La justicia recrimina al presidente de la República, Estanislao Figueras, miembro de los partidos Progresista y Demócrata, los “excesos” cometidos. La Flaca, 1873
En español, las palabras progresismo y progresista se introdujeron definitivamente en la historia del vocabulario político moderno con la fundación del Partido Progresista (PP, 1835-1874), entre cuyos líderes destacaron los generales Baldomero Espartero y Juan Prim.
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Prim fue víctima de un atentado que le costó la vida y era partidario de un proteccionismo económico muy favorable para el comercio y la industria catalana.
Espartero bombardeó Barcelona y estimaba que para gobernar España es necesario bombardear la capital catalana una vez por siglo.
Tras esa estela y primeros derroteros, durante la II República, el PSOE de 1934 no era exactamente progresista; era otra cosa, bastante menos ambigua. Manuel Azaña fue uno de los líderes progresistas republicanos más importantes, con su formación republicana, izquierdista y anticlerical. Entre 1930 y 1937, Azaña terminó confesando su “decepción” de Cataluña.
Durante la transición, el PCE prefería defender su identidad histórica, mientras que el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, financiado por el SPD alemán (muy hostil al comunismo) inició un giro histórico (OTAN) y recibió el apoyo de intelectuales y medios (El País) que defendían sus posiciones como progresistas.
Guerra nunca ocultó su hostilidad frontal contra cualquier veleidad catalana. Y Jordi Pujol consiguió de José María Azar lo que no había conseguido de González: transferencias esenciales en cuestiones de educación y cultura.
Desde entonces, hasta hoy, progresista y progresismo, incluso progre, son palabras usadas a diestra y siniestra, según hayan sido o sean utilizadas por los fundadores de Ciudadanos (Albert Ribera), Podemos (Pablo Iglesias) o Sumar (Yolanda Díaz).
Entre ellos, el PSOE y el PSC, las mismas palabras pueden usarse como banderín de enganche o navaja trapera.
En el PSOE, JLR Zapatero inició un fructuoso diálogo con Pasqual Maragall que culminó con la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña del 2006.
En esa estela, los sucesos catalanes del otoño del 2017 agravaron una crisis, comenzada cinco años antes, que continúa palmariamente inconclusa. Tras las elecciones del mes de julio pasado, Pedro Sánchez espera zanjar esa crisis -prolongación de crisis semejantes, desde 1640, cuando menos- con un gobierno que él ha calificado con cierta ligereza de progresista.
Desde esa óptica, forzosamente esquemática, el artículo de Juan Luis Cebrián de hoy, en El País tiene cierta importancia. Como primer director / fundador de su periódico, también él tiene su puesto propio en el uso y abuso de las mismas palabras, progresista, progresismo.
Más allá de la ferocidad de sus argumentos, quizá se trate de un trabajo significativo en la historia del uso progresista (¡!) o cainita de las mismas palabras, utilizadas como armas arrojadizas contra el adversario político:
“En sus recientes memorias mínimas, firmadas por él y escritas por mano ajena, Pedro Sánchez asegura: “En tiempos tan turbulentos como los de la pasada legislatura tener clara cuál es esa tierra firme a la que nos dirigimos nos ha ayudado a tomar las decisiones adecuadas”. No es verdad ni lo uno ni lo otro. No hay claridad ninguna en una coalición en la que nadie se fía de nadie y cuya única motivación obvia es el lucro personal.
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La mediocridad de la clase política, en España como fuera de ella, el descrédito de las instituciones, la corrupción y el clientelismo de quienes administran la esfera pública, no son enfermedades de la democracia, sino consecuencia de las agresiones que se perpetran contra ella desde el interior de sus mismos poderes. Confiar al Gobierno de Sánchez la difícil tarea de suturar los jirones que el activismo militante está generando, a derecha e izquierda de nuestro panorama político, es como nombrar jefe de los bomberos a un pirómano.
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Ya casi no merece la pena especular con la inconstitucionalidad de la inminente ley de amnistía. Un documento así, redactado por los propios delincuentes que se benefician del mismo, promulgado gracias a sus votos y remunerada su actitud con miles de millones en perdón de la deuda que sirvió entre otras cosas para financiar sus delitos no tendrá legitimidad política ni moral, tanto si el tribunal competente la declara constitucional como si no.
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¿Cómo se puede ni siquiera suponer que es progresista un Gobierno que no respeta la división de poderes, promueve la desigualdad ante la ley de los ciudadanos e incluye en sus filas a fuerzas reaccionarias y supremacistas del más rancio nacionalismo?
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De paso, los partidos que lo sustentan falsifican la historia en nombre de la memoria, hasta el punto de olvidar sus desviaciones y fracasos del pasado. El tradicional comportamiento, en tiempos de democracia, por parte de Esquerra Republicana de Catalunya fue la insurrección contra el orden establecido, en la República como en la Monarquía parlamentaria. Respecto al PNV, convendría que los historiadores lograran esclarecer lo sucedido sobre las conversaciones que enviados del partido mantuvieron con representantes alemanes durante la ocupación nazi de Francia para establecer una autonomía en la región vasca. Y ya puestos, el PSOE, además de presumir de su obvio anhelo progresista y su larga historia democrática, podría ilustrar a las nuevas generaciones sobre su rebelión armada contra el Gobierno republicano y los llamamientos de sus líderes a la guerra civil de hace casi un siglo, de cuyas horribles consecuencias no nos recuperamos hasta la aprobación de la Constitución ahora amenazada…” JLC, El País, 11 diciembre 2023, Peligrosa expedición a Tierra Firme.
Las negritas son mías.
La España de Sánchez vista por Mateo Alemán.
España, aspirada por el caos … vista por Mateo Alemán, Galdós y Nicolas Baverez.
La España de Sánchez, problema europeo, como la Hungría de Víktor Orban.
La España de Pedro Sánchez vista por Henry Kissinger.
La investidura de Sánchez confirma la baja calidad de la democracia en España.
España se aleja de Europa, en la cumbre europea de Granada.
España … ¿Invertebrada? ¿Por construir? ¿Inexistente? ¿Cuál de ellas..?
José says
Tiempos pasados fueron mejores . La edad de oro era la primera la más antigua la de barro la de las ruinas la que se vive siempre la última. El progreso lo cambia todo quiere hacer creer que el futuro es mejor que el pasado. Y entre el futuro y el pasado están los que quieren que nada cambie. Hay árboles con hoja caduca y otros con hoja perenne pero son solo árboles .En política incluso hoy hay banderas que llevan el progreso y el orden sustituyendo a ley y orden de la mayoría de la historia anterior. Pero si hay algo que ha cambiado es que los políticos han sido sustituidos por ejecutivos de la principales corporaciones globales que dirigen un mundo que creen suyo independientemente de sus ciudadanos y sus representantes y del propio mundo con su poder . Los .periodistas lo saben pero el mercado dicta su relato para sus medios de comunicación . No hay marineros donde hay capitán. Las leyes cada vez más represivas arrasan la edad de oro y plata y el progreso lo arrasa todo. El pais los países con sus homínidos empiezan a ser conscientes.Pero la biotecnología está preparada para sustituir las cámaras con el corta pega del ADN y nadie pueda ir contra el progreso. Se acabaron las ideologías y planes de frenar el desarrollo ya no es posible o si. Todos inundados con dinero Fiat pero con un territorio destrozado y casi destruido por el progreso.
JP Quiñonero says
José,
Pues vaya usted a saber.
Dicho eso… del general Espartero a Azaña, los progresistas españoles no tuvieron con Cataluña unas relaciones muy fructuosas. De ahí que llamar progresista al actual gobierno de España, con el PNV y Junts me parece un exceso verbal, qué quieres que te diga…
Q.-