St.Sulpice, al atardecer, 20 de octubre 2007. Foto JPQ.
Imprescindibles para sobrevivir
Textos de George Steiner sobre Kafka, Borges, Wittgenstgein, Scholem, Benjamín, Beckett, Chomsky, Celine, Solzhenitsyn, Orwell, Simone Weil, Claude Lévi-Strauss, Koetsler, Canetti, Gram. Greene, Thomas Bernhard entre otros… una obra de devorar de urgencia, claro está.
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Se trata de George Steiner at the New Yorker (New Directions Books, prólogo de Robert Boyers): una compilación de medio centenar de críticas / artículos publicados en el New Yorker [París, el New Yorker, Azorin, Sempé, Le Tan, Mrs. Flanner, etc…], entre 1967 y 1997. Una colección de pequeñas joyas, indispensables, abordando de elíptica manera muchos de los más grandes problemas esenciales sobre el amenazado futuro de nuestra cultura y civilización.
Si tengo la oportunidad, quizá vuelva por extenso sobre este nuevo libro de cabecera, síntesis divulgadora de la obra de un Maestro. Mientras tanto, recupero un viejo texto de hace apenas ocho años, abordando las mismas cuestiones sobre las que vuelvo ¿desde cuando…?
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STEINERYSUSGRAMÁTICASDELACREACIÓN
[23/04/01 – 09:58:03] Obra excepcional y sin duda histórica (1), porque plantea las primeras cuestiones esenciales, sobre el origen y evolución, técnica y espiritual, de nuestras culturas, desde el Génesis hasta la encrucijada actual, a las puertas de una nueva civilización. Los cambios que hoy modifican los conceptos de la comunicación, la información, el conocimiento, la generación de sentidos y de formas, son, probablemente, estima George Steiner, los mayores y de mayores consecuencias, desde que el homo sapiens elaboró el lenguaje.
Asistimos a una modificación sustancial del concepto mismo de persona humana. El transplante de órganos, la clonación, la iniciación de la vida orgánica in vitro, continúa Steiner, alteran inevitablemente el estatuto del yo, la primera persona del singular. La mundialización definitiva de los intercambios económicos corre pareja a una modificación imprevisible de la tierra inmaterial donde florece y no sabemos si pudiera agonizar nuestra amenazada conciencia.
Abordando esa cuestiones capitales, bien presentes, de manera elíptica, o frontal, en toda su obra, Steiner culmina una larga y fecunda carrera, medio siglo largo de crítica y docencia, en Chicago, Harvard, Oxford, Princeton, Ginebra, Cambridge, a caballo entre varias lenguas, el alemán de su familia vienesa, el francés de sus primeros estudios parisinos, el inglés americano de su formación universitaria, el italiano de su mestizaje universitario suizo, sin olvidar su familiaridad con el hebreo bíblico y su dilatada frecuentación de las culturas rusa y danuvianas. El español y el árabe han estado ausentes, durante mucho tiempo, de las lecturas steinerianas; pero esa falta de su inmensa biblioteca comienza a repararse de manera majestuosa, a través de Ibn Arabí, San Juan de la Cruz y el Góngora de las Soledades.
TERRORISMOS Y DESTRUCCIÓN DEL ALMA
En cierta medida, sus Gramáticas de la creación, publicadas, al mismo tiempo, en francés e inglés, en Paris, Londres y Boston, son la culminación provisionalmente definitiva de su obra, colosal, por la riqueza única de sus variaciones, y la revelación de un autor «desconocido». Habíamos confundido a Steiner con el más eminente de los críticos literarios, el más respetado de los profesores y comparatistas, en Europa y América, pero esta obra nos descubre la verdad que ya sospechábamos desde la publicación de sus penúltimos escritos biográficos: Steiner lleva medio siglo sirviéndose de la crítica literaria, indagando en muy otros terrenos lingüísticos, filosóficos, teológicos, artísticos, en definitiva, para poder abordar, al fin, las cuestiones esenciales que en verdad le preocupan: ¿puede existir y sobrevivir la persona humana, tal como la conocemos, desde hace tres o cuatro mil años, si se socaban, dinamitan y destruyen definitivamente la relaciones entre el hombre y el logos, la palabra, el Verbo que lo funda y echa los cimientos de su morada en la tierra…?
Contemplada su obra retrospectivamente, es fácil advertir que Steiner lleva más de cuarenta años desbrozando los dolorosos caminos que conducen hasta esa encrucijada actual. Su Tolstoi o Dostoievsky (1959) ya planteaba el dilema histórico de dos titanes tentados por dos capítulos mayores de esa epopeya espiritual del hombre moderno. Tolstoi sueña con llegar a suplantar a Dios e increpa a Shakespeare porque teme, con razón, que Timón de Atenas proclame la negación total del espíritu y el logos, precisamente. Dostoievsky, por el contrario, inicia la bajada al infierno contemporáneo: sus endemoniados y poseídos encarnan, por vez primera, la figura del mal absoluto, el Terror y el terrorismo inhumano e indiscriminado.
Lenguaje y silencio (1958) había comenzado a explorar la tierra baldia del logos amenazado por la Shoah, el holocausto sacrílego de Auschwiz. La muerte de la tragedia (1961) y sus primeros ensayos sobre Schoenberg y Celan iniciaban el estudio de los primeros intentos de reconstrucción de una arquitectura espiritual (concepto juanramoniano, desconocido por Steiner, nobody’s perfect) para el hombre de mañana, tras la caída y la soledad ontológica absoluta que reflejan las Elegias de Duino de Rilke.
SÓCRATES, JESÚS Y EL RÍO DE LA FLECHA
El castillo de Barba Azul (1971) esbozaba un primer balance provisional del estado «literario» de nuestras culturas, que continuaría matizando en Nostalgia de absoluto (1974). Mientras que Después de Babel (1975) echaba los cimientos de un futuro y mucho más vasto edificio: una visión y una teoria global de las lenguas y el paradójico principio de la traducción. A partir de esa obra, única en su género, comenzó percibirse, en la lejanía, el carácter monumental de la arquitectura que todavía tardaría veinticinco años en perfilarse definitivamente.
Martin Heidegger (1980) le permitió a Steiner zanjar de una vez por todas un problema espinoso y esencial: el puesto del maestro de Friburgo en la historia de las ideas y la filosofa, como heredero de una triple tradición griega (Platon), cristiana (San Agustín) y alemana (Nietzsche). Sus Antígonas (1986) son la guía de referencia obligada para ahondar en otra cuestión primordial: el puesto seminal de los mitos y la construcción lingüística, verbal, en la lenta e interminable construcción de nuestra conciencia. Desde aquel momento, Real Presences (1988), No Passion Spent (1996), o Errata (1997) pueden leerse como preludios a su definitiva Gramáticas de la creación.
Hay otros libros, novelas, incluso poemas, y muchos otros ensayos. Pero todos convergen en esa misma dirección. En Ginebra, hasta su jubilación, o en Cambridge, en una reclusión absoluta, Steiner no ha dejado de explorar los mismos abismos y esferas celestes. Una nueva traducción del Antiguo Testamento será un pretexto ideal para releer e iluminarnos los primeros versículos del Génesis. La celebración de la Pascua le permitirá volver a recordarnos el paralelismo fundacional de Sócrates y Jesús, en el alba de nuestra civilización. Una nueva biografía de Wittgenstein será una excelente oportunidad para volver a los lugares de perdición del hombre contemporáneo. Hay muchos otros senderos, siempre convergentes hacia el río primordial, el Río de la Flecha de Kim.
BUCHENWALD Y NOSOTROS
En verdad, todos los caminos de su vida y su obra, desde Viena a Paris, desde Paris a la costa Este americana, desde allí hasta la vieja Europa, de nuevo, entre Ginebra, Paris, Cambridge, o su amada cuenca danuviana, lo conducirán, siempre, hasta las playas de la misma zozobra, la misma e intacta fe: ni el griego homérico ni el arameo están hoy vivos, pero Agamenón y los convidados a la última cena continúan teniendo una presencia inextinguible.
Esa evidencia también es un principio histórico y ontológico. Un invento del siglo XIX apenas tiene para nosotros un interés arqueológico, mientras que Dostoievsky ilumina la sangre derramada por las víctimas del Terror indiscriminado e inhumano, caídas en nuestras calles, a la puerta de nuestras casas. Las artes son incluso más indispensables para la supervivencia misma del hombre que las ciencias y las tecnologías, porque son ellas las que echan los fundamentos de una posible, ambigua, atormentada y conflictiva existencia moral. Sin las artes, concluye Steiner, la psyche humana estaría desnuda ante la extinción personal y reinaría en ella, en nuestra conciencia, la lógica de la locura y la desesperación, abriendo el camino a una selva de seres y objetos desalmados.
Steiner estima que el divorcio último entre el hombre y el logos, la humanidad y el lenguaje, entre la razón y la sintaxis, entre el diálogo y la esperanza, se precipitó en Buchenwald, donde los verdugos y sus cómplices, consumaron la anulación total del pacto original entre el hombre y el lenguaje. Los nazis que imponen su ley diabólica siembran la proliferación de un desierto de cenizas profanadas. Los comunistas que colaboraron en los campos se creían llamados a organizar el Holocausto, capaces de escoger entre víctimas elegidas o condenadas en nombre de su propia concepción mesiánica de la historia. [Las reservas morales de Robert Antelme sobre Jorge Semprún y los comunistas, en Buchenwald]. Liberados, provisionalmente, al menos, del espantoso fantasma del Estado Totalitario, apoyado en un parque de artillería nuclear, con ambiciones planetarias, a nosotros nos ha tocado vivir otro tiempo de tribulaciones igualmente inquietantes.
TENTADOS POR MECÁNICAS SIRENAS ENDEMONIADAS
Steiner estima que las nuevas tecnologías de la información y la genética están modificando los fundamentos del yo y de nuestra conciencia. Toda la historia del arte la literatura del siglo XX nos hablan de esa encrucijada histórica. Ni las ciencias ni las tecnologías dan respuesta a todas las preguntas que continúan interpelándonos. Bien al contrario, la proliferación de artilugios mecánicos y virtuales también inventa realidades ficticias y endemoniadas que se alimentan con carne humana.
En el umbral de un nuevo siglo y una nueva civilización, Steiner se interroga por nuestro destino, y percibe oscuros signos de posible esperanza, muy alejados del ruido literalmente infernal y endemoniado que coloniza y destruye nuestras conciencias. Atraídos hacia la oscuridad del abismo por infinitas sirenas, el artista de nuestro tiempo afronta una situación única y sin precedentes. Terroristas y fariseos de muy distintas escuelas de pensamiento han abocado todas las artes, mercados e industrias de la cultura hasta el umbral de un desierto iluminado con luces fluorescentes, premios, medallas y publicidad desalmada. Steiner nos recuerda que solo la restauración de la palabra, amenazada, y la reconstrucción del logos, el Verbo, víctima de innumerables actos de sabotaje, nos permitirán transmitir la semilla de una conciencia, más allá del Terror ideológico y del Desierto de los objetos desalmados.
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(1) Grammaires de la création, George Steiner. Editions Gallimard. Col Essais. 430 págs. 135 Francos. Paris, 2001
St.Sulpice,aprimerahoradelamañana, 15 marzo 09. Foto JPQ.
José Julio Perlado says
Mucho me alegra, Juan Pedro, lo que anuncias de esa edición de artículos de Steiner en el New Yorker. La veré en cuanto pueda. Le sigo desde aquel «Tolstoi o Dostoievski» en que me descubrió los caminos paralelos de la épica y el drama.
Abrazos madrileños.
JJP
JP Quiñonero says
José Julio,
La verdad es que se trata de un libro muy atractivo: de la más alta divulgación sobre temas francamente apasionantes.
Abrazos parisinos,
Q.-
Cristóbal says
A mí también me alegra esta novedad editorial que anuncias, pero más me ha alegrado tu escrito sobre Steiner. Mi más sincero agradecimiento,
C.-
JP Quiñonero says
Cristobal,
Alegría y agradecimiento que te devuelvo, amistosamente…
Q.-
JJG Noblejas says
Muchas gracias por el anuncio del libro y por el largo texto «steineriano», que es un regalo para la memoria y la inteligencia. Y la insistencia en la gramática, y en esos autores más bien para vivir que no sólo para sobrevivir, salvo caso de necesidad… Un saludo, amigo Q., desde la noche caída en Roma.
JP Quiñonero says
JJG Noblejas,
Salve, Maestro… vaya una de gratitud amistosa, con un saludo fuerte, si,
Q.-
PS. Intentar vivir, si, intentando preservar… el Logos, digamóslo así.