Boulevard Saint-Germain, 13 abril 2010. Foto JPQ.
Ha muerto, ay…
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ABC, Adiós a Bernard Pivot.
Retrato improvisado de Bernard Pivot … las palabras, la belleza de la mujer y el origen del mundo.
“La belleza de la mujer es la única prueba de la existencia de Dios”.
Quizá todo comience con esa cita de Las palabras de mi vida (Confluencias), la autobiografía de Bernard Pivot.
Cita que, en su caso -y en el mío, quizá-, debe ir acompañada de la legendaria invitación del Cántico: “Gozémonos, amado”. O amada, claro está.
A la hora de evocar la historia de su vida, Pivot recuerda la evidencia: su vida se confunde con la revelación y el gozo de las palabras. Digo bien, las palabras. No los libros, ni la literatura, ni la cultura. No. Las palabras. El niño Pivot descubre las palabras con el gozo de la revelación de los cuerpos amados, los sabores, perfumes y aromas de la carne, los cuerpos, el vino, las cosas que se cocinan para intentar amueblar con arte y gozo la vida, que es un don y una gracia, una comunión, en la mesa y en el lecho.
Periodista, esencialmente, Pivot convirtió el cultivo de esos dones en una manera de ganarse la vida. Escribiendo de libros, hablando de libros, entrevistando a escritores, volviendo una y otra vez a la fuente bautismal de una vida ganada a través de su comercio más feliz y afortunado con las palabras.
Púdico, tímido, guasón, Pivot huye con espanto del beaterío cultural y las grandes palabras muertas de la clerecía que todo lo pudre con su retórica de lenguas muertas. Y, a la hora de escribir su autobiografía -con muchos lapsus, elipsis y silencios-, decide escribir un “diccionario” con las palabras que forjaron su vida.
Tras las esquinas de esa noche oscura, iluminada de estrellas y palabras, el lector descubre, encantado, que todas las palabras conducen al mismo destino: el gozo del conocimiento y la degustación de sus más íntimos rincones.
“La belleza de la mujer es la única prueba de la existencia de Dios”, dice Pivot. Y agrega: “El sexo de las mujeres es una de las pruebas más disimuladas y más flagrantes de la sutileza de la Creación”.
La primera cita remite a Spinoza y los budistas: Dios es el conjunto de todas las cosas visibles e invisibles, materiales e inmateriales. La geometría del cuerpo humano se confunde con la geometría celeste que rige los destinos de todas las cosas creadas y por crear.
La segunda cita remite a El origen del mundo, la obra legendaria de Courbet.
Tras la conversación informal, la evocación de inolvidables sensaciones palatales, carnales, olfativas, visuales, artísticas, se desvela el fúlgido rastro de los primeros gozos infantiles, el gozo de las palabras poblando el mundo. Que es un mundo nuevo, como en el Cántico. Ya que las palabras nos ayudan a construir otros mundos, refutación del mundo saturnal de la historia.
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Fina says
Sí, Quiño,
Ha muerto, como todos lo haremos, pero por sus palabras veo que ha sabido amar y apreciar la belleza.
Que descanse en paz.
Gracias por este recuerdo – homenaje a Bernard Pivot que nos alienta a gozar de la vida….
Palanteeeeeee………!!!!!!!!!!!!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Efectivamente… Pivot sabía mucho de la vida y sus misterios… cuando escribe “la belleza de la mujer es la única prueba de la existencia de Dios” nos está diciendo algo muy profundo, con la elegancia del hombre generoso y sabio, si,
Q.-