“El clima moral me recuerda lo que leímos en los libros que cuentan la historia del estallido de la guerra civil”, me comenta M*, al teléfono, agregando: “Se tiran los muertos a la cara. Y los púlpitos se utilizan para sembrar el odio”.
Horas mas tarde, tras una cena muy agradable con J*, a quien hacía años que no veía y me trae su nueva novela, estalla un poco cansado y melancólico: “En los periódicos, empiezan a publicarse esquelas recordando el asesinato de un familiar durante la Guerra civil. Cuando fui director del Instituto Cervantes, en X*, mi jefe de actividades, puesto por el PP, me decía muy serio que era urgente, ya entonces, matar o suprimir al Papa. En Madrid, se maquillan los cadáveres para sacarlos en procesión”. Nada más actual que el Entierro de la Sardina goyesco, me digo.
Me gustaría pensar que J* y M* se equivocan. Pero yo mismo diría cosas más o menos parecidas, recordando que el odio que corre por las calles y los púlpitos audiovisuales también se alimenta con el agua podrida de la propiedad de los ríos, las fuentes y los pozos.
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Biografía NO autorizada de CJC. Una arpía con los ojos desencajados.
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