Vista aérea paisaje castellano. Vuelo Madrid / París del 7 octubre 2009. Foto JPQ.
[ .. ]
El 4 de marzo de 2005 el Consejo de Ministros pidió al Consejo de Estado un informe sobre la modificación de la Constitución española en cuatro puntos capitales:
-La supresión de la preferencia del varón en la sucesión del trono.
-La recepción en la Constitución del proceso de construcción europea.
-La inclusión de la demoninación de las Comunidades Autónomas.
-La reforma del Senado.
El 16 de febrero de 2006, el pleno del Consejo de Estado aprobó el informe redactado a petición del Gobierno, subrayando en su prólogo, con una prosa igualmente sibilina:
“No se pide la redacción de textos que den forma jurídica a una reforma cuyo contenido está ya definido, sino un informe acerca de las modificaciones constitucionales que la consulta define solo por relación a los objetivos que el Gobierno considera deseables”.
Dicho de manera menos tortuosa:
-El Gobierno pedía al Consejo de Estado un informe que permitiera avalar una reforma constitucional concebida con objetivos políticos propios.
-El Consejo de Estado respondía con un informe que sugería varias posibilidades de reforma constitucional.
Pronto se confirmaría que la reforma constitucional «con objetivos políticos propios» y las refomas constitucionales sugeridas por el Consejo de Estado eran incompatibles. Distintas y quizá antagónicas.
Años más tarde, esas diferencias de inmenso calado histórico y constitucional se han agravado de manera angustiosa, entre sucesivos gobiernos y el Consejo de Estado, entre los dos grandes partidos mayoritarios (PP y PSOE), entre las distintas familias regionales de un mismo partido (PSOE), entre los gobiernos de Cataluña y España, entre las oligarquías ideológicas dominantes, entre los más variopintos proyectos de posibles reformas de la Constitución, que oscilan entre la “recentralización”, el “federalismo” y el “federalismo a geometría variable”.
Ortega comparaba a Castilla con Roma, capaces, decía en su España invertebrada (1921), de “forjar amplias estructuras nacionales”:
“La potencia verdaderamente substancial que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común. Repudiemos toda interpretación estática de la convivencia nacional y sepamos entenderla dinámicamente. No viven juntas las gentes sin más ni más y porque sí; esa cohesión a priori sólo existe en la familia. Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo.”
Las negritas son mías.
¿Hacer juntos algo..? ¿Rajoy, Rubalcaba, Mas? ¿El PP y el PSOE? ¿Entre Cataluña y Andalucía? ¿Entre Castilla y el País Vasco? ¿Hay otros “líderes” que propongan un proyecto vagamente común..?
- España y Anales de Caína en este Infierno.
Vaya con Ortega! como decimos en catalán, «no es mocava amb mitja màniga», compara Castilla con el Imperio Romano!
Buena reflexión la suya. Y añado, la política está demasiado politizada y falta cultura democrática, 35 años no son nada, al menos no empezaremos a homologarnos hasta después de un par de generaciones que hayan nacido y desarrolado en democracia.
Josep,
En verdad, la frase original de Ortega es ¡mucho más ampulosa..! Aparecen Roma, Alejandro, César, Napoleón y ¡Genghis Khan! (este era el malo de la película, por ignorante y zafio, no como Napoleón, que era corso jacobino).
Citaré la frase completa en el tercer librito de mi serie sobre las crisis españolas. En el segundo aparecen Carles Riba y Josep Carner para explicar las relaciones Barna / Madrid,
Q.-
«Proyecto sugestivo de vida en común» Una expresión tendente al totalitarismo.
Toda concepción voluntarista de la nación es el caldo de cultivo de un nacionalismo y, por tanto, de un fascismo. Las naciones no se proyectan. Son lo que son, se manifiestan, hacen, luchan, sufren y crean lo que sea que resulte en la Historia.
Cuando alguien habla de «proyecto nacional» se olvidan que la democracia (si es que queremos democracia en España algún día) es la convivencia política de los intereses que pugnan entre sí de forma civilizada. Con sus elecciones y su separación de poderes.
Basta ya de consenso, de voluntarismo y de disolución de la verdad. Vamos a por la libertad, la democracia y la civilización de la política.
Manuel,
La verdad es que no estoy nada de acuerdo, la relación nación – fascismo – totalitarismo no me parece en absoluto fundada. En absoluto.
Q.-
PS. De la inexistencia de España.