Avenue d’Italie, 14 abril 2017. Foto JPQ.
Ante el mesianismo salvapatrias de la extrema derecha, la derecha, el centro y el socialismo, un grafitero libertario les responde: “PAS DE FAUSSES PROMESSES JE GARDERAI TOUT POUR MOI”. “Nada de falsas promesas: yo me quedaré con toda la pasta”.
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A cuatro días de la primera vuelta de la elección presidencial, la tendencia general es intentar conseguir el voto de la Francia profunda, angustiada ante el fantasma del eclipse, el ocaso, la decadencia nacional.
En su último mitin, Marine Le Pen volvió a presentarse como “salvadora de la patria”, amenazada por las “turbas” de la “derecha fofa”, el “reformismo fofo”, el “socialismo fofo”, etcétera. A juicio de la candidata de la extrema derecha, solo la salida de Francia de la zona euro y la UE podrá devolver su “rango” a una nación amenazada de un “retroceso trágico”.
A la derecha, François Fillon utiliza un lenguaje mucho más moderado, pero todas sus intervenciones comienzan siempre como el mismo objetivo programático: “Yo prometo convertir a Francia en la primera potencia europea, en menos de diez años de reformas”.
Al centro, Emmanuel Macron ha dado un giro conservador a sus últimos mitines, presentándose como “heredero” de un proyecto político que no duda en comparar como el proyecto del general de Gaulle, tras la humillación de la Segunda guerra mundial: “Devolver a Francia su rango, romper con la tradición de los últimos veinte años”.
A la extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon estima que “solo” su programa político permitirá “devolver” a Francia su “estatura perdida”, con unas reformas apocalípticas: disolución del régimen de la V República, con el fin de “romper con la monarquía republicana, para devolver a Francia su estatuto de gran potencia, dialogando de igual a igual con Rusia y los EE.UU.”
Incluso los candidatos minoritarios centran todas sus intervenciones de última hora en el “rango” de una Francia que ellos consideran “amenazada” por los programas de sus adversarios.
Nicolas Dupont-Aignan, por ejemplo, tiene entre 3 y 5 % de intenciones de voto con un programa de derecha ultra nacionalista, a la derecha de Fillon y a la “izquierda” de Le Pen. Dupont-Aignan no tienen la más mínima posibilidad de ganar nada. Literalmente nada. Pero un 3 o un 4 % de electores son seducidos por su retórica de la “patria en peligro” amenazada por unos candidatos y rivales que son unos “cobardes”, “incapaces de tomar las medidas enérgicas destinadas a devolver a Francia su rango”.
Incluso un candidato tan mediocre como Benoît Hamon, camino de hundir el socialismo francés en el resultado más catastrófico de su historia, en una elección presidencial (en torno al 8 % de las intenciones de voto), se deja arrastrar por la retórica milenarista de un “salvapatrias” de taberna de pueblo: “Me niego a mirar hacia atrás… yo, me proyecto hacia el futuro, creyendo en una Francia más grande y mejor para nuestros hijos”.
Los candidatos ultraminoritarios, no dudan en tomar el mismo camino del calvario nacional.
Philippe Poutou, extrema izquierda (2 / 1,5 %), se presenta poco menos que como el salvador del proletariado nacional, víctima de la infame turba capitalista que encarnan los otros candidatos. François Assileneau, derecha ultra nacionalista (1 / 1 %), cree que solo su ruptura inmediata con la UE y el euro puede salvar la independencia nacional…
La tendencia al mesianismo apocalíptico, ultra nacionalista, es una tradición con hondísimas raíces nacionales, que van de Luis XIV a de Gaulle, pasando por Napoleón. Con la agravación de la crisis, las amenazas del eclipse nacional son bien visibles en la caída o el estancamiento del poder adquisitivo de las familias, durante los últimos años. Cuando los sondeos sugieren que la abstención pudiera ser el primer partido de Francia, la “salvación de la patria, en peligro”, es el argumento supremo para todos los candidatos a la elección presidencial.
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