Hasta donde llega mi ignorancia, España, Francia e Inglaterra no han consagrado nunca una gran exposición a Gregory Crewdson, cuya obra última (1985-2005) se presenta en Europa, por vez primera, en algunos escogidos museos de Alemania, Austria y Suiza.
En Nueva York, el Gugenheim lo expone con respeto y su trabajo suscita un interés creciente. Sus imágenes suelen asociarse a memorables secuencias de películas de Aldred Hitchcock, David Lynch y Steven Spielberg. Crewdson añade otras referencias más o menos evidentes: Edward Hopper, Robert Frank, William Eggleston.
¿Y…?
Crewdson poseen un universo propio. Hacia el alba, una mujer joven, embarazada, apenas vestida, en camisa de noche, se alza, en pie, altiva y sola, en una desértica encrucijada de un provinciano suburbio industrial, tocado con una lívida patina de luz perlada. Una mujer semidesnuda e inmóvil yace sobre una mesa, en una habitación mal iluminada que comienzan a cubrir las aguas de una misteriosa inundación. Hacia la hora última del crepúsculo, las luces anuncian un acontecimiento inquietante, que llega sobre una colonia de chalets adosados como una maldición. En un interior a puertas y ventanas cerradas, una joven contempla su cuerpo desnudo ante un espejo, la cabeza caída, aceptando la humillación o el fin.