París, XX XX XX, 25 enero 2019. Foto JPQ.
Ha desaparecido el Borges que todavía podía leerse hace unos años, en el buzón de la comunidad de vecinos del edificio donde vivió el poeta en su madurez última, de manera ocasional durante algunas temporadas, de paso por París.
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Varios vecinos me dicen que hace mucho que no se cruzan con su viuda, que me llamó, hace años, a las tantas de la noche, desde Buenos Aires, a los pocos días de cruzarnos en un cine, en Odeón, para pedirme que borrara un comentario que consideró inoportuno, aconsejada vaya usted a saber por quién.
Borges quizá llegó a “ver”, imaginar o soñar esa calle, esa esquina, esas columnas, ese árbol, que fueron testigos privilegiados de su paso ocasional por la ciudad, cruzándose con las sombras de Josep Pla, Georges Bataille y Roland Barthes, que también frecuentaron esos parajes, por razones bastante similares.
Recuerdo a Borges el aniversario de su muerte… Borges murió hace treinta años. Dos días más tarde, escribí esta necrológica: “¿En cuál de mis ciudades moriré?” / “¿En cuál de mis ciudades moriré?”.
Su obra ocupa un puesto central en la historia de mi formación intelectual: Los conjurados, capítulo 39 de mi Retrato del artista en el destierro.
María Kodama y la memoria de Borges, secuestrada por un loco.
Antonio Machado, Borges, nosotros y nuestros muertos.
Borges, Cortazar, la pérdida del Nobel, los Beatles, por María Kodama.
Baroja, Picasso, Lorca, Borges, Neruda, Alberti, juntos en una película.
La luna, la carrera espacial, Borges y nosotros.
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