Editions Gallimard, 9 octubre 2014. Foto JPQ.
Literariamente, los puntos suspensivos, elipsis y ambigüedades literarias pueden tener efectos muy atractivos para el lector.
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En una rueda de prensa, los mismos recursos pueden ser decepcionantes como respuestas a preguntas concretas.
Hace tres días, Patrick Modiano rechazaba con un gesto amable la mera hipótesis de su “candidatura” al premio Nobel de literatura, que finalmente ha ganado, contra todo pronóstico. Confirmada la noticia, celebró el acontecimiento escoltado por su esposa, Dominique Zehrfuss, y su editor, Antoine Gallimard, ante un centenar de periodistas que intentaron en vano sacar al novelista de sus maravillosas nubes solitarias.
En un salón del palacete de la familia Gallimard, a dos kilómetros cortos del domicilio personal de Modiano -residente en un barrio inmortalizado por Azorín, Baroja, Josep Pla y César González ruano- el novelista, su esposa y el editor se sometieron a la deliciosa tortura de un interrogatorio deshilachado por los flashs y las cámaras de tv.
¿Cómo y cuando recibió la noticia? “Paseaba por mi barrio, como todas las mañanas. Me llamó mi hija poco después de las doce. Le dije que no gastara bromas. Seguí caminando, hasta que me llamó Antoine, Antoine Gallimard”.
¿Celebrar el premio? “¡No! En casa no teníamos nada preparado”.
¿Le llamó el presidente Hollande? “Si. No recuerdo muy bien lo que me dijo. Esas cosas que se dicen en estos casos. Los dos estábamos un poco confusos”.
Fiel a la leyenda de su personaje, Modiano respondió con largos silencios, matizados con interminables puntos suspensivos las inconfundibles dudas de su prosa poética, escueta, delicada, precisa, escalpelo de sentimientos atormentados, buscando una luz entre la impenetrable oscuridad del tiempo ido, en vano.
–Su premio también es un motivo de gloria para la gran cultura francesa. Sin embargo, muchos franceses temen que Francia esté en declive. El ex presidente Giscard habla del riesgo de decadencia.
-¿Declive? ¿Decadencia?… yo, mire… solo veo una situación dolorida, angustiosa, para mucha gente… pero me pregunto si esa crisis no es muy parecida a la que pueden sentir otros pueblos, en otras situaciones, en Europa y fuera de Europa…
–La política y la tragedia histórica están muy presentes en la primera parte de su obra. ¿Qué piensa de la literatura política?
-No sé si es lo mío. Mis personajes caminan, errantes, solos… quizá sufren mucho, quizá buscan cosas que no encuentran, viven como sonámbulos… quizá ese tormento de caminar por calles oscuras y vacías también es algo muy político.
–¿Sartre? ¿Camus?
-Los dos.
–Es usted muy diplomático. No quiere comprometerse.
-No, no… la verdad es que hay cosas de Sartre que me influyeron mucho, en mi juventud. Y siempre he respetado a Camus.
–¿Saint-John Perse o Prevert?
-Hummm… bueno… Saint-John Perse es muy monumental… quizá estoy más cerca de Prevert.
–¿Queneau o Raymond Chandler?
-¡Los dos! Queneau me quería mucho. Se hubiese alegrado de este premio. Chandler, qué quiere que le diga, un maestro grande…
–Usted, que ha escrito tantos libros parecidos a novelas policiacas, ¿no se siente tentado por los escándalos de los últimos treinta años, donde hay tanta corrupción, incluso dos suicidios de personajes que frecuentaban el Elíseo?
-Creo que no… no… quizá todo eso está todavía demasiado cerca, y no tiene, para mi, la patina del misterio y las sombras de mis cosas…
–¿Cómo se sitúa usted mismo en la ya larga lista de premios Nobel franceses? El último fue Le Clézio, hace apenas seis años.
-Le Clézio es un hombre de mi generación, más o menos. Hacemos cosas distintas, pero siempre lo he respetado mucho. Los otros premios Nobel… todo esto me parece algo irreal, como un sueño. De niño y de joven, autores como Albert Camus, o Sartre, me parecían estatuas vivientes. No puedo compararme con ellos. Ni puedo imaginarme entre esas estatuas.
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En otro plano, el Nobel de Modiano es el triunfo espectacular de una carrera consagrada esencialmente a reescribir desde un ángulo intimista algunas de las páginas más oscuras y siniestras de la historia de Francia.
El padre de Patrick Modiano fue un personaje oscuro, muy relacionado con traficantes y policías que trabajaron e hicieron grandes negocios vendiendo de casi todo -mercancías, obras de arte, servicios, hombres, mujeres- al ejército de ocupación nazi. Colaboradores muy activos con la Gestapo francesa, integrada por canallas hampescos. Modiano hijo nació en 1945. Toda su vida y su obras están marcadas por esa historia paterna.
La madre de Patrick Modiano fue una actriz que comenzó a hacer carrera durante la ocupación nazi y terminó separándose de su marido, para comenzar otras vidas, acompañada, finalmente, de Jean Cau, que había sido secretario personal de Jean Paul Sartre.
Las complejas relaciones de sus padres condenaron al joven Patrick Modiano a una vida de “exilio interior”, errante entre diversos internados, donde siempre fue pasablemente infeliz. La muerte prematura de su hermano privó al futuro novelista del más íntimo de sus cómplices.
Toda la obra de Modiano echa sus raíces en esos problemas íntimos. Y en la geografía parisina de tales catástrofes familiares. El novelista ha viajado poco. Y toda su vida personal oscila entre dos o tres barrios parisinos. Sus novelas comienzan siempre con la búsqueda de lejanas “raíces” de oscuros personajes perdidos en la historia íntima de seres perdidos y descarriados.
Novela tras novelas, Modiano ha escrito una suerte de “contra historia” de varios barrios parisinos, muy marcados por catástrofes históricas. El novelista se “pierde” corriendo tras las sombras de oscuros personajes cuyas ambigüedades hablan de las ambigüedades más atroces de personajes emblemáticos, protagonistas de siniestras historias bien históricas, durante la ocupación, durante la guerra de Argelia, durante las sucesivas crisis de una Francia errante por las oscuras aguas de una grave crisis de identidad.
Patrick Modiano vive desde hace años en un barrio céntrico y muy acomodado -a dos pasos del antiguo domicilio de Borges y del piso de Vargas Llosa. Hace una vida tranquila y sencilla. Habla poco. Deambula mucho por las librerías de viejo de su barrio. Buena parte de su geografía mítica, en París, coincide con la geografía mítica de dos grandes maestros españoles, Azorín y Pío Baroja. “Es curioso eso que usted me dice -me comentaba, hace un par de años-, quizá debiera leer a esos grandes maestros”.
- Azorín, Baroja y Patrick Modiano, en el mismo barco.
- Baroja, Azorín, Pla, Modiano y la Torre Montparnasse, desde Saint-Sulpice.
Modiano en castellano, luces y sombras.
Antoine Gallimard no creía en el Nobel de Modiano.
Nuevos retratos improvisados de Patrick Modiano, el día de su premio Nobel.
Retratos improvisados de Patrick Modiano, premio Nobel.
- Azorín, Baroja y Patrick Modiano, en el mismo barco.
- Modiano. Una juventud perdida y…
- Retrato improvisado de Patrick Modiano, 2.
- Retrato improvisado de Patrick Modiano.
- Fotografía, París y Personajes en este Infierno.
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