¿Dónde escapar a la horda turística y encontrar refugio para el cuerpo, el alma, la vida, con un refrigerio que haga soñar y tenga virtudes afrodisíacas, en un lugar histórico…?
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Polidor, 15 mayo 2009. Foto JPQ.
CONTERTULIOS DE LEYENDA
En París, no hay duda: en Polidor (rue Monsieur le Prince, número 41, metro Odeón), el más antiguo de los restaurantes / tabernas que ha conseguido escapar a sucesivas mareas negras turísticas, desde su fundación, en 1845.
Hay algunos grandes y menores restaurantes parisinos que siguen funcionando desde finales del XVIII con distinta fortuna. La Tour d’Argent, en el muelle de la Tournelle, es una estrella errante en desierto turístico, adinerado. Le Grand Vefour, en la plaza del Palais Royal, ha subido, caído y vuelto a subir hasta legendarias cimas gastronómicas. El Procope, rue de l’Ancienne Comedie, ha caído en el infierno de las guías turísticas… Hay muchos otros monumentos, pero pocos o ninguno tan cordial como el Polidor, una leyenda indisociable de sus más memorables contertulios, Rimbaud, Verlaine, Antonio y Manuel Machado (que vivieron a poco más de cien metros), Ramón Gómez de la Serna (que vivió a no más de quinientos metros), Joyce, Hemingway, Max Ernst, Artaud, Ionesco, Boris Vian, Jack Kerouac, Raymond Queneau y un largísimo etcétera.
CONJURADOS SUBVERSIVOS
Polidor ha tenido muchas y distintas vidas. Pero preserva, desde sus orígenes, cosas muy sustanciales: una cocina tradicional a un precio muy asequible, un hondo tufo tabernario, unas mesas adosadas, un par de salones que han servido de lugar de reunión a conjurados de muchas escuelas subversivas (Colegio de la Patafísica, Internacional Situacionista, Comuna Zamorana, entre otras), vinos de la Francia profunda.
¿Qué y a qué precio se come en Polidor? Se comen platos de la más recia cocina familiar: blanquete de veau, petit salé aux lentilles, bavette à l’échalotte, boeuf bourguigon. Para mi sensibilidad, los vinos de Bourgogne quizá encajen mejor con tan sólidos monumentos de la gastronomía tradicional, desterrada de las cartas a la moda turística. Pero la carta de vinos también incluye Burdeos francamente potables. Incluso pueden pedirse aguas minerales, francesas e italianas.
LOS PROCELOSOS MARES DE LA MEMORIA Y EL DESEO
Los aromas de la cocina impregnan la atmósfera de la gran sala y los salones del fondo con unos perfumes tan humanos y apetitosos que, en verdad, alejan afortunadamente al público más selecto, pudiente y enriquecido con sucesivas crisis, aterrorizado ante la idea de tener que compartir mesa o vecindario de unos alborotadores de muy distinto pelaje, sexo y condición, atraídos por la comunión pública, ante una botella de vino, compartida con gentes de otras razas, otras sensibilidades, otras culturas, caídos de hinojos en el éxtasis que produce el perfume inolvidable de un plato de boeuf bourguigon, cocido durante horas con un vino de la ribera de Yonne, acompañado con una botella de Chambolle-Musigny.
Hay otros monumentos próximos, la Sorbonne, el College de France, los Jardines del Luxemburgo, el Panteón. Cada uno tiene su historia, su encanto, sus misterios. La gran ventaja e inconveniente del Polidor es que es un monumento vivo, humano, en movimiento, limitado, modesto, donde las cosas tienen un precio asequible y no se admiten tarjetas: se paga en cash o con cheque. Las señoras más encopetadas quizá sufran codeándose con jovenzuelas vagamente desvergozadas. Pero quizá recuerden el turbador perfume de una juventud intacta o marchita -tanto da- en la mirada de algunos comensales, vagabundos errantes por los procelosos mares de la memoria y el deseo.
- París y Fotografía en este Infierno.
Así da gusto levantarse por la mañana.
Saludos.
Efectivamente. No sé porqué pero el café con leche, cuando se acompaña de lecturas como ésta, sabe que ni te cuento.
Miguel, Àngel…
Miguel,
Bueno…
Àngel,
Y no digamos el pan con vino y jamón…
Q.-
¿Y jamón? qué jamón? Vino, natural
Loles,
Guijuelo, ibérico,oye. En materia de vinos… me inclino por los Ribera del Duero o los Margaux franceses, digo,
Q.-
¡Qué gran guía para descubrir lo que hay debajo de la cáscara de París!
Q, muerto Julien Green, qué mejor acompañante podría pedir uno para andar por París.
Mientras me lo permitas, seguiré paseando gustosamente a tu lado, como feliz flâneur, gozando de los mil rincones ocultos de esa gloriosa ciudad tuya; aunque sea a distancia y por internet…
Enrique.
Enrique,
¡Qué generoso lector…!
Cuando vengas por París… aquí me tendrás, presto al vagabundeo.
Graciassssssss
Q.-
“Y ya en la cadena de preguntas: ¿Por qué después de entrar en el restaurante Polidor fui a sentarme en la mesa del fondo, de frente al gran espejo que duplicaba precariamente la desteñida desolación de la sala? Y otro eslabón a ubicar: ¿Por qué pedí una botella de Sylvaner? (Pero esto último dejarlo para más tarde; la botella de Sylvaner era quizá una de las falsas resonancias en el posible acorde, a menos que el acorde fuese diferente y contuviera la botella de Sylvaner como contenía a la condesa, al libro, a lo que acababa de pedir el comensal gordo.)»
En unas pocas semanas espero entrar ahí, y emulando a Cortázar (o a su paredro, vaya usted a saber) pedir una botella de Sylvaner.
Arrebatos,
Oye, qué alegría recordar a Cortazar. La esquina del Polidor sale en dos o tres libros, Rayuela y 62. Y esa cita debe ser de uno de ellos, quizá de 62, que comienza por ahí, si no recuerdo mal…
… dicho todo eso, lo de Cortazar no era el vino: pedir Sylvaner con la comida que dan el Polidor es una locura de gusto dudoso, que no comparto en absoluto. La comida del Polidor encaja con los vinos de Bourgogne, y algún Burdeos. Los vinos de Alsacia encajan mal con la cocina de la casa, esencialmente bourguiñona.
Pero, bueno, sobre gustos no hay nada escrito. Se agradece la cita de Cortazar.
Avanti…!!!
Q.-
Efectivamente JP, la cita es de 62, cuyo personaje principal se pasa la novela tomando Sylvaner. En el Polidor, si no recuerdo mal, se sienta a la mesa acompañado sólo de una botella de Sylvaner, sin ningún plato que la acompañe, dicho lo cual se le puede perdonar la excentricidad.
Un saludo
Arrebatos,
Es curioso… cuando yo leí esos libros por vez primera, todo me parecía «lógico»… ahora miro la geografía de Rayuela -que es la geografía de mi barrio- vuelvo a esas citas que tú citas… y me suena un poco incongruente… ¡una botella de Sylvaner, solo!!!!… ¡es dificilísimo estar solo en ese restaurante! y beber solo… ¡un vino de Alsacia!!!… un horror… imaginaría -sería más «realista»- algún borgoña incluso beaujolais… son vinos más idóneos para la bebida solitaria… lo del Sylvaner me resulta infumable… ¡siempre me ha dado un horroroso dolor de cabeza!… Cortazar pensaba otra cosa, qué quieres.
Suerte…
Q.-