Place de l’Opéra, 29 mayo 2023. Foto JPQ.
La Ópera Garnier, teatro lírico nacional, se inauguró el 5 de enero de 1875, hace ciento cincuenta años…
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… Su concepción original coincide con los orígenes del terrorismo internacional y su historia se confunde con las metamorfosis de Francia, París, el gran arte, la historia de la música, el ballet, la vida social más cosmopolita, incluso la matriz de la novela moderna, a través de Marcel Proust.
El 14 de enero de 1858, el emperador Napoleón III y su esposa, la emperatriz Eugenia de Montijo, granadina de nacimiento, se disponían a entrar en la antigua teatro de la ópera parisino, rue Pelletier, cuando estallaron tres bombas que destruyeron las cristales del coche real.
El emperador y su esposa salieron indemnes del atentado que se cobró ocho muertos y 156 heridos, concebido por un terrorista italiano, Felice Orsini. Los historiadores estiman que ese atentado fue el primer acto terrorista moderno, poniendo fin a la saga de los regicidios del Antiguo Régimen, comenzando la historia sombría de una nueva forma de criminalidad internacional.
Napoleón III sacó una primera consecuencia práctica de aquel atentado fallido. Francia y París necesitaban un gran teatro lírico nacional de nuevo cuño, grandioso, sin duda, ofreciendo unas garantías de seguridad imprescindibles.
El emperador ordenó la convocatoria de un gran concurso, para elegir el proyecto que estuviese a la altura de una gran ambición nacional. Entre el centenar muy largo de proyectos, la emperatriz Eugenia apoyó el proyecto presentado por Viollet-le-Duc, gran arquitecto a la moda del momento. Sin embargo, los miembros del jurado prefirieron elegir por unanimidad el proyecto de un joven desconocido, Charles Garnier. Sus majestades no ocultaron su sorpresa y desencanto. Cuando el joven arquitecto les presentó personalmente su proyecto, la emperatriz no dudó en manifestar su disgusto: «¿Pero qué ha hecho usted? Su obra no corresponde a ningún estilo conocido. No es Luis XV, no es de ningún estilo reconocido». Es leyenda que, impasible, Charles Garnier le respondió con elegante sabiduría: «Es el estilo Napoleón III, señora. He visitado muchos teatros en toda Europa. He intentado imaginar un estilo de nuestro tiempo, en París. Es el estilo de mi inspiración, de nuestra capital».
Aprobado el proyecto de construcción del futuro Palacio Garnier, París y Francia sufrieron grandes convulsiones sociales, política, internacionales, militares. La Comuna de París paralizó los trabajos. La guerra franco – prusiana introdujo mucha incertidumbre de fondo. Napoleón III murió antes que terminase su gran proyecto, que fue inaugurado, dos años más tarde, por el presidente Mac Mahon.
Tras el fin de los trabajos, la inauguración del Palacio Garnier comenzó con una gran injusticia. Los nuevos gobernantes de Francia olvidaron invitar a Charles Garnier, que tuvo que pagar de su bolsillo una entrada muy alejada del relumbrón de los grandes personajes que asistían al acontecimiento. Afortunadamente, alguien «descubrió» a Garnier… que recibió un caluroso homenaje de vítores y aplausos.
Comenzaba la gran historia del Palacio / Ópera Garnier. Quizá el más grande de los cronista de las primeras décadas de gloria del gran teatro lírico nacional sea Marcel Proust, el primero de los grandes novelistas franceses del siglo XX. En la «Recherche…» proustiana, la música, la ópera, la alta sociedad que frecuenta el teatro y sus alrededores, el Café de la Paix, los Grandes Bulevares, ocupan un puesto esencial. Los debates sobre Wanger, la confusión entre el descubrimiento de la música y el descubrimiento del amor, incluso carnal, se confunden en el devenir del libro.
En el repertorio del primer siglo de la historia de la Ópera Garnier están presentes muchas de las piezas capitales del repertorio universal. «Carmen» de Bizet, «Fausto» de Gounod, «Sanson y Dalila» de Saint-Seis, «El lago de los cisnes» de Tchaikovski, «Don Giovani» de Mozart, «Traviata» de Verdi, «Tristan e Isolda» de Wagner, entre otra pléyade de obras maestras componen un repertorio recurrente y canónico.
Garnier también protagonizó o fue escenario de escándalos y / o acontecimientos legendarios. Una representación única de María Callas, un montaje con señoritas desnudas, reformas «escandalosas», como los frescos de Marc Chagall, que cambiaron la fisonomía de los techos principales de la ópera. En 1962, André Malraux, ministro de cultural del general de Gaulle, decidió que Garnier necesitaba una «reforma» artística. Y encargó a Chagall cambiar los techos de la ópera…
Ambición emblemática y arriesgada. Chagall realizó una de sus obras más importantes. En su día, la decisión y la obra provocaron una inmensa polémica. Con el tiempo, ese trabajo puede percibirse como una adaptación y «diálogo» entre un edificio histórico, monumental y el gran arte de su tiempo.
En lo esencial, el majestuoso edificio concebido por Charles Garnier conserva su estructura original. Sus impresionantes estatuas de mujeres desnudas, sus inmensos pasillos y escaleras decorados con magnificencia, su deslumbrante iluminación, son una maravilla parisina y nacional, que atrae a centenares de miles de turistas, cada año. Su programación suscita un interés intacto. A partir del próximo días 24 están programadas veladas y recepciones, espectáculos fuera de serie.
Cien años después, Garnier da muestras de una salud envidiable. Pequeño detalle: las cuentas del Estado francés son tan catastróficas que ha sido necesario «alquilar» las fachadas del Teatro Nacional de la ópera para pagar facturas millonarias gracias a una publicidad muy «luxe». ABC, La Ópera Garnier de París cumple 150 años con publicidad ‘luxe’.
Fina says
Quiño,
Visitar y contemplar la Ópera Garnier fue una experiencia memorable en mi vida que me encanta recordar…y más con un guía como tú que conoce tantas historias sobre su creación y evolución.
Mil gracias, leerte hoy ha sido un buen regalo de Reyes. 😀
Palanteee……………….!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Leo tu amistosa generosidad como regalo de Reyes, claro, qué alegría.
En cuestiones de grandeza, los franceses se las pintan solos, sí. Y la Ópera Garnier, efecto, qué maravilla…
Palanteeee
Q.-