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DavidHockney, My Parents, 1977
Time cuenta la historia del “ocaso del mal chico”, David Hockney, que se está quedando sordo (“como Goya”, dice el semanario), cuando el Museum of Fine Arts de Boston consagra una gran retrospectiva a sus retratos, tan famosos como lo fueron en otro tiempo sus piscinas, que tanto fascinaron a una generación de pintores españoles (Guillermo Pérez Villalta, Carlos Alcolea, Rafa Pérez Minguez, JA Aguirre, entre otros) que estuvieron entre los primeros en “volver a la pintura” y no tenían gran cosa que ver con Alcaín y el Equipo Crónica. La fascinación por los colores, los pinceles y la pintura de esos siempre jóvenes grandes maestros, separados por la vida y la tragedia -en los casos de Alcolea y RPM-, estaba ligada a la utopía de un mundo nuevo, que muchos confundíamos con la California de la época y otros equiparaban con la reinvención del Mediterráneo (GPV). La nívea luz auroral de algunos retratos de Hockney me recuerda los tonos de la luz tan semejante de algunos famosos retratos de grupo de Pérez-Villalta, que busco y no encuentro entre mis papeles.
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