Drowning girl, RL.
Del Pop subversivo al Decorativismo de Estado, Recuerdo y homenaje a los maestros de la Figuración narrativa.
[ .. ]
Majestuosa retrospectiva del Centro Pompidou consagrada a Roy Lichtenstein (1923 – 1997), que permite repensar el puesto de uno de los grandes patriarcas del pop norteamericano en la evolución de las metamorfosis de un movimiento que tuvo muchos otros capítulos en la historia general del arte.
Muchos historiadores piensan que la primera gran exposición que lanza el pop norteamericano es la celebrada en el Pasadena Art Museum, en 1962, con obras de Jim Dine, Warhol, Lichtenstein y Ed Ruscha. La evolución posterior de esos cuatros maestros bien subraya hasta que punto el pop fue cosas muy distintas.
La diversidad del pop norteamericano había comenzado antes de ser analizado como un movimiento “unitario”. La rivalidad Warhol / Lichtenstein, las acusaciones de “plagio” contra Lichtenstein (que “fusiló” alegremente a muchos grandes creadores de comic, John Romita, Joe Kubert, Gil Kane o Jack Kirby), los caminos muy distintos de Dine o Ruscha, pusieron de manifiesto, muy pronto, que no había “un” movimiento pop. Había varios.
En Europa, por otra parte, hubo un pop anterior o contemporáneo al pop norteamericano. Los franceses reivindicaban, por las mismas fechas o poco antes (años 60 del siglo XX), un movimiento paralelo, la Figuración narrativa. Y el primer Equipo Crónica valenciano ocupa un puesto no menos significativo en la historia de un movimiento cosmopolita que tuvo muchos otros rostros.
Entre ese arco iris de movimientos y sensibilidades pop, Roy Lichtenstein ocupa un puesto singular. Nadie como él trabajó y modificó las relaciones del comic histórico con la nueva pintura posterior al expresionismo abstracto, cuyos patriarcas arremetieron muy pronto contra el decorativismo palmario de los pop menos “comprometidos”.
Con el tiempo, la gran retrospectiva del Centro Pompidou permite revisar en profundidad la obra de uno de los grandes patriarcas, despojándola de los convencionalismos que la encasillaron demasiado pronto en una de sus facetas mejor conocidas, la de “relector” de comics, revisitados y puestos en perspectiva para dar a ese tipo de estética visual nuevas dimensiones.
En verdad, ese Lichtenstein que “copia” comics más o menos célebres apenas ocupa un quinquenio corto en la obra final del artista. Sin duda, Lichtenstein siguió “copiando” comics toda su vida. Pero Camille Morineau, la comisaria de la retrospectiva del Pompidou, subraya que hubo muchos otros Lichtenstein.
Hubo un Lichtenstein que “revisita” a su manera grandes maestros contemporáneos (Matisse y Picasso, esencialmente). A través de una estética que viene del diseño y el comic, siempre, Lichtenstein continúa despojando a los grandes gigantes del siglo XX de su aura de maestros canónicos, para contemplarlos a la luz de las culturas pop, con una fortuna que cada cual juzgará a su manera.
Hubo un Lichtenstein que recurrió a la técnica del “brochazo”, tan asociada, históricamente, a la action painting, los expresionistas abstractos y algunos movimientos radicales japoneses. Lichtenstein pinta unos brochazos muy “artísticos”, que vienen de la imaginería pop, sin duda (comic, cultura audiovisual, cine negro del Hollywood de los años 40 y 50 del siglo XX). Pero esa experiencia mal conocida en Europa ilumina el resto de su obra con una luz menos decorativa, más preocupada por la mística de la pintura y los colores, propia de Kandinski y los románticos alemanes, desde Goethe.
Hubo, así mismo, un Lichtestein que pintaba interiores domésticos, muy turbadores. Incluso hay un Lichtenstein “budista zen”, que pinta o “copia” amaneceres y atardeceres de las tradiciones chica y japonesa. Entre su obra última, esos soles que nacen y mueren en amaneceres y atardeceres de comic tienen una caligrafía austera, espartana, y son la culminación de un trabajo de “limpieza” y despojo de todo lo accesorio que emparenta a Lichtenstein, por momento, con algunos momentos de Matisse, cuando la obra, el cuadro, se reducen a unas líneas y colores trabados por misteriosas geometrías.
Creíamos que Lichtenstein era un simple y modesto lector de comics. Con el tiempo, esa pasión adolescente cobra dimensiones mucho más turbadoras. A través de la estética del comic, el pop de Lichtenstein sigue interrogándose por los grandes misterios que tanto preocupaban a los calígrafos y maestros del budismo zen, la soledad, el dolor, la melancolía, la vaciedad del mundo, el misterio de la muerte y la vida. Un respeto.
[ .. ]
[ .. ]
- Arte en este Infierno.
Deja una respuesta