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Juan Mariné, trabajando en la ECAM, ¿?. Foto José Ramón Ladra / ABC.
Rendir homenaje al hombre que filmó el entierro de Durruti ¡biennnn..!
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Olvidar a Víctor Erice, ¡triste catástrofe..!
Para colmo, la canallesca en papel olvida ambas noticias, que tienen algo de esencial. Todavía me queda Oti Rodriguez Marchante
Juan Mariné, Goya de Honor en los Premios Goya 2024
«… proclamo que es indiscutible que el gran acontecimiento cinematográfico durante el pasado año en España (y más allá) ha sido que Víctor Erice estrenó una película. Víctor Erice, que, en puridad, sólo ha hecho tres y la anterior hace cuarenta años, el director de «El espíritu de la colmena» y «El sur», le pone probablemente el sello a su breve y gigantesca obra con «Cerrar los ojos», una película empapada de sensibilidad, de testamento, de confesiones, de cine y de eternidad… Sin desmerecer a las otras candidatas, «Cerrar los ojos» es la única de ellas «condenada a perpetuidad», como su propio director. ..» ABC, Oti Rodriguez Marchante, 11 febrero 2024, Casi una gran noche, pero…
EL SIGLO MARINÉ: FURIA LIBERTARIA.
Aurora de esperanza CNT AIT completa ( película Anarquista ).
Juan Mariné: «Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida entera la dedicaría al cine».
Ciclo de Cine Centenario CNT – La industria del cine colectivitzada, 1936-1937.
Homenaje Juan Mariné. Proyección del documental Cine colectivo en la Guerra civil.
Cine.
El recuerdo, los recuerdos… estimado; los tantos años en que ya no les veo; y como no estoy en la res publica, aunque todavía continúo vivo, ni sabía de sus existencias. Y con Erice hablé varias veces, por teléfono y en persona, ahí, en su casa, situada encima de la que fue mítica sala Rock Ola, dándole a conocer un disparate: ¡la transformación cinematográfica de una obra mía acerca de reprimidos y enajenados, desarrollada en una España moderna pero mágica!, mediocre la novela, por no decir mala, aunque de cierta originalidad, especie de orgasmo de la mente a cargo de un desquiciado. De Juan Mariné, ¡qué decir!: memoria de una muy larga conversación acerca del cine, de lo suyo, de lo que hizo, de lo excelente que se le veía y actuaba. El sitio: el llamado -creo- «Dormir de cine», sito en la calle Príncipe de Vergara, de Madrid. Iba a tener continuidad, había la intención de incorporar a Quique San Francisco a quien, curiosamente, conocí en un gimnasio madrileño que había sido muy popular y entre cuyos clientes había gente muy conocida: artistas, atletas, científicos, bailarines… -¡todos ellos, sin excepción, ya fallecidos!-. Gracias, estimado, por las memorias de Juan y de Víctor. Se lo merecen. Juan, además, se está aproximando a adquirir el puesto de decano de la población masculina de España y puntúa -seguro- entre los primeros de Europa.
Ricardo,
Cosas emocionantes cuentas… una novela tuya llevada al cine por Erice… ¡si…!
Mariné, una leyenda, claro, claro…
Debes ponerte a escribir de todo eso, si no lo has hecho ya, vengaa…
Te espero, esperamos,
Q.-
No me queda otro remedio, estimado, que al haber leído el enlace entre el incombustible, aspirante a eviterno, Juan Mariné y Durruti, acuda a mi memoria ese «póquer de ases anarquistas», amigos también de Durruti y Ascaso, muertos -menos uno- de dramáticas maneras. Me refiero al Facerías -Petronio, para los amigos, por su manera elegante de vestir-, fallecido a tiros en la Barcelona del 57; a su compañero Sabaté (el Quico), muerto en un tiroteo en el 61, luego de detener un tren a punta de pistola, cruzar el Llobregar a nado en el mes de enero, y enfrentarse con un miembro del Somatén; a Caraquemada, terminando también en un enfrentamiento (¿1962-63?); y a Massana, el único que debió de morir al modo común de las personas. Adunando al Durruti, tenemos un repóquer de la acracia; y de todo esto algo nos contó otro libertario: Ricardo Sanz, autor de «Los que fuimos a Madrid», curioso anecdotario difícil de encontrar, y con quien pude tener una muy breve conversación telefónica -Madrid-Toulouse, desde la sede de la CNT de la calle Libertad-, estando él ya viejo y muy fatigado. Momentos, estimado, memorias de un pretérito que ya no reconoces como tuyo, ni siquiera te sientes capaz de advertir de que fuera verdad, o tenga solo que ver con las hojas muy secas que han quedado perdidas entre las páginas de un breviario que intentó definir la melancolía. Ensueño desarrollado en un duermevela, ¡ojalá aquellas historias de La Guerra hubieran tenido un final feliz!, sean cuentos que lee al niño el abuelo.
Ricardo,
La CNT en la madrileña Calle de la Libertad… qué tiempos aquellos… igual nos cruzamos alguna vez, vaya usted a saber… Queda la Memoria… cuento con la tuya y tu palabra para preservar con cariño y respeto, vaya,
Q.-
Don Ricardo Lanza,
¡Cuántas memorias y saberes tienen ustedes!
A veces me pregunto qué pinto yo entre tantos eruditos…
En fin, andando y aprendiendo…hasta el último instante.
Gracias por participar en este INFIERNO.