The Great Gatsby.
Temo que la crítica y la parafernalia publicitaria hayan ignorado y ocultado lo único esencial.
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Los colores y ópticas de la nueva fotografía confieren a la fidelidad “realista” del Great Gatsby de Baz Luhrmann -como a la reciente Anna Karenina de Joe Wright, otra obra mayor- la dimensión onírica de las fábulas infantiles: los creadores revisan sus lecturas juveniles y adolescentes con una nueva óptica; y la fidelidad de su memoria construye relatos visuales mucho más frondosos, que no siempre están en la “letra” de las historias de Fitzgerald y Tolstoi, recreadas con la precisión de un mundo nuevo, fruto de la ilusión y los prodigios de la técnica.
Los colores y ópticas utilizadas por Simon Duggan -el director de fotografía de Luhrmann- permiten construir unos planos y perspectivas que solo están en la imaginación del creador de nuevas formas visuales, iluminando la realidad de un mundo interior sembrado con la palabra del relato escrito en 1925, pero construido en 2011 con luces y ópticas desconocidas por Fitzgerald, desconocidas hace apenas diez años.
Los colores y ópticas de la nueva fotografía ofrecen a los creadores una paleta de recursos visuales inexistentes hace pocos años. El blanco y negro del expresionismo alemán permitió a los grandes creadores de la época imaginar oníricas ciudades de pesadilla filmadas en estudio: la óptica y iluminación creaban mundos de nuevo cuño. Las técnicas que permitieron filmar en color y sin iluminación artificial nocturnos paisajes urbanos descubrieron al mundo de las fábulas y la imaginación la ciudad de nuestro tiempo. Las ópticas y colores de la nueva fotografía digital permiten imaginar y realizar las imágenes, planos y secuencias de otra nueva realidad, invisible hasta ayer mismo.
En el caso del Gatsby de Luhrmann – Duggan – Di Caprio y Tobey Maguire, esa nueva realidad de la creación visual, fotográfica, nos habla de un prodigio técnico y artístico: la “fidelidad” arqueológica de la reconstrucción visual (creando ciudades artificiales en un estudio cinematográfico) culmina con la aparición -como los héroes y las brujas irrumpen de repente en los cuentos de hadas- de primeros planos y paisajes que no estaban en el relato de Fitgerald pero son el fruto de esas semillas crecidas en la tierra virgen de un paisaje que tampoco existía ayer, ya que las ilusiones ópticas de la fotografía también han cambiado.
De ahí el gozo de volver a leer y volver a soñar. Hay dos tipos de hombres, decía Lawrence en su libro sobre la revuelta árabe: unos, sueñan y se despiertan creyendo que han soñado; otros, mucho más peligrosos, aspiran a hacer realidad sus sueños.
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- Cine y Fotografía en este Infierno.
Antonio Castillo Algarra says
Hola, Quiñonero. Gracias por rescatar a Luhrmann, denostado por los supuestos «high brow» hispanos. Su Shakespeare siempre me ha parecido el mejor de la historia del cine, por verdadero.
Me quedo con la escena del Gatsby, con Nick (Maguire) en la ventana del barrio modesto (¿era Brooklyn, Queens?), convertido en observador y observado, en una recreación de los cuadros de Hopper.
Por lo demás, la novela de Fitzgerald me resulta repulsiva de leer, por la nadería del lenguaje y la prosa vacía y afectada, hortera. Así que en película gana, aunque los protagonistas sigan siendo la nada.
En cuanto a la nueva Anna Karenina, me temo que el director, Wright, me parece de lo más insufrible que circula hoy, y su reparto de la adaptación de la novela de Tolstoi lleva los peores Vronski y Lyovin que se pueda imaginar (un niñato y un afeminado respectivamente…). ¿De verdad te gustaban? En Gatsby, en cambio, el reparto es el que debe ser (y casi no se nota que a todos les sobran unos años).
Un saludo
JP Quiñonero says
Antonio,
No coincidimos en bastantes cosas…
-La novela de Fitzgerald es un clásico universal. Y como tal reconocida en todo el mundo. Las páginas consagradas al Valle de las cenizas son canónicas.
-La nueva Anna Karenina me gustó, efectivamente. Incluso lamenté no escribir nada. De ahí la «repesca». Otra cosa es la versión que cada cual tenemos del libro. Palabras mayores. Poco importa.
Lo que yo considero esencial en ambas películas -más allá de gustos personales- es que las nuevas ópticas y los nuevos colores permiten «releer» y «reinventar» los libros clásicos, para leerlos de otra manera, que es una manera de enriquecernos colectivamente, aportando cada cual el grano de arena de su sensibilidad, en su gloriosa diversidad, aceptando y asumiendo la riqueza de otros puntos de vista, sin dejarse llevar de los anatemas un poco perentorios…
Q.-