«Érase una vez…»
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“J’ai décidé de politiser mon arrêt du cinéma” : la lettre d’Adèle Haenel à “Télérama”. Foto Anna Margueritat / Hans Lucas.
Adèle Haenel (34 años) parecía prometida a convertirse en una gran estrella del cine francés y europeo, antes de romper verbalmente contra el «orden burgués» aspirando a convertirse en heroína de una «revolución contra el orden capitalista mundial, militarista, terrorista y ecocida».
Hija de padre austríaco, traductor, y madre profesora de animación 3D, Adèle, como la llaman sus amigos, creció en la periferia multicultural de Montreuil (Seine-Saint-Denis), no lejos del lugar donde Georges Méliès construyó los primeros estudios cinematográficos de Francia.
Sus padres la introdujeron en el mundo del teatro y el cine, donde comenzó a trabajar, a los 5 años, poniendo voz a las versiones francesas de Ted Avery. Mala estudiante de bachillerato, peor estudiante de «economía comercial», en el parisino Liceo Montaigne, comenzó su brillante carrera cinematográfica con «Les Diables» (2022), dirigida por Christophe Ruggia, una historia muy «subida de tono», dicho sea finamente, una historia incestuosa… que cuenta las relaciones entre un hermano tendencia sin escrúpulos y una hermana autista, alérgica al contacto físico.
Los bajos fondos del patriotismo cinematográfico francés, muy «radical chic», pusieron por las nubes del Olimpo local a la incipiente actriz y a su director. La historia, provisionalmente feliz, terminó en psicodrama entre sadomasoquista y canallesco. Primero, se descubrió que la actriz de 13 años y el director de 58 habían tenido «relaciones íntimas». Tras ese incómodo «destape», la joven promesa puso el grito en el cielo público, acusando y denunciando ante la justicia los abusos, toqueteos e indecencias del director que la lanzó a la fama. «Con ella llegó el escándalo».
Siguieron veinticinco largometrajes, no siempre escandalosos, una docena de piezas de teatro y una decena de cortos de sensibilidad vagamente multicultural. La crítica puso por las nubes a la moza de rompe y rasga, cuya fama atizó ambiciones de muy diversa índole. Comenzó por hacer su «coming out», confesando su sensibilidad homosexual, lesbiana, durante una ceremonia de premios del cine francés. Poco más tarde, montó otro número muy celebrado, denunciando por enésima vez a Roman Polanski, por el lejano escándalo de sus relaciones con una niña, en Los Ángeles, décadas atrás.
Alternando los escándalos «radical chic» y la carrera de actriz, Adèle comenzó a ser admirada mucho más allá de los círculos artísticos. Y ella decidió seguir dando caña. En su día, anunció, con mucho aparato teatral, que había decidido «ponerse en huelga» y «alejarse de la industria cinematográfica», por muchas razones, de este tipo: denunciar «el machismo de la tecnoestructura cinematográfica», denunciar «el racismo de la gente del cine», denunciar la «complacencia de la gente del cine con los agresores sexuales», combatir «el capitalismo terrorista y ecocida…».
Colmo de atrevimientos, Adèle ha decidido abandonar el trabajo de actriz para enrolarse como «luchadora» contra la reforma de las pensiones del gobierno de Emmanuel Macron, aprobada por el Tribunal Constitucional.
La ruptura un poquito teatral de Adèle ha tenido un éxito ¿previsible? en los medios artísticos, teatrales y cinematográficos. Algún personaje que no se atreve a confesar públicamente su identidad confiesa su «perplejidad». Pero son muy mayoritarios los admiradores que saludan su «valentía, coraje y determinación». Adèle asume su nuevo papel estelar diciéndose dispuesta a combatir «hasta el fin». Veremos. ABC, Adèle Haenel, la estrella de cine en huelga contra su propia industria + PDF.
Cine.
José says
Las nuevas adelitas no saben que revolución empezar en el actual zoo humano. Se ha acabado el romanticismo de la revolución.Solo es posible microrrevoluciones en el mundo del espectáculo. Uno con su cuerpo lo puede vender para disfrute de espectadores que piden que el espectáculo continúe fuera del celuloide. Y es entonces cuando las adelitas crecidas empiezan a largar y empieza otro espectáculo. Los medios quieren carnaza para sobrevivir. Los cuerpos se convierten en relatos en imágenes y largan lo que han vivido fuera de los focos y muchos as se sienten identificados. Lo oculto se hace visible y las denuncias ayudan a continuar las pequeñas guerras contra los abusadores abusados para distraer. Adelita no tiene fusil ni caballo Adelita va desnuda. Explica la nueva revolución en ciernes de proponer destruir el zoo y abrir las jaulas en un nuevo caos creativo artístico donde verdad y mentira se confundan. La velocidad de los corridos es tal que las letras y las músicas son tan rápidas que la sensación visual y auditiva es dolorosa. El sufrimiento es intenso y Adelita claudica y vuelve al espectáculo. Adelita sabe que las actuales revoluciones solo se dan dentro de las pantallas. Oh París oh México lindo. Dónde la edad es pura mercancía. Quién es niño quien adulto. Oh capitalismo pornográfico.
JP Quiñonero says
José,
Bueno … Adèle Haenel pone mucha energía en sus cosas… a ver como evoluciona su vida y todo eso, que también es importante, claro,
Q.-