
París, Bulevar de Port Royal, manifestación de “chalecos amarillos”, 1º mayo 2019. Foto JPQ.
Emmanuel Macron ha transformado la ruidosa crisis de las caceroladas en un conflicto nacional entre «los progresistas que defienden un proyecto humanista y reformador y los populistas y demagogos que amenazan nuestras instituciones».
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Tras una semana de agresiones, amenazas, quema de efigies, incluso «persecución» de ministros, el presidente de la República ha dirigido a los 30.000 militantes de su partido, «Renacimiento», y sus 200.000 simpatizantes, una carta pidiéndoles que salgan a la calle, también ellos, para «defender con coraje lo que tenemos el coraje de hacer».
La tarde / noche del lunes, Pap Ndiaye, ministro de Educación, tuvo que ser evacuado por las fuerzas anti disturbios de la parisina Estación de Lyon, cuando una multitud intentaba «lincharlo».
Desde hace días, cada desplazamiento de un ministro está acompañado de conciertos de cacerolas callejeros que, con frecuencia, terminan con incidentes violentos.
Tras los incidentes que salpicaron sus desplazamientos personales, la semana pasada, el viaje de Macron a Vendôme (Loire-et-Cher), el martes, para presentar los proyectos gubernamentales en materia de sanidad, han vuelto a estar marcado por violencias apenas contenidas.
Antes siquiera que el presidente llegase a su destino, varios centenares de manifestantes pegaron fuego a una parodia de cartón y paja de Macron, presentado como «rey» de una Francia que aspira a destituirlo «por la fuerza». Desde hace meses, son muy numerosas las imágenes que circulan en las manifestaciones, presentando a Macron conducido a la guillotina revolucionaria.
A la llegada de Macron a su destino, las fuerzas anti disturbios decidieron intervenir con gases lacrimógenos para impedir que varios centenares de manifestantes alcanzasen al jefe del Estado con sus cacerolas.
Horas antes de esos incidentes, 230.000 militantes y simpatizantes de su partido habían recibido una carta personal de Macron «replanteando» la crisis en curso, que a su modo de ver, enfrenta un proyecto reformista contra varios proyectos populistas. Se trata, a su modo de ver, de un combate inédito, hasta ahora, en el que, a su modo de ver, deben participar «todos los franceses apegados al sufragio universal y nuestras instituciones democráticas».
Sin nombrarlos expresamente, Macron ataca, en particular, a los militantes y dirigentes de La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda populista), por esta razón de fondo: «No podemos dejar que la voz de los populistas oculte la voz de los progresistas».
Quizá por vez primera en la historia política de Francia, un presidente liberal, reformista, conservador moderado, califica de «progresista» a su familia política y sus simpatizantes, en oposición a los populistas de extrema izquierda que, a su modo de ver, atacan de manera frontal y radical el orden institucional. ABC, La carta que Macron ha enviado a los miembros de su partido y les anima a salir a la calle «para defender con coraje lo que tenemos el valor de hacer».
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