Jardines del Luxemburgo, 14 febrero 2018. Foto JPQ.
El Luxemburgo, una tarde de invierno.
El Luxemburgo, una tarde de invierno 2.
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Qué de historias…
Ramon Llull escribió en sus inmediaciones L’arbre de filosofia d’amor (Árbol de filosofía de amor) y Lo cant de Ramon (Canto de Ramón).
Durante el Terror (1793), el Palacio del Luxemburgo, construido por Marie de Médicis, fue una prisión de siniestro recuerdo.
Andando el tiempo, Remy de Gourmont y Ramón Gómez de la Serna vieron en el Luxemburgo, en los Jardines del Luxemburgo, una suerte de tierra encantada, poblada de misteriosas hadas / estatuas…
“… En cierta medida, la vendedora de globos y golosinas tiene mucho de hada de cuento de hadas: ella entrega al niño que le pide sus favores el hilo que hace volar la cometa inolvidable de la ilusión, iniciándolo al misterio de las gracias que habitan el lugar, las “reinas” / estatuas del Luxemburgo, en este caso, glosadas por Remy de Gourmont y Ramón Gómez de la Serna…” El Luxemburgo, cuando llega la primavera… Vendedora de globos y golosinas.
Los Fitzgerald vivieron en la frontera oeste de los jardines: Recuerdo de Zelda y F. Scott Fitzgerald
En mi caso, el Luxemburgo tiene muchos rostros: aquellas pistas de tenis que dejé de frecuentar, los senderos por donde corría en busca de mi mismo, el paisaje no solo interior por donde deambulan algunos de mis personajes:
Diana, Horst, Lise Fonssagrives, Elodie y mi fotógrafo, en el Luxemburgo.
Recuerdo de Zelda y F. Scott Fitzgerald.
El Luxemburgo tiene muchos otros rostros…
El Luxemburgo, cuando llega la primavera.
El Luxemburgo, una mañana de invierno.
El Panteón, desde las hamburgueserías de la rue Soufflot.
Putin, Trump y el ocaso de Europa… desde el Luxemburgo.
París pop monumental… el Luxemburgo.
Enamorados polacos, en el Luxemburgo.
París, domingo. Correr en el Luxemburgo.
Ricardo Lanza says
El Luxemburgo… Recuerdos de niñez cuando, un día, descubrí en casa uno de esos viejos libros de Calleja, titulado: «Cómo juegan los niños de todo el mundo»; y, entre muchos, incluso referencias de los críos de las culturas paleoárticas, describiendo las palabras usadas en sus juegos, aparecían unas niñas danzando con el aro en esos míticos jardines parisinos. Creo que la edición, preciosa, amplia y sabiamente ilustrada, sería de los finales de la «belle epoque», coetánea, quizás, de los antecedentes de la Gran Guerra. No sé que se hizo de aquello. Ahora, lo hubiese regalado, para que la antorcha pase a quien mejor la pueda y la quiera aprovechar. Un saludo.
JP Quiñonero says
Ricardo,
Si… el Luxemburgo ha sido un tema pictórico cultivado por muchas generaciones de artistas de muy diverso tonelaje. Grau Sala quizá fue el último de esa tradición, con un cierto éxito entre la clientela aficionada a ese tipo de cosas, que pueden tener mucho encanto.
Los niños / niñas siguen siendo fieles al lugar… en mi caso, la historia tiene muchos otros flecos, de Ramón ( solo hay uno) a Helmut Newton, que fue amigo de uno de mis personajes, descarriado por ese y otros mundos…
Cool.
Avanti..!
Q.-
Ricardo Lanza says
Sí, tiene mucho de muchos; ahora mismo, me viene el Luxemburgo como pintura naif; ya no hay pobres ni esclavos, no hay viejos ni enfermos en ella. Un mirífico vendaval de la Diosa Fortuna ha curado a todos de sus carencias. El Luxemburgo es, entonces, especie de afable Valle de Josafat donde acudimos para montar en los caballitos, darnos de afectuosos escobazas en el Tren de la Muerte, subir a las barcas para ver en los altibajos las piernas de las chicas, ellas, satisfechas de mostrarlas, comiendo caramelo de algodón y polos de fresa y chocolate. Hay gatos: husmean los pies de los presentes; muchos perritos: aguardan los despojos de los buhoneros. Cántico universal, estimado. (Lo malo es que iban a ser tantos que no caben ni en Boulogne ni en Vincennes; hay que llenar el espacio comprendido entre Le Havre y Le Puy de Dome, a humano por metro cuadrado, para que no se aprieten mucho y se puedan sentir, espalda contra espalda).
¡No más aporofobia!, amigo, que aquel culto del dinero decía «In god we trust», lema de los dólares, sobreentendiendo que los pobres eran malos, muy peligrosos, que la pasta venía «gratis et amore» por tus méritos, que era tu karma no tenerla, que aceptar la miseria y los dolores era camino seguro hacia una reencarnación mejor. No protestar, claro, ni procurar que los soportes del capital se tambaleen, que es muy malo eso, que desde siempre se han establecido las Tablas de la Ley, que las ponemos en mayúscula para que nadie se olvide…
JP Quiñonero says
Ricardo,
Algo así, efectivamente, un pequeño paraíso / gueto para gente bien, que vivimos en las inmediaciones. Quiero pensar que la existencia de esos paraísos artificiales en algo nos ayudan a imaginar otros mundos por venir, donde compartir el pan y la palabra con otras gentes.
A ver,
Q.-