo», la «independencia» y «soberanía» nacionales, solidarias con los aliados trasatlánticos, pero firmes en la defensa de sus intereses nacionales. Se trata de una respuesta soberbia y tradicional a quienes han criticado las posiciones de Macron sobre los EE. UU. y China: «Francia, miembro de la OTAN y la UE, es un aliado fiel de Washington, pero no es un vasallo». ABC, Macron espera salir de la crisis de las pensiones «refundando el orden democrático» + PDF.
El 60 % de los franceses apoyan a los sindicatos contra Macron.
Macron, sindicatos, pensiones … contestación cosmopolita, ACAB.
Macron gana la batalla constitucional de las pensiones en una Francia muy difícil de gobernar.
Macron, sindicatos, pensiones … Francia, muy difícil de gobernar.
Malquerido, Macron, de la “revolución” literaria a la guillotina callejera.
Los países neoliberales se están planteando traer a sus ejércitos a casa para poder ayudar a sus policías. No solo para volver a un cierto orden que permita la continuidad de el estado nación. Se deberá desmontar todo lo que los chicos de Chicago y sus ayudantes habían introducido desde Chile al Japón nadie se libró. Fue China quien con la ayuda de su Confucio marxista volvió a recuperarse como el nuevo imperio del medio. Rusia segunda potencia con Stalin educado por católicos y ortodoxos se hizo comunista liberal y se armó hasta los dientes. Con Putin Moscú se quiere convertir en una nueva Roma de occidente. Las nuevas metrópolis empiezan a funcionar las viejas tienen problemas y las olvidadas se inspiran y son ayudadas por las nuevas. Los napoleones occidentales se retiran detrás de sus trincheras nacionales para salvar lo que se pueda antes que sus nacionales los envíen a estudiar para poder dar nuevas clases a sus pueblos abandonados en pleno caos . No hay imperio que engañar ni pueblo que obedezca. El orden y progreso solo será posible copiando las instituciones religiosas para ciudadanos ateos. En eso Francia puede ponerse en cabeza. Una economía de dios sin dios en un nuevo mundo politeísta con sus mercados familiares una vez fracasada la religión economica del dios único.
José,
«Virgencita, virgencita…»
Q.-