Musée Bourdelle, 7 marzo 2017. Foto JPQ.
Existe un negro Balenciaga, como existe un negro Velázquez, si, bien historiado en la historia de la pintura: Velázquez en París, 8.
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El Palacio Galliera, Museo de la moda de París, inicia hoy una temporada consagrada a la alta costura española, inaugurando una exposición / homenaje consagrada a Cristóbal Balenciaga (1895 – 1972).
Seguirá, a mediados de junio, una exposición titulada “Traje español: luces y sombras”, en la Casa / Museo de Víctor Hugo. A mediados de septiembre, el Palacio Galliera presentará un homenaje al patriarca absoluto de la moda, la alta costura y los tejidos españoles, Mariano Fortuny.
Hoy se presenta al público “Cristóbal Balenciaga: la obra en negro”, en el Museo Bourdelle, en el corazón del barrio de Montparnasse. A través de varios centenares de dibujos, croquis, maquetas, trajes, sombreros, tejidos y una muestra completa del legado del maestro vasco, se trata de reinstalar sus creaciones en la estela del gran arte clásico.
Desde hace décadas, la obra de Balenciaga ha recibido muchos homenajes artísticos, museísticos, de todo tipo. En esta ocasión, se trata de proponer un “diálogo” entre sus creaciones y la obra de Antoine Bourdelle (1861 – 1929), uno de los patriarcas de la escultura moderna.
El título de la exposición, La obra en negro, rinde homenaje a una novela célebre de Marguerite Yourcenar, la escritora francesa más importante del siglo XX, una suerte de biografía de un alquimista legendario, creador solitario, inmenso, fascinado por los más impenetrables misterios de la creación y el destino humano.
¿Qué tiene que ver la moda, la alta costura, con ese personaje y con el negro de Balenciaga? Hay un negro Velázquez. Y hay un negro Balenciaga, cuyo primer desfile parisino, en 1938, fue presentado por Harper’s Bazaar de este modo: “El nueva casa de alta costura española usa el negro de manera magistral. Se trata de un negro misterioso, muy español, voluptuoso, aterciopelado, que, por momentos, cobra tonos grisáceos muy velazqueños”.
Así comenzaba la leyenda del negro Balenciaga. Que no ha dejado de crecer, en la historia de la moda y la historia del arte.
Cada sala de la exposición / homenaje está precedida por recuerdos de los grandes maestros contemporáneos. Chistian Dior hablaba del joven vasco en estos términos: “Para Cristóbal, la creación, el arte de vestir a una mujer, puede compararse con una suerte de oración, un labor religiosa”. Coco Chanel agregaba: “Cristóbal no solo es el más grande, entre nosotros, como creador. Quizá es el único que lo sabe todo: antes y después de crear sus modelos, es capaz de coger la aguja, el hilo, las tijeras, para continuar matizando sus creaciones. Quizá es el único capaz de crear sus propios colores”.
En su día, ese gran arte de la más alta costura estuvo consagrado a vestir a la mujer de su tiempo, iluminándola con creaciones únicas, cuyas raíces se perdían en el arte popular vasco, el arte de los siglos áureos, de Velázquez a la imaginería popular. Balenciaga contribuyó a cambiar el rumbo de la alta costura, devolviendo a la mujer de su tiempo una imagen más pura.
Andando el tiempo, ese gran arte de vestir a la mujer, se ha instalando definitivamente en el panteón del gran arte. Nada más efímero que la moda, condenada a “cambiar” cada temporada. En el caso de los grandes creadores, en el caso de Balenciaga, la “moda” de su tiempo ha perdido la patina de lo efímero para instalarse en la bóveda celeste de las creaciones universales.
Dark Lady, Moda, Alta Cultura y Balenciaga.
Con él cambio la silueta femenina.
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