LB, Femme couteau, 2002. Foto by Christopher Burke.
Primera, majestuosa, sombría y espectacular retrospectiva de Francia a su hija pródiga más sulfurosa, Louise Bourgeois, una de las más grandes escultoras de nuestro tiempo, cuya obra está dominada por el sexo, la angustia, la destrucción del hogar, la profanación del recuerdo de su padre, la ruptura con todas las tradiciones convencionales y un oscuro diálogo con las tradiciones indias y africanas.
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Comisariada por Marie Laure Bernadac, la retrospectiva del Centro Pompidou consagrada a Louise Bourgeois reúne más de doscientas obras de toda la carrera de la artista, desde los primeros años treinta, hasta hoy.
Por vez primera, la más grande, quizá, de las artistas francesas vivas, recibe un histórico homenaje a una trayectoria que comenzó en París, creció y ganó celebridad en Nueva York, muy tardíamente, ya pasados los cincuenta años, al margen y enriqueciéndose con todas las escuelas dominantes de su tiempo, surrealismo, expresionismo abstracto, diálogo con las artes indias y africanas.
Todo comenzó en París, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, donde su padre, arquitecto paisajista, instaló a su amante en la casa familiar, provocando a su esposa e hijos atroces sufrimientos morales, que Louise Bourgeois a descrito de este modo: “Un buen día, mi padre nos torturaba a todos con sus historias, su cinismo. Y, repentinamente, mi madre, mi hermano y yo nos precipitamos sobre él, para pegarle. Durante muchos años, tuve insomnios con aquella imagen. En sueños, llegué a imaginar que devorábamos a mi padre”.
En el París de entre guerras, la joven Louise solo se siente atraída por la obra de otro marginal, Alberto Giacometti. Pero el hombre de su vida será un americano, historiador del arte, Robert Goldwater, especialista en relaciones entre el arte occidental y el arte de las civilizaciones africanas. La pareja Bourgeois – Goldwater huirá de Francia. Y ella no volverá nunca. Su obra se hará en Nueva York, aunque sus raíces últimas se pierdan siempre en la parisina alcoba íntima de sus padres.
MUÑECAS, SEXO, CASAS Y HOGARES VACÍOS
Expatriada, al margen de todas las escuelas, Louise Bourgeois se abandonó con una precisión turbadora a las imágenes sádicas que persiguen a la mujer madura, evocando sin cesar las pesadillas de la infancia y la adolescencia. Un buen día, en París, su padre se “distrajo”, a los postres de una comida familiar, “esculpiendo” el cuerpo de una ninfa violada (su hija Louise) en la cáscara de una naranja, con un cuchillo de cocina. Décadas más tarde, la hija se “vengaría” con una instalación legendaria, La destrucción del padre (1974).
La majestuosa e inquietante retrospectiva del Centro Pompidou permite reconstruir esa relación íntima de la artista con las pesadillas de una vida encantada por terrores infantiles: muñecas violadas y despedazadas, sexos masculinos en permanente y trágica erección, grupos de hombres y mujeres que copulan sin cesar y sin placer, sexos femeninos profanados como objetos de supermercado, hogares violados con una violencia amarga, desolada, destructora.
En cuero, “latex” y materiales de modernidad industrial, fabricados en serie, la obra escultórica de Louise Bourgeois luce con una negra luz inquietante. El visitante la descubre a través de una de sus legendarias arañas gigantes: monstruos familiares que asaltan al visitante con solo abrir la puerta de un hogar vacío. Inquieto, despavorido, a sabiendas que entra en un mundo de íntimas pesadillas, el visitante descubrirá desérticos paisajes poblados con muñecos eróticos, enormes falos sufrientes y desafiantes.
La más célebre de las arañas / esculturas de Louise Bourgeois se llama Mamá. Una de sus esculturas más famosas se llama Fillete (Chiquilla): se trata de un enorme pene colgando en el vacío. La foto más conocida de Louise Bourgeois es un retrato realizado por Robert Mapplethorpe: la artista, con ese falo en los brazos. Entre sus obras más misteriosas, dibujos, esculturas, de casas vacías, habitadas por inquietantes sombras. Entre esas obras íntimas, hay una “instalación”: Casa vacía. En verdad, esa casa vacía era la casa que Louise Bourgeois compró para un hijo adoptado, en 1940, y fallecido prematuramente. La escultora decidió guardar ese hogar ya para siempre vacío, convirtiéndolo en una obra de arte, rara, misteriosa, Casa vacía. La anciana casi centenaria (96 años) continúa perseguida por la profanación del hogar donde nació, creció y descubrió, con espanto, la tragedia y el misterio de vivir en soledad.
LB, retrato. Foto by Peter Bellamy.
Passy says
Qué gusto leerlo. ¡Un billete!
JP Quiñonero says
Miguel,
La verdad es que las cosas de LB (me) dan miedo y son de una tristeza infinita. Tengo que escribir algo más largo y por lo menudo. Veremos que se me ocurre… ¡vive todavía perseguida por las pesadillas infantiles..!
Q.-
Gloria says
Puedo entender cada trabajo cada dibujo,cada escultura y lo hago con cierto espanto porque coinciden las agujas , también los hilos y tambien mi debilidad por giacometti y me pregunto que hay de terrible en mi infancia para que mis esculturas tengan tanto que ver con las tuyaas Louise.
JP Quiñonero says
Gloria,
Tú también hace cosas bellas…
Q.-
Ruth Kattia Castro says
A mi su obra me encanta en todo sentido, es una catarsis de su vida y una mujer muy de a avanzada. Ejemplar su trabajo.
JP Quiñonero says
Ruth,
Claro que sí.
Amén,
Q.-