Con pudor y melancolía, Valmont escribe en uno de sus comentarios: “… Praga, ciudad a la que vuelvo en el plazo más breve posible, tras ser incapaz de soportar Caína por más tiempo”.
Destierro ¿voluntario? que tiene incontables antecedentes históricos. El modelo canónico quizá sea el del morisco de Cervantes, lamentándose ante Sancho, su paisano, que la gente de su nación (es Cervantes quien “nacionaliza” y yo quien subraya) no pueda vivir en su patria.
Basta con seguir muy de lejos la actualidad cainita para advertir que, en verdad, el comercio de basuras, el matonismo triunfante, la ética rufianesca continúan vampirizando España. Ramón Gaya lo decía de este modo: “Los españoles están divididos desde siempre y antes, mucho antes de llegar a lo político. Lo político no es más que un pretexto para su división feroz, abstracta, desalmada”.
Bueno, Praga tiene también sus arrebatos caínitas. Es una ciudad con demasiadas agujas amenazando el cielo. Aunque, ahora que lo pienso, parece haber sido buen refugio para españoles. “Videre Praga et audire Arriaga”, fue refrán europeo renombrado.
Añado al post anterior: tengo un diccionario de filósofos checos que comienza -cosas de la vida- con el español Arriaga.
Precisamente en Pragajoz asistí ayer a un concierto de la obra de cámara de Juan Crisóstomo de Arriaga, interpretado por tres cuartetos checos: Kubin Stamic y Janacek. Cosas de la vida. La sala del Palacio Lichtenstein estaba a rebosar.
Bien cierto, Gregorio, que arrebatos cainitas los hay en todas partes. Algunas veces son pacíficos, como la separación de checos y eslovacos, bajo la batuta maestra de los políticos de turno. Un cainismo discreto. Revoluciones de terciopelo. Cainismo camaleónico. Canibalismo soterrado.
Al Sr. Valmont: avíseme cuando pase por Zizkov, y nos tomamos unas cervezas. Yo vivo allí, a pocos metros del cementerio judío nuevo, donde está enterrado Kafka. No estoy seguro de no haberme cruzado con Hrabal alguna vez y no haberle reconocido. Los fantasmas adoptan apariencias la mar de discretas.
Un saludo a todos. Me alegrais el día con vuestras intervenciones.
Gregorio, Ramón,
Me maravillais con vuestras erudiciones euromusicales. De los fantasmas europeos, el que tengo más a la mano es el de Joseph Roth (que no era de Praga, pero bueno), que murió a trescientos metros de mi casa, frente a uno de los hoteles parisinos de don Pío..
Saludos,
Q.-
Aunque es cierto que si se trata de «audire», Juan Crisóstomo de Arraiga tiene méritos sobrados, yo me refería a otro Arriaga, a Rodrigo de Arriaga, filósofo jesuíta (1592-1667). Es a este a quien se refería el dicho (pongamos los acusativos en su debida forma) «Videre Pragam et audire Arriagam».
En mi nota anterior estaba pensando en un caínismo previo al de checos y eslavos: el de los checos de lengua alemana que fueron expulsados sin contemplaciones tras la independencia del país. Por cierto Mazarik, el primer presidente checo, estaba admirado del bajo índice de suicidios que había en España. Y él sabía de qué hablaba.
Me corrijo: Un cainismo previo al de chechos y eslovacos…
¿No fue Rodrigo de Arriaga Rector de la Universidad Carolina de Praga? Me suena, me suena… Estos jesuítas siempre tan cosmopolitas. Parece ser que la familia Arriaga arraiga allá donde pone los pies.
Cierto, Gregorio. Aquellos alemanes-checos y viceversa no lo pasaron precisamente bien. La cosa fue violenta. Sacaba a la luz la famosa separación pacífica de checos y eslovacos («modélica», dicen algunos) porque vista desde la primera fila fue un espectáculo lamentable, triste, vergonzoso.
Un saludo.