La peluquería de Luz Casal, en París, está en mi calle. Pero ella me da cita en su hotel, que está en el quinto pino, tan lejos de “La Cigalle”, donde ella triunfa, como de mi barrio, mucho más cómodo. No sé si se acostó a las tantas: no se quita ni un instante unas inmensas gafas negras, mientras me habla con voz muy queda, que sospecho reservada: ¿Cómo fiarse de un señor que trabaja vaya usted a saber con qué fines?

LC

¡Hay que tener la forma física de un ciclista para seguir tu gira por Francia y medio mundo..!

─Una forma física de ciclista y estar dispuesta a todo. Sin saber cuando desayunas, cuando comerás, ni con quien pasarás la noche.

Una gira internacional como la tuya tiene algo de la dura faena del emigrante temporero, que hoy trabaja aquí, mañana allí.

─Yo nací en Galicia, que es tierra de emigrantes, y me crié en Asturias, que también ha dado lo suyo.

Pero cantas poco en gallego.

─Canto a Rosalía de Castro, ¿te parece poco?

Rosalía viajó poco, no como tú.

─Pero viajó muy lejos con su obra. Yo viajo mucho físicamente. Esta nueva gira comienza en París y terminará vaya usted a saber donde, a mediados del 2007, cuando decida pararme. Pero, más allá de ese viaje físico, me gustaría viajar tan lejos como viajaba Rosalía con su palabra.

Hay una erótica del poder. ¿Hay una erótica de la cantante en escena?

─Si. En mi caso es algo así como una afirmación, necesaria. Todo lo que rodea la puesta en escena de un espectáculo se queda cojo, te falla la pareja, si no llegas a consumar la unión, ante el público. Cuando vuelven a llamarte, desde otra ciudad, desde otro teatro, parece que vuelven a darte una nueva oportunidad: es un acto de amor que se avecina, con nuevas promesas. Y el escenario es el escaparate que necesitas para rematar tu faena amorosa.

En la erótica del espectáculo ¿hay exhibicionismo o seducción?

─Es una mezcla. Cuando tu eres consciente que hay un grupo de personas sensibles a algunas de tus cosas, y que te siguen, a donde vayas, la cosa va más allá de lo profesional y tiene que ver con lo humano, que no sé si llamar exhibicionismo, u otra cosa. Cuando te dicen que se han enamorado o que se han desenamorado, o que han tenido una pérdida familiar, y entonces escuchan una canción tuya ¿cómo deben calificarse esos sentimientos de una y otra parte?

¿Y una señora como tú se toma en serio esas niñerías de su público que tanto la quiere?

─¡Claro que sí! Yo me tomo todo en serio.

Sufrirás muchísimo.

─Creo que tengo la asepsia del cirujano o del psiquiatra: no puedo ir por la vida con el problema de cada espectador encima. Pero sí tengo la comprensión y el cariño para sentirme próxima de gentes a quienes no siempre conozco personalmente.

Has cantado mucho, pero nunca has cantado cosas de Billie Holiday.

─Es dificil atacar las cosas que más quieres o que te merecen más respeto. Es el caso de Billie Holiday, de Edith Piaf, o de la misma Mina.

Billie Holiday y Edith Piaf tenían muchas debilidades. ¿Y tú?

─Creo que tengo más debilidades de las que aparento.

Ellas eran frágiles y débiles con sus hombres.

─Yo no. Estoy todo el día rodeada de hombres.

¿Dominas o te dominan?

─Una cantante en gira, como yo, rodeada de hombres diez o quince horas por días debe imponerse y saber lo que quiere.

Lo de casarse, fundar una familia y todo eso supongo que no es muy práctico para ir de gira.

─Hace mucho tiempo que renuncié a todo eso.

¿Qué te falta en la vida, todavía?

─Lo que tengo ahora. Pero mucho más. En grande. Me gustaría llegar lejos. En España, fuera de España. Me gustaría romper con todas las mediocridades. Grande. Sin soberbia. Me horroriza la gente soberbia. Con amor.

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La mariposa erótica.