Elíseo, 10 octubre 2012. Foto JPQ.
Valery Giscard d’Estaing habla con un profundísimo conocimiento de la cuestión: “En Malí, Francia corre el riesgo de embarcarse en una aventura neocolonial..”.
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CINCUENTA AÑOS DE INTERVENCIONES
Ex presidente de la República, Giscard es un testigo, actor y analista excepcional de una crisis cuyos antecedentes permiten comprender la naturaleza “imperial” de una intervención decidida por François Hollande en la mejor tradición nacional de la “monarquía nuclear”.
La Constitución de la V República confiere al jefe del Estado, elegido a través del sufragio universal, unos solitarios poderes excepcionales en materia de seguridad y defensa: es jefe de Estado mayor de los ejércitos, puede lanzar y dirigir personalmente operaciones militares en el exterior, tiene en los sótanos de su despacho personal la célula militar desde donde puede lanzar un ataque o respuesta atómica.
Tras la independencia, la Francia del general de Gaulle negoció una veintena de acuerdos de seguridad, defensa y cooperación militar con sus antiguas colonias, en virtud de los cuales París puede intervenir militarmente “a la demanda” de los gobiernos amigos y aliados. Ese es el fundamento diplomático e institucional de medio centenar de intervenciones militares francesas, en sus antiguas colonias, en el último medio siglo.
“SABLE ATÓMICO”, AMIGOS E INTERESES ESTRATÉGICOS
Todos los presidentes de la V República, De Gaulle, Pompidou, Giscard, Mitterrand, Chirac, Sarkozy y Hollande, han utilizado esas prerrogativas institucionales para dirigir personalmente un largo rosario de campañas militares en África, persentadas siempre con la misma cobertura diplomática: “Ayudas a nuestros aliados”, “preservar la integridad del Estado” (Estados creados por Francia), “asegurar los intereses nacionales”, a geometría variable: minas de uranio en Níger (fronterizo con Malí), posiciones militares en el Tchad, inversiones y alianzas en el Zaire, Costa de Marfil, Centroáfrica, Gabón, Togo, Rwanda, etcétera.
De de Gaulle a Hollande, cada presidente francés ha dirigido a su manera las muy distintas operaciones militares en las antiguas colonias. Durante muchos años, los analistas militares más calificados estimaban que Francia era una “monarquía nuclear”. La tercera potencia atómica mundial (tras los EE. UU. y Rusia) ofrecía a su presidente unos poderes militares excepcionales y un “sable atómico”, un parque de artillería nuclear, que tuvo una importancia estratégica durante varias décadas.
“MONARCAS ABSOLUTOS”
De Gaulle ejerció la función presidencial con una grandeza de otra época: sacando a Francia de la estructura militar de la Alianza Atlántica, negociando la independencia de Argelia y la descolonización, echando los cimientos industriales, militares y conceptuales de su “monarquía nuclear”.
Giscard dirigió personalmente la operación “Leopardo”, el envío de paracaidistas a Kolwezi, en el Zaire, para liberar a unos 3.000 civiles “secuestrados” por los rebeldes del Frente de liberación nacional del Congo (FLNC). En el Tchad, Giscard también afrontó personalmente las operaciones de un conflicto secular, teñido de dramatismo por un secuestro célebre.
Durante el doble mandato presidencial de François Mitterrand, el primer presidente socialista desde el Frente Popular también se comportó como “monarca absoluto”, dirigiendo personalmente un largo rosario de conflictos e intervenciones militares en África.
“PAPÁ ME HA DICHO…”
Mitterrand se complacía en la imagen del “monarca” de otra época, utilizando el arma nuclear y los ejércitos nacionales como parte esencial de la panoplia de recursos militares que ofrecían y ofrecen unas posibilidades excepcionales de influencia. Mitterrand jugó un papel significativo en la campaña de los euromisiles, apoyó a Margaret Thatcher durante la guerra de las Malvinas, decidió la participación francesa en la primera Guerra del Golfo.
Sin embargo, fue en África donde Mitterrand encontró su principal “coto reservado”. Su hijo Jean-Christophe pasó de ser corresponsal de la AFP en Mauritania a consejero íntimo en asuntos africanos, para terminar en la cárcel, convicto y confeso del delito de tráfico de armas en Ángola. Los jefes de Estado y gobierno africanos llamaban a Mitterrand hijo “papá me ha dicho”, aludiendo a la insignificancia servil del hijo del presidente de la República.
EN RUANDA, GENOCIDIO
Mitterrand dirigió con distinta fortuna operaciones e intervenciones militares francesas en el Tchad, en Centroáfrica, en las Comores, en Ruanda, en Somalí, en el Zaire, en Camerún, en Congo-Brazzaville. Mención muy particular merecen las intervenciones francesas en Ruanda…
En 1994, en Ruanda, un gobierno formado por políticos de la étnia hutu intentó exterminar a la “minoría” étnica tutsi. Asesinatos en masas muy semejantes a un genocidio. Decenas o centenares de miles de asesinatos perpetrados al arma blanca. Se trataba de un “penúltimo” y trágico enfrentamiento étnico, cuyos antecedentes se pierden en la historia étnica de un Estado pasablemente artificial, peripecia última de la descolonización. Se ha discutido sin llegar a una conclusión definitiva cual fue la posible responsabilidad de las tropas francesas estacionadas en la región. Se ha discutido el oscuro papel que pudieron jugar pasivamente los ministros de la defensa de Mitterrand y Chirac, más tarde. Quedan en la sombra los informes e informaciones ultra confidenciales que conocían el jefe del Estado y el gobierno francés, ante un pavoroso intento de genocidio étnico.
CHIRAC, SARKOZY Y EL SABLE MILITAR
Sucesor de Mitterrand, Jacques Chirac tuvo desde niño una inconfesable vocación de capitán de una guardia de mosqueteros. Elegido presidente, consagró a su función de jefe de los Ejércitos una dimensión militar y hornamental importante.
Chirac era inmensamente feliz dirigiendo operaciones militares que “doraban” la imagen “monárquica” de una Francia presta a intervenir, durante su mandato, en Costa de Márfil, en las Comores, en el Tchad.
Nicolas Sarkozy, por su parte, encontró en la guerra de Libia que derrocó el régimen del coronel Gadafi -viejo adversario militar de Francia, en el Tchad- el conflicto “ideal” para dorar la imagen nacional e internacional de un presidente francés presto a usar el sable militar en terrenos estratégicos donde estaban en juego intereses nacionales y continentales, europeos.
MALÍ, LA GUERRA DE HOLLANDE
El terrorismo y el secuestro de franceses, en el Tchad, en Argelia, en Níger, en Somalía, ha sido una constante a lo largo de medio siglo de intervenciones militares en África. En Kolwezi, Giscard dirigió una operación anti terrorista excepcional. Mitterrand, Chirac y Sarkozy tuvieron que afrontar crisis menos brillantes, más trágicas. Hollande se enfrenta a los mismos problemas de siempre, agravados con angustiosa incertidumbre.
La campaña de Malí, la operación Serval lanzada por Hollande, es indisociable del secuestro de franceses en Niger (minas de uranio estratégicas) y el sur argelino. La lucha contra el terrorismo (independentista, ayer; islámico, hoy), y la defensa de la integridad de un Estado fantasmal, siguen siendo razones de mucho peso, que la vieja “monarquía nuclear” afronta asumiendo en soledad los nuevos desafíos, tras una retirada de Afganistán donde los generales franceses no tenían el puesto capital que si tienen en Malí.
- Hollande retoma la antorcha de la Guerra contra el terrorismo islámico de George W. Bush.
- En Malí, Hollande entra en una (s) guerra (s) sin solución militar.
ABC, 20 enero 2013.
- Francia y África (s) en este Infierno.
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