GG en su domicilio parisino, 22 marzo 2024. Foto JPQ.
Gérard Garouste (París, 1946), pintor, escultor, grabador, quizá sea el artista francés más cosmopolita y el mejor cotizado en la escena internacional; pero sufrió varias décadas del ostracismo parisino, antes de su espectacular consagración en Nueva York, abriéndole definitivamente todas las puertas de la gloria patria.
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Su «autorretrato», recién traducido al castellano, «El intranquilo»(Ed. Errata Nature), escrito en colaboración con Judith Perrignon, cuenta esa historia con precisión, reconstruyendo paso a paso su descubrimiento del infierno de la historia, el misterio del arte, su hostilidad a la tradición de las vanguardias muertas, la lenta construcción de una obra que comenzó en la periferia marginal del «orden» artístico dominante, para culminar convirtiéndose en arquetipo de un cambio de rumbo del arte de su tiempo.
–Usted pasó parte de su adolescencia en un colegio de Jouy-en-Josás, un pequeño pueblo de 8.000 habitantes, al sur de París, donde coincidió con Patrick Modiano, que llegaría a escribir un libro sobre aquel internado. Sin embargo, Modiano evoca su infancia y su vida con mucho pudor, elipsis, evitando cualquier choque frontal con una realidad pasablemente trágica. Usted, por el contrario, evoca con mucha franqueza su vida y su obra, con un canto jubiloso e irreverente contra todos los órdenes establecidos. ¿Me equivoco mucho?
-Patrick es mi amigo. He ilustrado una de sus obras. Él tiene su estilo y yo el mío. En nuestro libro, sin embargo, su pudor y mi irreverencia se complementan. El título de ese libro hace referencia a un pasaje de la Biblia, preguntando a Dios qué hacer con algunas personas. Para criticar la sociedad, para criticar el mundo que nos rodea, quizá sea oportuno comenzar por ser crítico consigo mismo, con su familia, con la realidad de su tiempo. A partir de ahí, florece mi «intranquilidad», la «irreverencia» a la que usted hace referencia. Esa «intranquilidad» comenzó de muy niño, en casa, observando el comportamiento casi sadomasoquista de mis padres. Y continuó en la escuela: me resultaba imposible escuchar en paz a mis profesores. Así comenzó mi pintura, como una suerte de «contestación» de todo lo que me rodeaba.
–Esa contestación permanente de todo o casi todo, que culmina con su rechazo y contestación radical de las escuelas artísticas que estaban de moda, en su adolescencia y primera juventud, en la Francia de las vanguardias, lo convierte a usted a una suerte de Don Quijote, solo por el mundo, dando y recibiendo estacazos.
-Sabe usted… descubrí a Don Quijote siendo muy niño. Y, con los años, las raíces de mi pasión han crecido y se han ramificado. Incluso he estudiado hebreo para intentar comprender algunos de sus misterios, como me ocurrió con Dante, la Biblia, el Talmud. El héroe de Cervantes me ayudó a comprender e intentar encontrar un camino, personal y artístico. Don Quijote huye y combate a todos los inquisidores, combate todas las falsas ilusiones que nos venden como mercancías que se venden, se compran y se tiran, como la comida rápida. De niño, el combare de don Quijote podía ayudarme a combatir el infierno familiar y el infierno de una época infernal. De mayor, el combate de don Quijote me ayudó a combatir los molinos de viento que vendían los mercaderes y burócratas cantando las glorias muertas de las vanguardias muertas.
–Cuando su vida ya está «decidida», elegido el camino del arte, el dibujo, la escultura, la «decoración» y la pintura, entra en la École du Louvre. Más allá de las vanguardias históricas, que ya estaban en crisis y sin futuro conocido, Picasso y Marcel Duchamp parecían dominar el horizonte y el futuro del arte.
-Bueno… Por momentos, el Picasso que más me atrae es el Picasso que retoma los grandes maestros del Panteón clásico y vuelve a «pintarlos» a su manera: es una suerte de Minotauro que todo lo devora y todo lo destruye, para construir unas realidades artísticas nuevas. El Duchamp de los «ready made» ha tenido «discípulos» que han convertido el «arte» en meras chucherías que se venden a precio de oro. Ojo, pero también está el Duchamp que consagra muchos años de su vida, los últimos, a construir una obra única, misteriosa, «Étant donnés: 1° la chute d’eau, 2° le gaz d’éclairage». Obra que merece un respeto excepcional y solo puede verse, como instalación en el Museo de Filadelfia.
–Entre sus estudios, muy libres y el descubrimiento internacional de su obra, en Nueva York, usted explora muchos territorios, de la «decoración» y «puesta en escena» de obras y creaciones, en los grandes «templos» de la vida nocturna parisina, como el legendario «Palace», rechazando las vanguardias y defendiendo una pintura figurativa, en diálogo permanente con otras culturas. Fueron años de ostracismo…
-Que quiere… La pintura figurativa era mi única solución. Las vanguardias me dejaban frío. No me decían nada. Era y quizá siga siendo como un niño, que busca, dibuja, pinta, intentando encontrarse o encontrar respuestas a todo cuanto sueña, vive o lo rodea. El dibujo también pudo ser un arma de seducción amorosa o amistosa. Incluso cuando miro la realidad, incluso en el campo, sigo el mismo proceso. Los pintores que más me gustan y son mis maestros, Corot, Manet, Giorgio de Chirico, «imitan» la naturaleza. Mi figuración es una suerte de diálogo entre la realidad de mis sueños y la realidad de los mitos, de los dionisiacos griegos a los mitos de otras culturas.
–Solo y marginal, nunca aceptado por los guardianes del templo de la cultura oficial, un buen día, Leo Castelli, el gran marchante neoyorquino, descubre su obra…
-Por entonces, yo vivía de pintar decorados… no podía vivir de la pintura. Leo me propuso instalarme en Nueva York. Pero eso tampoco era posible para mi. A partir de mi primera exposición en Nueva York, los ecos que llegaban hasta París comenzaron a cambiarlo todo. Y, con cierta rapidez, se multiplicaron las proposiciones. El mundo de ayer se alejaba muy rápido, como un fantasma que huye. Aparecían nuevos horizontes. Francia es un país muy tradicional. Muy apegado a sus tradiciones, difíciles de combatir. El descubrimiento de mis cosas, en Nueva York, primero, en Alemania, poco después, abrió un camino. Cuando los museos parisinos «agonizaban» repitiendo una y otra vez las mismas historias, mi obra no sé si inquietaba o era un descubrimiento. La Academia en otro tiempo «académica» incluso parecía más fresca, divertida y moderna, abierta a un mundo nuevo que las burocracias artísticas no habían sido capaces de descubrir.
–De alguna manera, su triunfo, el triunfo internacional de su figuración abierta a otras culturas, echando raíces en los personajes y símbolos de los grandes clásicos del arte universal de varias religiones y civilizaciones, irrumpe de manera muy fecunda contra el arcaísmo de una Francia «vegetando» en el cementerio de las vanguardias…
-Francia comenzó ninguneando a los impresionistas… genios que intercambiaban sus obras, que no conseguían vender en París. Convertidas en «religión» oficial de la Francia burocrática, las vanguardias se convirtieron en un circuito dominado por las camarillas y la especulación. El lujo y el Estado favorecieron la compra venta millonaria de obras insignificantes que no incomodaban a nadie.
–Finalmente, incluso la Academia le abrió sus puertas. Los grandes coleccionistas, las instituciones, como el Centro Pompidou, terminaron rindiéndose a sus pies. Su celebridad internacional terminó abriéndole las puertas de Francia… dicho todo eso, ¿cree usted que la violencia purificadora de su obra, sus libertades, sus diálogos con otras culturas, son aceptadas por la Francia profunda?
-Qué quiere que le diga… con honradez, mis amigos más próximos están convencidos y creen que he sido aceptado, finalmente. Dicho eso, desde niño, he sufrido crisis y crisis de identidad, muy profundas. La última, todavía más o menos reciente. Debo agradecer a mi esposa su amor, su entrega, su ayuda, tan esencial para mi vida. Ella y mi familia son lo esencial para mi. Y me ayudan a ser libre y seguir pintando. ¡Todavía tengo muchas cosas que pintar..! ABC, Gérard Garouste: «Don Quijote me ayudó a encontrar un camino personal y artístico» + PDF.
Arte.
Pablo Eugenio Fernández says
Qué delicia de entrevista, Quiño, y qué sinceridad del entrevistado de Garouste, sin ser procaz, pero sin faltar a su verdad, de alguien que ha sudado la gota gorda para llegar.
Gracias, Feliz Pascua, Quiño, y a Fina que siempre anda por aquí.
Antonio Rubio Plo says
Feliz Pascua, amigos. Juan Pedro siempre ha sabido señalar respecto a las vanguardias la desnudez del rey. Y lo mismo en el cine y en la política. Por eso habrá disfrutado mucho en la entrevista con Garouste. Y el pintor también.
JP Quiñonero says
Antonio,
Feliz Pascua, sí.
Se agradece el recuerdo de mi «anti vanguardismo»… Qué bien, que te haya gustado…
Vamossss
Q.-
JP Quiñonero says
Que bonito regalo de Pascua, tus palagras, Pablo… graciassssss
Q.-
Irene says
Sí, hay que poner trabas al negocio de las vanguardias, también como tributo a los maestros antiguos del arte moderno
Gracias por dar a conocer aquí a Garouste
JP Quiñonero says
Irene,
Gracias…
…
Si, el negocio de las vanguardias quizá sea uno de los problemas de fondo del mercado del arte de las últimas décadas, compra y venta de burros y tirubores comprando y vendiendo burros y tiburores muertos:
Giorgio de Chirico… entre burros y tiburones, vivos y muertos 3.
Q.-