Les Animaux Malades de l’Eugénisme, 2003
Óleo / tela, 170 x 170
La muerte de Paul Rebeyrolle no interesa en España. No saben quién es. Supongo que cuando muera Ramón Gaya, o, dentro de mucho años —-espero—-, alguien anuncie la muerte de Guillermo Pérez Villalta, ni en París, ni en Nueva York tampoco se interesará nadie por ellos. La universalidad del arte se manipula en nuestro tiempo a través del carácter estanco de los mercados, defendidos con ferocidad marcial por las mafias del ramo.
Siendo lo que son las cosas desalmadas del mercado mundial del arte, la “clasificación” se efectúa a través de algo que no siempre tiene nada que ver con el arte mismo; ya que solo se maneja la cota financiera, que los mercados anglosajón y alemán pueden manipular a su manera.
Un gran maestro como Gaya —-indispensable para entender el significado último del Museo del Prado—-, un gran maestro como Pérez Villalta —-indispensable para asegurar la continuidad de las artesanías del pincel y los colores—- están fuera de los circuitos internacionales, que se rigen por una lógica marcial, publicitaria, financiera, que los medios de incomunicación de masas transforman en “realidad artística contemporánea”. Como olvidar a tantos otros grandes maestros como Marsans, como Valls, como José Hernández, etc., etc., etc.
Jean-Louis Prat, que fue director de la Fundación Maeght, decía que Rebeyrolle era “el pintor naturalista más grande de nuestro tiempo”. ¿Dónde incluir a Werner Tübke, que murió en Leipzig marginado con brutalidad por personajes como Baselitz, a quien las revistas financieras consideran “uno de los pintores más grandes de nuestro tiempo”. En su despacho del museo Picasso, Jean Clair me comentaba con amargura las interesadas maniobras de Baselitz, vigilando “su mercado” con ferocidad policial.
Rebeyrolle deja una obra mal explorada, por catalogar y estudiar. Clair me decía que, difuntas las vanguardias, debiéramos ser capaces de comenzar a rescribir con urgencia una nueva historia del contemporáneo. Espero que mis viejos amigos Ángel González García o Juan Manuel Bonet se pongan pronto a la dura faena. Qué así sea.