Rue du Cloître-Notre-Dame, 3 diciembre 2024. Foto JPQ.
Francia sin gobierno; y Notre-Dame por acabar…
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A las 20h25 de ayer, miércoles, 331 de los 577 diputados de la Asamblea Nacional, de extrema izquierda, socialistas, comunistas, ecologistas y de extrema derecha votaron la censura del gobierno de centro-derecha de Michel Barnier, abriendo una nueva página de la histórica crisis que hipoteca el futuro político de Francia.
Solo se necesitaban 288 votos para precipitar la censura. Votada con 331 votos, la moción de censura de las izquierdas, no fue necesario votar la moción de Marine Le Pen. A los votos de la extrema derecha y las izquierdas se sumaron los votos de algunos diputados de ambigua clasificación política.
El gobierno queda dimitido de oficio, pero seguirá ejerciendo tareas técnicas, hasta la formación de un nuevo gobierno, en fecha imprevisible.
Tras la censura, extrema izquierda y extrema derecha pidieron la dimisión del presidente de la República, Emmanuel Macron, que había anunciado, horas antes, su ambición de nombrar un nuevo jefe de gobierno en las próximas 24 o 48 horas.
Para Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, a la extrema izquierda y la extrema derecha, la dimisión de Macron, nada probable, quizá imposible, tiene un objetivo político esencial.
Le Pen espera salvarse de su posible condena a la inhabilitación y posible prisión, por extorsión de fondos al Parlamento europeo, en banda organizada, si se convocasen unas elecciones presidenciales anticipadas cambiando los calendarios políticos y judiciales. Mélenchon, por su parte, espera ser el candidato de las izquierdas si unas presidenciales se convocaran con rapidez. El líder de la extrema izquierda justifica ese proyecto personal de este modo: «Macron es el principal responsable del caos político en el que se encuentra Francia. Por eso debe dimitir».
En un tono muy sereno y moderado, Michel Barnier, el primer ministro censurado, respondió a sus principales adversarios haciendo un balance crítico muy duro de la situación económica francesa: «El estado grave en el que se encuentran la deuda y los déficits públicos no desaparecerán por arte de magia con la censura. Los presupuestos del Estado que hemos presentado eran el mejor compromiso posible, a mi modo de ver».
Ante el incierto futuro político inmediato, todas las fuerzas parlamentarias toman posiciones antagónicas.
En nombre de la extrema izquierda, Eric Coquerel, avanzó las ambiciones inmediatas del Nuevo Frente Popular (NFP) en estos términos: «Con esta censura ponemos fin a la farsa de un gobierno minoritario, no democrático. Con esta censura suenan las campanas del fin del mandato presidencial de Macron». A partir de ahí, las izquierdas se proponen presentar su propio proyecto de gobierno, con una posible candidata ecologista al puesto de primera ministra.
Socialistas y ecologistas, sin embargo, adoptaron un tono menos apocalíptico, con distintas ambiciones, pero también justificaron la censura en nombre del «fracaso» y el «caos» político en el que se encuentra Francia «víctima de las decisiones de Macron». Socialistas y ecologistas están divididos entre radicales y pragmáticos.
Ecologista pragmático, Yannick Jadot, que fue portavoz de Greenpeace (Francia), cree posible un acuerdo de gobierno entre algunos ecologistas, algunos socialistas, los amigos políticos de Macron y la derecha moderada. Ambición ecuménica, muy piadosa.
Ecologista radical, Sandrine Rousseau es partidaria de un proyecto de «izquierda auténtica», para «imponer» sus criterios propios al presidente de la República.
En nombre de la derecha tradicional, François-Xavier Bellamy hizo un análisis muy crítico de la «pinza» de los extremos: «Esta censura hipoteca nuestro futuro. La alianza de la extrema derecha y la extrema izquierda costará muy cara a los agricultores, a los médicos, a las enfermeras, a los policías, a los gendarmes, a los empresarios, grandes y pequeños, a millones de franceses». Bellamy y otros líderes de la derecha tradicional son partidarios de volver a intentar formar un «bloque común», centrista, conservador moderado, «abierto» a socialistas «independientes». Vaya usted a saber. Se trataría, a su modo de ver, de «sentarse en una mesa a dialogar». Veremos.
En nombre de las familias políticas próximas a Barnier y Macron, centristas «aperturistas», Gabriel Attal, ex primer ministro, declaró: «Votar la censura es un error histórico. El voto unido de la extrema izquierda y la extrema derecha es una catástrofe para Francia y los franceses». A partir de ahí, Attal y Édouard Philippe, otro ex primer ministro, aspiran a la «reconstrucción» de una fuerza política centrista, conservadora, intentando unir grupúsculos de distinta obediencia. Proyecto ambicioso, por construir, sin prisas.
El mes de julio pasado, ante una situación política muy semejante, idéntica, Macron tardó más de dos meses en encontrar un primer ministro, Michel Barnier, que apenas ha conservado el puesto tres meses cortos, desde el 5 de septiembre pasado.
En el Elíseo, tras un viaje oficial a Arabia Saudita, Emmanuel Macron aspira a encontrar una «solución» rápida, para evitar el temible espectáculo de la reapertura de la catedral de Notre Dame, el sábado día 7, con una Francia empantanada y sin gobierno.
Más allá del acontecimiento cultural, religioso, institucional, la reapertura de Notre Dame también será un acontecimiento diplomático con muchas aspiraciones internacionales. El Papa Francisco no ha deseado participar en la inauguración. Por el contrario, Donald Trump ha confirmado su presencia, entre otros jefes de Estado y gobierno. Ante la presencia de tan ilustres visitantes, el espectáculo de una Francia empantanada sería muy poco glorioso.
Días pasados, Macron declaró estar convencido que la reapertura de Notre Dame, tras los cinco años de trabajos que han seguido al trágico incendio del mes de abril de 2019, debía ser un «mensaje de esperanza, nacional e internacional». El espectáculo de una Francia sin gobierno pudiera ser una catástrofe política y diplomática.
De ahí que el Eliseo filtrase, la noche del miércoles la gran esperanza macroniana: tener un nuevo primer ministro en 24 o 48 horas. ¿Será posible?. Veremos. ABC, La pinza entre la izquierda y Le Pen tumba el gobierno más efímero de la V República francesa + PDF.
Le Pen, Mélenchon, extrema derecha, extrema izquierda, pareja de hecho.
Realidad dominante en el nuevo paisaje político francés: Francia perpetúa su crisis política, víctima de divisiones sin precedentes + PDF.
Francia, hombre enfermo de Europa.
Mélenchon / Le Pen mismo combate apoyado por la extrema derecha racista y antisemita.
Francia en crisis … aparición de un racismo antisemita de extrema izquierda.
El gobierno de Francia se tambalea.
Los franceses están muy inquietos por el futuro de Francia.
Jose says
En Notre Dame se reúnen las teocracias occidentales en un encuentro en el que se puede decidir el nuevo programa político que reúna desde el alfa al omega de los partidos políticos globales. Puede que se mire al país anomalía modelo que aguantó una dictadura nacional católica donde el poder iba bajo palio. Está nueva dictadura podría ser más amplia por los países que la formarían y puede que la llamen nacional cristiana y den fe de su existencia todos los dirigentes del norte al sur de Europa y los del otro lado del Atlántico. La próxima reunión más selectiva puede que se reunan los representantes de las teocracias musulmanas judías y otras. El resto no cuenta solo el diferente de asia sería China y sus países amigos no teocráticos. Toda la política global reducida a las teocracias s. Todo se cocerá en la nueva Notre Dame reconstruida. Una vez se ha acabado la industrialización global del planeta solo hay una salida la vuelta a una nueva edad media religiosa donde los dioses creados por las nuevas tecnologías se enfrenten en guerras no destructivas y quieran una teología común para todas las teocracias y no teocracias. Una nueva Notre Dame reconstruida lo otro es seria una Notre Dame ardiendo como Dresde o Hiroshima.
JP Quiñonero says
José.
Bueno… la realidad del paseante que vagabundea por los alrededores de la catedral es muy muy muy melancólica y triste… un espectáculo alejadísimo del glamour de las fotos oficiales del interior…
Q.-