Rue Tournon, 24 diciembre 07. Amaneció un día soleado y frío. Esperábamos a MªL. y su familia. Foto JPQ.
En verdad, el exilio o destierro de las librerías en la geografía urbana viene de muy lejos.
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De vuelta a los Diarios de Jünger, con motivo de la suntuosa e imprescindible edición de La Pléiade, realizada con mucha maestría y erudición por Julien Hervier, me detengo en la anotación del 26 de noviembre de 1941: “… librerías y galerías de estampas de la rue Tournon”.
Paso a diario por la rue Tournon, que es la prolongación de mi calle, y no queda ninguna galería de estampas ni grabados (que han “retrocedido” hasta mi calle) y las dos librerías que sobreviven lo hacen en precarias condiciones: una (entre los antiguos domicilios de Casanova y Gabriel Marcel), especializada en bibliofilia de calidad; otra (frente a la placita donde se encontraba el hotel frecuentado por Rilke y Baroja), intentando vender restos, saldos y algunas ocasionales joyas de ocasión.
No está nada mal, me digo, en una calle que no debe tener más allá de quinientos metros. Pero el plural de Jünger me sugiere otra cosa, que no sé si solo está en mi ilusión.
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Deambulando por tales territorios de la geografía urbana y celeste, a un tiempo, advierto un detalle que no me convence en las traducciones de los Diarios parisinos de Jünger: nadie los edita acompañados de un texto capital, La Paz, escrito parcialmente por los mismos años.
Los Diarios comienzan y terminan evocando el destino pedagógico y autobiográfico de La Paz, en dramáticas circunstancias íntimas, alemanas, europeas. Y es La Paz -un texto muy mayor en la historia de la conciencia de los pueblos europeos- el libro que confiere su sentido último a ese Diario y toda la obra de Jünger, quizá. Pero los editores franceses prefieren relegarlo a otro lugar de la arquitectura editorial de la obra completa de su autor.
En la edición alemana de las OC de Jünger, en Klett-Cotta, La Paz se incluye en el primer volumen de ensayos, junto a Der Waldgang (La emboscadura, en la traducción de Andrés Sánchez Pascual), traducido al francés como Tratado del rebelde: traducción falsa, aunque no exenta de cierta “precisión” subterránea, ya que el proscrito que encuentra refugio en el bosque (el waldgänger) pertenece a un linaje muy próximo al rebelde, el partisano, el desterrado, el emboscado en la gran ciudad tomada por las tropas de ocupación. Figuras que también hablan de Jünger en París, justamente, flaneur acompañado de una bella dama perseguido por insomnios ocasionales, en el Raphael, frente al primer hotel de Azorín corresponsal de guerra en la misma ciudad bombardeada. El destierro de los hombres y los libros en la ciudad celeste tiene incontables rutas.
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