Gisèle Pelicot, obra de La dame que calle, icono popular pegado en muchas calles de Lille y otras ciudades.
Tras ocho semanas de testimonios sucios, atroces, obscenos, Gisèle Pelicot, la señora que su esposo drogaba para fotografiar y filmar como la violaban un centenar de desconocidos, en el domicilio conyugal, en Mazan (Vaucluse), ha dado un vuelco moral al proceso que juzga esos delitos.
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El esposo y dos decenas de los violadores, sus esposas y familiares aprovecharon sus declaraciones ante el Tribunal de Avignon para intentar defenderse de muy equívoca manera: el marido repitió proclamas de «amor»; esposas e hijas de los violadores afirmaron que sus maridos eran «honrados padres de familia»; los violadores que confesaron sus violencias sexuales intentaron «excusarse» afirmando «creer» que marido y mujer compartían el «libertinaje»…
Esa sucesión de declaraciones creó un clima muy equívoco, atizado por una cierta prensa. Ante tal evolución de un proceso histórico, la presidencia del Tribunal volvió a pedir el testimonio de la víctima drogada y violada, para escuchar su respuestas a Dominique Pelicot, el marido perverso, y medio tener de violadores.
Aplaudida calurosamente, a la puerta del Tribunal, Gisèle Pelicot inició su declaración del miércoles en un tono grave, muy serena, tranquila, en apariencia, sin las gafas oscuras que ha utilizado durante semanas, cuando el proceso tomaba un rumbo de una rara brutalidad obscena. Y comenzó por recordar una decisión personal grave, valiente y muy dolorosa:
«Desde hace ocho semanas he sufrido un horroroso infierno. He sido violada en un centenar de ocasiones. He sufrido una traición inconmensurable. Mi vida se ha hundido en la nada. Quise llevar a mi esposo y mi familia hacia lo alto, hacia la luz. Mi marido escogió los bajos fondos del alma humana».
«Desde que comenzó este juicio he estado herida, con gravedad», continuó la víctima, agregando: «Tomé la decisión de negarme a la puerta cerrada de este proceso. Yo no tenía nada que reprocharme. Sufrí un centenar de violaciones: era difícil tomar esa decisión. La difusión de los vídeos y las fotografías, tomadas por el padre de mis hijos, era algo difícil y doloroso para mi: pero permitía conocer la realidad».
Tras esa confesión de una decisión muy dura de soportar, la de ver, en publico, los vídeos y fotografías tomadas por un marido que la drogaba para hacerla violar por desconocidos, la señora Pelicot se dirigió al padre de sus hijos en estos términos:
«Dominique, vivimos juntos cincuenta años. Fui una mujer feliz. Tenemos tres hijos y siete nietos. Fuiste para mí un hombre bueno. Repetí en muchas ocasiones que había tenido mucha suerte al encontrarte. Cuando comencé a tener problemas no me abandonaste. Me acompañabas al ginecólogo. No comprendo cómo pudiste traicionarme de ese modo, como pudiste hacer entrar a esos individuos en mi habitación. Es una traición inconmensurable. Pensaba terminar mis días con un señor. Hoy, mi vida ha caído en la nada. Siempre quise llevarte hacia lo alto, la luz. Tu escogiste los bajos fondos del alma humana».
Tras responder al padre de sus hijos en esos términos, moralmente implacables, la señora Pelicot se dirigió a las esposas, hijos y hermanas, que han intervenido en el proceso para intentar defender a «honestos padres de familia», que violaban a una mujer drogada mientras el marido fotografiaba escenas sadomasoquistas. Todos los testigos de la defensa de los violadores habían contemplado el «espectáculo» de las violaciones y violencias sexuales, filmadas y fotografiadas, presentadas en el proceso como «testimonio».
Esquivando esa realidad trágica, la defensa de los violadores se repitió, durante varias semanas, en términos muy diversos. Una esposa afirmaba que su marido «no era un violador». Alguna hija rompió a llorar diciendo que amaba y «creía» a su padre. Varios violadores afirmaron que habían creído en la «complicidad» de una «pareja libertina».
Ante esas riadas de testimonios moralmente equívocos, la señora Pelicot, se dirigió el miércoles a esas esposas, compañeras y familiares con serena dignidad, de este modo:
«A esas mujeres, madres, hermanas, que dicen que su esposo, su compañero, su hermano, es un hombre excepcional, me gustaría decirles que yo también tenía un hombre excepcional. El violador no es solo el que está en una calle oscura, también es el hombre que vive con su familia… Cuando se ha sido violada, se siente vergüenza. Son ellos, esos padres de familia, los que deben sentir vergüenza. Para mi, siguen siendo violadores. No han comprendido ni integrado lo que es una violación. Ahora sacan sus pañuelos y lloran. Hubiese siendo necesario que se interrogaran antes de llegar a este tribunal No hablo con odio ni cólera. Expreso mi voluntad y determinación, para que esta sociedad cambie». ABC, Gisèle Pelicot: «Mi marido escogió los bajos fondos del alma humana» + PDF.
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jose says
Tal vez algo nos puede explicar la fábula de las abejas de Mandenville de que los vicios privados crean virtudes públicas. Lo otro eran valores religiosos monárquicos que impedían la proliferación de negocios prohibidos como la usura el sexo el juego la prostitucion las bebidas espirituosas…y demás. Podemos continuar con las nuevas costumbres muchas de ellas propias del renacimiento de nuevos imperios. Poco a poco el individualismo posesivo en nombre de las libertades se va imponiendo. Incluso la iglesia y las monarquías se ven seducidas por el nuevo modelo de circunvalación del planeta…y en esta estamos no hay vicio que no se pueda encontrar en el nuevo bazar todo es posible previo pago incluso gratis cuando todo o casi todo está degradado.
JP Quiñonero says
José.
Se puede ser de izquierda izquierda y agresor sexual. Váse Errejón.
En Francia varios diputados de extrema izquierda han sido condenados de agresiones físicas y sexuales… del apaleamiento de la santa esposa a la agresión sexual…
Q.-
Fina says
Josep, no conocía esta fábula…
No puedo encontrar justificación para los agresores sexuales y menos después de una larga convivencia con un ser de la familia que parecía ejemplar…
Ojalá nuestra sociedad cambie para mejor gracias a la determinación y voluntad de mujeres valientes que han sufrido este infierno y no lo silencian.