Fontaine Stravinski, detalle. 12 enero 2005. Foto JPQ.
Imprescindibles para sobrevivir
Temo que Álvaro Cunqueiro sea víctima del peor de los ostracismos, el de la ignorancia, el año de su centenario.
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Cuando trabajaba en mi libro De la inexistencia de España, pensé que este era su puesto glorioso en la historia general de nuestras culturas:
UNA GEOGRAFÍA ESPIRITUAL PARA DAR COBIJO A LAS ALMAS
Alvaro Cunqueiro, entre algunos otros, creó un frondoso espacio inmaterial muy propicio a la siembra y cosecha de los más profundos misterios. En el prólogo a sus Tesouros novos e vellos (1.964), que solo tardó veinte años en ser prologado, anotado y traducido al castellano por César Antonio Molina, Tesoros y otras magias (1.984), Cunqueiro escribía: Galicia es un país de tesoros, ocultos en los castros, sumergidos en las lagunas, enterrados aquí o allá, y casi siempre guardados por moros, enanos, gigantes, hadas, culebras… Son los llamados encantos.
Suelen confundirse esos encantos con los frutos de la “fantasía”. Cuando, en verdad, sin duda, ellos componen un arte entero de la vida. Una geografía inmaterial cuya primera misión es construir y ofrecernos una tierra donde puedan volver a vivir las almas, que no sabemos si perecieron, en el infierno de la gran ciudad desierta o las ilimitadas parameras del yermo rural, continúan la dolorosa marcha de un eterno destierro, o están a la espera de que volvamos a ofrecerles cobijo en una casa común, que es la suya y la nuestra.
RESCATAR LAS RAÍCES DE NUESTRA IDENTIDAD ESPIRITUAL
La hegeliana Phänomenologie des Geistes nos recuerda que la conciencia y la razón comenzaron por ser simples y rudimentarias figurillas del espíritu, mucho antes de poder articularse, a lo largo de los siglos, componiendo la gigantesca arquitectura espiritual que conocemos a través de la historia del pensamiento. La reconstrucción del alma y la casa del ser, en nuestro caso, pasa, pues, por la revelación de viejas o nuevas figuras del espíritu o la ilusión, tramando una nueva relación con lo perdido que en otro tiempo estuvo en nosotros, como había advertido Juan Ramón, y Cunqueiro nos ayuda a reconquistar, descubriendo maravillosas analogías entre nuestra melancolía, nuestro dolor, y los encantos que es nuestro primer y más sagrado deber cultivar con nuestra palabra, hasta hacer florecer las viejas y secas raíces de nuestra vida espiritual.
REVELACIÓN DE NUEVOS TERRITORIOS IMPRESCINDIBLES PARA SOBREVIVIR MORALMENTE
La imaginación, nos decía Cunqueiro, citando a Baudelaire, en la página liminar de sus Siete cuentos de otoño, incluidos en las Flores del año mil y pico de ave (1.968), la imaginación es la más científica de las facultades, porque es la única que comprende la analogía universal. Hay un eco de Poe en esa analogía. La imaginación, pues, es el primero y más sólido fundamento de la ética del lenguaje, como nos sugiere Wittgenstein. Solo ella nos permite avanzar por el oscuro camino de lo desconocido e invisible, y, sin embargo, tan urgente para nuestra salud moral. Sin garantía de llegar a buen puerto. Para navegar, cuando menos, por el océano sin orillas de la conciencia. Gracias a ella, Cunqueiro ensancha las modestísimas e ilusorias fronteras de nuestra patria terrenal hasta los confines de maravillosos reinos submarinos, donde nos aguardan tesoros sin cuento, que nos ayudarán a descubrir las aves del paraíso que han hecho nido en las palabras del finísimo hilo que continúan tejiendo Penélope y Euriclea, sirviéndose de las nieves, los vientos y las lluvias de antaño. Cayendo, incesantes, en el patio de una casa cuyas raíces crecen, como las de un árbol, con la llegada del alba rosácea del verbo.
Esa epifanía de la lengua culmina con el nacimiento de un ser de ilusión que no me atrevería a llamar “hombre nuevo”, porque se trata, más bien, del nacimiento nuevo de un hombre y un héroe antiguo. Cunqueiro se sirve de Ulises y sus mocedades (1.960) para contarnos con el regreso a Ítaca el comienzo de la creación de ese mundo, que contiene todos los mundos conocidos, y quizás muchos otros. Ese viaje es un retorno a la patria que nos vio nacer, con la lengua. Nuestra educación comienza con el servicio, el sacrificio y las ofrendas a esa nuestra morada más íntima.
LA TAREA SUBVERSIVA DE SOÑAR NUEVOS MUNDOS
La educación de Ulises comienza y culmina con las artes y astucias de la palabra. Nombrando el paisaje de lejanas tierras. Enumerando los infinitos caminos surcados por su remo. Venciendo a los vientos y las lluvias que se llevaron los recuerdos de otros hombres. Soplando la vela de su frágil embarcación, camino de la patria y la palabra que su madre escribió en sus labios. Perseguido por las alas negras del ave de la melancolía.
Ulises nos descubre tierras tan vastas como el mar, navegando hasta los confines donde las palabras del viento conducen el remo de sus encantos. Cunqueiro nos recuerda, sin embargo, que, para regresar, ni a Ulises ni a nosotros nos sirve la nave de las palabras: es urgente que hagamos realidad nuestros sueños. ¿Hay algo más subversivo…?
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Mi libro El caballero, la muñeca y el tesoro está dedicado a mis hijos. En verdad, se trata un homenaje íntimo a Italo Calvino y Álvaro Cunqueiro, maestros celestes.
Imprescindibles para sobrevivir en este Infierno.
José Julio Perlado says
Juan Pedro,
tanto Cunqueiro – del que escribí hace poco en Mi Siglo – como el Italo Calvino de «Nuestros antepasados» o de «Las ciudades invisibles» me han acompañado muchas veces: fantasía trenzada con realidad, imaginación unida al realismo. Recuerdo en «Fábulas y leyendas de la mar» de Cunqueiro la maravillosa «Epístola de Santiago Apostol a los salmones del Ulla» o cómo va contando el lenguaje de los peces y las escuchas del mar o cómo son los plañideros del océano.
Como en tantas otras cosas de la vida, coincidimos en muchas lecturas.
JP Quiñonero says
José Julio,
Clarooooo…
Escribes muy bien y muy oportunamente, evidente,
–Pla y Cunqueiro.
–¿La imaginación al poder?
Q.-
maty says
Jot Down El realismo distraído de Cunqueiro Marcos Abal