Saint Florent-le-Vieil. L’ile-batailleuse. Copy JCorti E I. Calot
El suyo fue un combate solitario contra las endemoniadas fuerzas que pudren las lenguas y las culturas, en nuestro tiempo. Descanse en paz.
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JG. Copy JCorti y JeanPaul Dekiss
DESIGUAL COMBATE CONTRA LAS MAFIAS FILANTRÓPICAS
Ha muerto Julien Gracq, seudónimo literario de Louis Poirier (Saint-Florent-le-Vieil, 1910 – Angers 2007), el más secreto de los grandes escritores franceses de su tiempo. Ensayista, crítico, autor de misteriosos relatos y novelas, aristócrata de la lengua y el estilo, con una concepción intachable de la cultura, que consideraba víctima de las industrias de la incultura y las mafias filantrópicas.
Profesor de historia y geografía, lector fiel y riguroso de los románticos alemanes, sintió una primera y pronto abandonada fascinación por el surrealismo, que le valió una amistad distante con André Breton, que fue uno de sus primeros mentores. El segundo de sus autores tutelares fue Ernst Jünger, cuyos Acantilados de mármol serían determinantes en su carrera.
En bastante medida, toda la obra literaria de Gracq, secreta y determinante, quedó orientada entre 1930 y 1950.
Antes de la segunda guerra mundial, el joven profesor escribió su primer libro, En el castillo de Argol (1938), rechazado por todos los “grandes editores”, finalmente editado por José Corti, el editor de los surrealistas, el padre de un hombre asesinado en Buchenwald como colofón del trágico comportamiento de los comunistas franceses en el campo nazi. Gracq sería fiel a José Corti durante toda su vida, rechazando todas las tentadoras ofertas económicas que llegarían con la fama, años más tarde.
CONTRA EL VAMPIRISMO ENDEMONIADO DE LAS MODAS
En 1943, Gracq descubre En los acantilados de mármol de Jünger, una novela legendaria, que tendría una influencia capital en la obra de Gracq. Sus parábolas, metáforas, relatos simbólicos, su fascinación por la historia y las fábulas vienen del romanticismo y de ese libro celebérrimo de Jünger.
En 1950, Gracq saca las consecuencias últimas de su hondísimo compromiso íntimo con la lengua, la escritura, la cultura, y publica un panfleto célebre: La literatura en el estómago. Una obra imprescindible. Un texto escrito con una prosa de la más alta escuela clásica, denunciando el comportamiento de las industrias de la incultura, saliendo al paso de todas las mafias filantrópicas. Anunciando su retiro íntimo, lejos de la charca libresca parisina.
Un año más tarde, Gracq fue galardonado con el premio Goncourt por su novela El mar de las Sirtes. Fiel a su disciplina personal, Gracq rechazó el premio, se negó a recibir ningún galardón. Y se recluyó definitivamente en su provincia profunda. Datan de aquellos años las “tentaciones” económicas de los grandes editores que habían rechazado su primer libro. Gracq rechazó todas las ofertas. Incluso decidió prohibir la publicación de sus obras en ediciones de bolsillo. Gracq sería siempre fiel, hasta el fin, a la modesta y nobilísima casa editorial de José Corti, sencilla, humilde, pero con un catálogo ejemplar.
Las grandes novelas y relatos de Gracq, comenzando por En el castillo de Argol, son misteriosas fábulas donde su confunden las iluminaciones oníricas y un estilo olímpico, de la más alta escuela retórica francesa.
Sus grandes libros de crítica literaria, comenzando por su André Breton (1948), culminando por la serie de sus Letrinas (1967 – 1974) son textos muy finos, escritos al escalpelo. Jünger pensaba que Gracq era uno de los más grandes prosistas franceses del siglo XX. Su crítica es una reflexión de fondo sobre el destino de su lengua.
A caballo entre las fábulas y el libro de viajes, Gracq también escribió misteriosas obras como Las aguas estrechas (1976), Alrededor de las siete colinas (1988) o Diario del gran camino (1992), donde aflora de manera muy bella su formación profesional de historiador y geógrafo.
Gracq vivió toda su vida lejos de las sociedades literarias parisinas, ejerciendo como profesor de instituto en Quimper, Nantes, Amiens y París. Su consagración monacal a la escritura tenía algo de quimérico combate. Un escritor, solo, consagrado a trabajar, en secreto, en soledad, contra el vampirismo endemoniado de las modas y las industrias de la incultura. Recluido en un pequeño pueblo encantador, Saint-Florent-le-Vieil, escuchando las voces del silencio, la tierra, la geografía y la historia, que son la materia última de su obra.
maty says
Desde la India…
Supersticiones Julien Gracq, el último insobornable
JP Quiñonero says
Jo, Maty, está en todoooo..
Q.-
elita says
¡Gracias!
JP Quiñonero says
Elita,
Gracias a ti, mujer,
Q.-