Die Zeit presenta como un gran acontecimiento el libro de Frederick Taylor sobre el bombardeo alíado de Dresde, Dresden, Dienstag, 13. Februar 1945. Subtitulado Militärische Logik oder blanker Terror?
Y el Spiegel publica una entrevista esclarecedora con el historiador británico: quizá hubo razones militares para bombardear Dresde, al final de la guerra mundial; pero la destrucción masiva de una ciudad de tan alta historia en la vida cultural de Alemania y Europa también fue una tragedia espantosa. Comparable en cierta medida a Hiroshima. Ferocidad trágica de las armas de destrucción de masas.
Con motivo del estallido de la guerra de Irak, el cantante alemán Wolf Biderman, esposo de Eva-Maria Hagen, y padre de Nina Hagen, recordaba su situación de niño alemán, destruida su familia por los nazis y bombardeada su ciudad (Hamburgo) por los aliados, diciéndole a su madre: Nos bombardean y matan a nuestras familias quienes vienen a liberarnos.
En Madrid y Barcelona, la hipocresía bien pensante ha evitado cuidadosamente el recuerdo de tragedias no menos espantosas, bien relacionadas con los campos de concentración nazis y nuestra propia cultura. Quienes saben —-y son muchos—- corren un tupido velo sobre el verdadero trabajo realizado por eminentes reclusos en algunos campos especiales, como Buchenwald.
En Buchenwald, los asesinos nazis entregaron la “gestión” del campo a los reclusos políticos. Y esos políticos —-de un solo partido—- eran responsables de entregar a los nazis las víctimas condenadas en holocausto sacrílego. Los políticos salvaron su vida en nombre de la construcción de un futuro mejor, siendo ellos una elite visionaria, vanguardia del pueblo elegido, limitándose a cumplir órdenes impuestas a punta de pistola, entregando a los compañeros de viaje menos afortunados.
Los protagonistas de tan inmensa tragedia están vivos. Han sido ministros de cultura, en algún caso. Pero callan. Y nadie desea dar la palabra a quienes, como Robert Antelme, vivieron aquella tragedia y se preguntaban con dolor por lo bien fundado de tal comportamiento moral.
¿Qué decir de nuestra propia dimisión ética?
Javier says
No hace falta un Buchenwald para encontrar un político que mejore «su vida en nombre de la construcción de un futuro mejor», se considere una «élite visionaria», la «vanguardia del pueblo» elector y que entregue, ante el escándalo de rigor y al exigirle responsabilidades «a los compañeros de viaje menos afortunados».
Anonymous says
Amigo, he hablado de ti aqui :
http://stalker.hautetfort.com/archive/2005/02/16/l_absinthe_de_l_origine.html
Adelante (et alors, toujours pas de liens ?!)