Marcel Gauchet y Régis Debray buscan desesperadamente “una religión civil”, con la que intentar redimir a Francia y su sonámbula República, en un debate de fondo sobre el origen último de la pavorosa crisis en curso. En vano: muerto Dios y los antiguos valores cívicos o republicanos, Francia sufre ataques de esquizofrenia colectiva.
Salman Rushdie analiza en el Times londinense los riesgos de las derivas terroristas (islámicas, negras, turcas, etc.) en las naciones europeas, que no sé si llamar “multiculturales” u otra cosa peor.
En verdad, tales síntomas de descomposición moral solo confirman la tesis central de mi libro De la inexistencia de España (1998): no puede existir nada parecido a una “nación” y mucho menos una patria, si la comunidad de hombres libres no está animada por una fe común. Hace meses descubrí que, en verdad, Maurice Blanchot lo había dicho con la precisión enigmática de los grandes maestros, en una correspondencia íntima que ha tardado muchos años en publicarse:
“.. Vous serez déçu par ce pays qui a d’une certaine manière disparu et qui n’est pas digne de sa disparition, sauf par quelques livres, l’espace de l’art et le souvenir”.
Don Antonio Machado quizá lo dijo con su olímpica melancolía estoica: “… aquella España que pasó y no ha sido…”.
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Melancolía, eclipse de Europa, destierro del artista y comunión de los hombres libres
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