Rue du Cloître-Notre-Dame esquina rue Masillon, 3 diciembre 2024. Foto JPQ.
El contraste entre el interior, bellísimo, y el exterior, muy negro, de la catedral de Notre-Dame, una de las matrices de la fundación religiosa y cultural de nuestra civilización, en vísperas de su reapertura oficial y solemne, ilumina de manera espectacular la gran crisis nacional de Francia y la ambición intacta de «salvación» a través de la cultura, al servicio de la vida moral y espiritual de la Nación.
[ .. ]
En ese marco, nacional, europeo, internacional, la ausencia del Papa Francisco en las grandes ceremonias de sábado y domingo, sorprende por su carácter muy altamente simbólico.
Históricamente, el Vaticano consideró a Francia como la «hija predilecta de la Iglesia». Tras el trágico incendio del 15 / 16 de abril de 2019, la reconstrucción del magno monumento gótico ha sido una gran aventura nacional, con final feliz. El arzobispado y la presidencia de la República han cooperado muy estrechamente en todas las decisiones mayores.
Días pasados, presentando las primeras imágenes del interior de Notre-Dame, restaurada, Macron declaró: «El choque de la reapertura será tan fuerte como el choque del incendio, que tuvo dimensiones internacionales. Mañana, la reapertura será un choque de esperanza». Nadie ha deseado «explicar» las razones de la ausencia del Papa, que priva a un monumento histórico de la máxima autoridad religiosa de nuestra civilización.
En ausencia de Francisco, el arzobispo de París comenzará la ceremonia estrictamente religiosa de la reapertura. A media tarde de hoy, sábado, monseñor Laurent Ulrich llamará a la puerta cerrada de la catedral, con tres aldabonazos, repitiendo varios versos de los Salmos.
Reabiertas las puertas de Notre-Dame, la comitiva religiosa y laica entrará hasta el altar y el órgano de la catedral, que será bendecido por el arzobispo de París. Unos ciento setenta obispos franceses, europeos y de varios continentes, entonarán un Magnificat de excepción. Seguirá un concierto llamado a culminar con la bendición final y el canto del Te Deum.
Tras la reapertura, el sábado, el domingo se celebrará a las diez y media de la mañana, la misa de la inauguración. La presencia de ciento setenta obispos de varios continentes, acompañados de centenares de párrocos de toda Francia, aspira a dar una dimensión ecuménica, internacional, a esa ceremonia única, quizá «empañada» por la ausencia del Papa Francisco, que ha preferido visitar Francia, lejos de Notre Dame, una semana más tarde, para celebrar una reunión mucho más modesta en la isla de Córcega.
La ceremonia religiosa culminará con la instalación en el altar mayor de reliquias religiosas, recordando a mártires y personalidades que tuvieron su importancia en la historia de Notre-Dame.
En estrecha coordinación con el arzobispado, Emmanuel Macron ha convocado a numerosos jefes de Estado y gobierno, cuya presencia solo se confirmará detalladamente a última hora. La presencia confirmada de Donald Trump, presidente electo de los EE. UU., dará a la reapertura una dimensión diplomática importante, deseada por Macron, aceptada por la jerarquía religiosa.
En vísperas de tan magno acontecimiento, los alrededores, exteriores de Notre-Dame ofrecían un espectáculo mucho más negro, inquietante, por momentos.
El jueves pasado, por la tarde, una treintena larga de hombres y mujeres sin domicilio fijo (SDF), sin techo, pedían limosna o alimentos en todas las esquinas donde muros de madera y metal, con alambres de espino, acordonaban Notre-Dame. La jerarquía religiosa no ha olvidado a esos pobres de misericordia… la reapertura culminará con una merienda de hermandad, en la que estarán presentes hombres y mujeres sin recursos, organizaciones humanitarias.
La Prefectura de París ha movilizado a seis mil policías y gendarmes, sábado y domingo, para controlar «militarmente» un espacio sacro y laico que roza lo esperpéntico en muchas esquinas.
Antes que vuelva a funcionar el gran órgano de Notre-Dame, cómicos, músicos sin recursos, bandas o dúos de «rock» más o menos duro, habían tomado posiciones, pidiendo algunas monedas a los millares de turistas de medio mundo que contemplaban el estado inacabado de la reconstrucción de Notre-Dame.
Desde hace días, las agencias publicitarias del Estado han distribuido millares de imágenes maravillosas del interior de Notre-Dame. El transeúnte nacional o extranjero que ha visitado los alrededores vallados de la catedral ha contemplado un muy otro espectáculo.
Las grandes grúas siguen instaladas y funcionando, para hacer posible el trabajo inconcluso de técnicos y obreros que siguen «reparando» y «reconstruyendo» casi todos los muros de la catedral. En las esquinas más transitadas, baretos y creperías ofrecen café, aperitivos, bocatas, cerveza, a precios más o menos consecuentes. El espectáculo de hombres y mujeres sin techo pidiendo limosna frente a esos lugares de «recreo» ofrece imágenes y «espectáculo» profundamente melancólicos.
Sin duda, el día de la reapertura, las empresas que siguen trabajando habrán retirado grúas, camiones y los andamios más visibles. Sin embargo, no es un secreto para nadie: se ha cumplido la promesa original, reabrir Notre-Dame cinco años después del incendio; pero… los trabajos exteriores deberán prolongarse, todavía, semanas y meses.
El «multiculturalismo» del turismo más modesto, dentro de ciertos límites, aporta su propio «color» muy variopinto, difícil de juzgar. El marido de un matrimonio colombiano que contemplaba, extasiado, las grandes grúas de color rojo y blanco, me comentó: «Qué genial…». Le pido posar delante de las gruas. Pero solo acepta dándome la espalda, luciendo una cazadora con una calavera, en blanco y negro…
Mientras esperan que les sirvan un agua mineral con hielo, un grupo de chicas musulmanas se hacen selfies posando, entre ellas, ante un mimo que intenta ganarse unas monedas montando un espectáculo ante el muro de metal y pinchos de acero que impide la entrada al espacio donde varios camiones recogen escombros de todo tipo.
Cuando intento subirme a una ventana del Hospital-Hôtel-Dieu de Paris, que se encuentra junto a Notre-Dame, una pareja de militares, armados, me dice que está prohibido subirse a esas ventajas. Unos metros más lejos, coincido con una banda de turistas japoneses fotografiando la gran «rosaleda» en piedra de los muros de la catedral: ese monumento, herencia del gran arte gótico, está rodeado de andamios metálicos y grúas de varias decenas de metros de altura. Durante las ceremonias de la reapertura, andamios y grúas no podrán trasladarse a ninguna, para poder terminar la restauración definitiva de Notre-Dame, a lo largo de los primeros meses del año que viene. ABC, Así será la reapertura de la Catedral de Notre Dame: actos litúrgicos, misas, Trump confirmado y el Papa Francisco ausente + PDF.
Fina says
Quiño,
Muchas gracias por tus comentarios e imágenes, a través de ellos me parece estar en París, en directo, viendo y viviendo los preparativos de la reapertura de la Catedral de Notre Dame.
Pero por favor, ten cuidadito con subirte a las ventanas…que este INFIERNO se congelaría sin ti.
JP Quiñonero says
Fina,
Estás en todo, qué bien…
…
En verdad, cuando los soldados siguieron su camino me subí a la venta, con la ayuda de un apuesto senegalés que me ayudó a bajar, tan bien…
Q.-
Fina says
Quiño,
Eres tremendo…😀
JP Quiñonero says
Fina,
Anda, anda…
Q.-