Jacques Chirac quiere tanto a España y desea instalarla de manera tan rápida en el “corazón” de Europa que lleva diez años impidiendo que se abran nuevas carreteras a través de los Pirineos, rechazando todas las demandas de apertura de nuevas comunicaciones terrestres que pudieran mejorar la vida de las regiones fronterizas. Su relación con Cataluña y Euskadi es bien conocida: él es —-personalmente—- uno de los primeros obstáculos al reconocimiento europeo del euskera y el catalán.